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Carmen de Burgos

pesado manto de sombras cuando Ramón sale del hotel.

Va solo por las desiertas calles y su mano oprime febrilmente el mango de su puñal.

Ramón ha vivido tanto tiempo lejos de nuestro mundo, solitario en las serenas regiones del arte, que sus ideas no se ajustan á nuestra ley moral.

Ramón cree tener derecho de vida ó muerte sobre aquella mujer adorada, para quien ha escala do un puesto en la sociedad; y sabe que esa mujer no le ama, y que en aquella reja, oculia por las campanillas y las madreselvas, vuelve á asomar la cabecita rubia que ha inmortalizado su pincel, para repetir á otro hombre sus juramentos de amor.

Para Ramón no hay consideraciones ni convencionalismos, no piensa