Al pie de la barranca saltaron sobre sus caballos, y Fermín recibió orden de permanecer cerca de Amalia, hasta las seis de la mañana.
En seguida partieron á gran galope por el camino del Bajo, mientras Amalia los seguía con sus ojos, elevados al cielo cuando los hubo perdido de vista, buscando propiciar & la Divinidad con los sentidos ruegos de su purísima conciencia, bajo aquel magrifico y sagrado templo de la Naturaleza, que pocas horas antes había escuchado la expresión de amor de dos almas formadas por Dios, la una para la otra, y en el peligro á cada instante de ser separadas para siempre por la mano del hombre.
—S1.
—Pero no será.
¿No?
XV
EL JEFE DE DÍA
—Es inútil, Eduardo; vamos á revertar los caballos sin conseguir lo que deseas—decía Daniel, mientras que los caballos volaban, Y sabes lo que deseo?
—81, —¿Qué?
—Alcanzar á Mariño.
—No lo conseguirás; y he ahí la razón por que me presto a tu capricho de que corramos como.