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Puñaladas morales

des encantadoras y delicadas que son propias del amor.

Antonio era un joven alto, delgado, de correctas y nobles facciones, y de negros ojos, en los que se veía una mezcla extraña de energía, ternura, movilidad, viveza y melancolía.

Más de una romántica señorita suspiraba por el mozo, y alguna dama le perseguía detrás de la per siana con miradas ansiosas.

El joven conoció desde el primer instante la influencia que ejercía en el alma de doña Cipriana, y le fingió admirablemente un sentimiento enamorado. ¿Fué crueldad premeditada, vanidad ó complacencia? No lo sabemos; pero su conducta hizo que se albergaran las ilusiones en el corazón de la anciana. Las miradas de Antonio excitaban al amor, como esos nidos que los pájaros cuelgan