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Ya no soy mas que espíritu; divago.
Y de la nada de las cosas, subo
En escala ascendente,
Y es mi vuelo tan alto,
Que hasta la «Causa Inconmovible» llego:
Y en esa altura, como
Una nube purísima de incienso,
Me ha llegado en efluvios
Todo lo blanco que en la Tierra existe:
Las almas puras, y los lirios suaves.
Las hostias sacrosantas y la nieve;
Todo lo blanco, todo,
Como una nívea túnica me envuelve.
Y me siento más buena,
Y también algo ángel; y en mi anhelo
Al mundo que solloza
Envolverlo quisiera, en el incienso
De mi túnica blanca,
Para darles consuelo a todos, todos.
Porque ahora comprendo
Las penas y miserias,
Porque lloro con todos los que lloran,
Porque con todos los que sufren sufro...


Hay en el sentimiento de estos versos una mezcla de sublime y de exquisito. El cielo la atrae como a una hija y ella abandona el pensamiento de sí misma. Se reviste de incienso, de lirios, de nieve, de todo lo blanco, de la blancura de las almas mismas, y se hace con todo ello una túnica nívea. Al fin la invade la idea de sentirse, también, algo ángel. De pronto, en medio de esta innegable transfiguración, estalla en sollozos por todos los que sufren y por todos los que lloran. Se diría su actitud semejante a la de un rey magnánimo que al frente de su ejército valeroso conquistara vastos paí-