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Carmen de Burgos

puedo estrechar tu mano, sin ver en ella las manchas de sangre en que se convierte la tinta de tu pluma.

He querido combatir esta locura que se apodera de mi cercbro; pero en mis largas noches de insomnio he visto los resultados de la fatal sentencia. He visto un hombre sano y lleno de vida esperando una muerte que le hace maldecir de sus semejantes, que le hace no entender ese Evangelio todo perdón y mansedumbie, que le quita a esperanza de rehabilitarse y el tiempo pa e arrepentimiento.

He visto el cadáver, he visto laminar las vértebras del cue lo del sentenciado y he oído el crujido de sus músculos. No puedo describirte mi horror Su último acento fué una maldicin... ¿Para quién?.,. No sé... Tú no has dictado esas leyes... esa mal-