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Una Tiple

punto del teatro, daban á conocer que cantaba maquinalmente.

En efecto, al empezar el cantable, la artista, que no separaba sus ojos de la butaca ocupada por el doctor, había visto á éste levantarse y salir apresuradamente.

Una angustia infinita llenó su alma; comprendió que su hijo estaba peor, y ella no podía volar á su lado; de garganta volvió á gritar, desafinando, y después ya no supo lo que hacía; cantaba automáticamente, sin darse cuenta de ello. Sus ojos miraban y no veían el teatro; veían una alcoba, donde su hijo, desde su lecho, le tendía las manos y la llamaba con su vocecita de ángel; sus oídos no percibían los ecos de la música; escuchaban aquella voz amada y el estertor de una penosa agonía.