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La flor de brezo

doncel, muy distinto de los campesinos que la rodeaban.

La imaginación hace milagros en las cabecitas de las jóvenes románticas.

Mercedes no había amado nunca, y, como todas las mujeres hermosas yaduladas, rendía sólo culto á su propia belleza. Un día encontró un ramo de flores de brezo sujeto á los hierros de la ventana. Las frescas florecillas ostentaban su lindo color encarnado, y las gotas de rocío brillaban entre los pétalos como un polvillo de diamantes.

A la noche, cuando todos estuvieron bajo el emparrado, Mercedes preguntó quién le había regalado las flores, y Manolillo, un mocetón de veinte años, que servía en el cortijo, confesó tem blando, con voz balbuciente y dándole vueltas entre