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El fiscal

acercó á él, y dándole una palmadita en el hombro, le dijo: —No hagas caso de eso, ¡nervios de mujer! Un día se puso igual porque vió un pajarillo herido de un tiro. Ya se le pasará.

La repentina indisposición de Eloísa obligó á suspender la boda; la joven tuvo que guardar cama, y al final de una larga enfermedad nerviosa, y como consecuencia de ella, se le declaró una tisis aguda que la llevó al sepulcro.

Nadie vió en esta muerte más que una desgraciada casualidad; la ciencia afirmaba que el a're húmedo del río provocó el desarreglo del organismo de Eloísa.

La desesperación de Julio no tuvo límites; su juicio vacilaba, y sin atender á consejos, presentó la dimisión de su cargo, retirándose al