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do un fuerte anteojo provisto de un hilo micrométrico horizontal, ya sobre el tronco de un aloe americano (Agave americana), cuyo crecimiento es tan rápido, ya sobre la copa de un boton de bambú, de igual manera que lo hacen los astrónomos cuando miran por la cuadrícula de sus telescopios una estrella culminante. En la naturaleza física, para los astros como para los séres organizados, el movimiento parece ser una condicion esencial de la produccion, de la conservacion y del desarrollo.

El fraccionamiento de la vía láctea, que acabo de mencionar, merece especial atencion. Midiendo el cielo con la ayuda de estos poderosos telescopios, William Herschell, á quien es preciso tomar siempre por guia en esta parte de la historia de los cielos, halló que la latitud real de la via láctea escede en 6 ó 7° á su latitud aparente, á la que se distingue con la simple vista y se halla figurada en los mapas celestes (9). Los dos nodos brillantes en que se reúnen sus dos ramas, uno de los cuales está situado hácia Cefeo y Casiopea, y el otro hácia el Escorpion y Sagitario, parecen ejercer sobre las estrellas inmediatas una atraccion poderosa. Entre la β y γ del Cisne se vé una region resplandeciente como de 5.° de ancha. Este conjunto de estrellas contiene á lo menos 330000, de las que una mitad parece dirigida en un sentido completamente opuesto á la de la otra mitad; por donde Herschell supone una tendencia á la ruptura en esta parte de la capa estelar (10). Calcúlase en 18 millones el número de estrellas que permite distinguir el telescopio en la via láctea. Para formarse idea de la magnitud de este número, ó mas bien, para buscar un término de comparacion, basta recordar que no divisamos á simple vista en toda la superficie del cielo, mas que 8000 estrellas; que tal es, en efecto, el número de las comprendidas entre la primera y sesta magnitud. Por lo demás, los dos estremos de la estension, es decir, los cuer-