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lidad recibe ciertamente influencias insospechadas por el común de las gentes y su inspiración trae consigo melancolías innatas. A ello suele añadirse una falta absoluta de egoísmo. En este último sentido, la autora de «Nieve...» es la piedad misma. Cuando más alto llega su lirismo, más honda y más serena es su caridad, el mal de su espíritu:


Tristeza que transformas lo terreno
Con tu fino aguijón,
Yo alabo tu poder mágico y bueno,
Yo canto tu canción.

Y hoy estoy triste, triste, con aquella
Pesadumbre interior,
Que es el ansia de hallarnos en la estrella
Mas cercana al Señor.

Y hoy que sufro, mejor los sufrimientos
Mi mano aliviará.
Como mejor comprende a los sedientos
El que sediento está.


El ritmo es tan lento que se diría la misma paz interior.

«Yo alabo tu poder mágico y bueno».


Son versos que cantan afuera de toda miseria sentimental y llevan a la belleza suprema de estos otros: