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La flor de brezo

sus amigas? ¡Novia de un criado de su casa!

Miró de nuevo á Manolillo. ¡Qué feo estaba!

Embutido en una gruesa chaqueta de paño, con el pañuelo encarnado sujeto al cuello por una sortija de metal y los grandisimos zapatones de becerio que le impedían moverse; se admiraba de haber encontrado bell za en el muchacho.

La vuelta fué triste; Mercedes parecía distraída y sus ojos no miraron á Manolillo ni una sola vez.

Conocía que había ido demasiado lejos en sus relaciones, y aquel mismo día, de un modo rápido, inesperado, dispuso su regreso á la corte.

Ha pasado un año; nos encontramos en el elegante gabinete de la