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retraer, el agua no les ficiese estorbo ni embarazo alguno, pues sabian que en todo aquello estaba el peligro; y ellos me tornaron á decir que todo lo que habian ganado estaba bien reparado, que fuese allá y lo vería si era así. Y yo, con recelo que no se desmandasen y dejasen ruin recaudo en el cegar de las puentes, fuí allá, y hallé que habian pasado una quebrada de la calle que era de diez ó doce pasos de ancho, y el agua que por ella pasaba era de hondura de más de dos estados, y al tiempo que la pasaron habian echado en ella madera y cañas de carrizo; y como pasaban pocos á pocos y con tiento, no se habia hundido la madera y cañas, y ellos con el placer de la victoria iban tan embebecidos, que pensaban que quedaba muy fijo. E al punto que yo llegué á aquella puente de agua cuitada [1] ví que los españoles y muchos de nuestros amigos venian puestos en muy gran huida, y los enemigos como perros dando en ellos; y como yo ví tan gran desman, comencé á dar voces tener, tener; y ya que yo estaba junto al agua, halléla toda llena de españoles y indios, y de manera que no parecia que en ella hubiesen echado otra paja; é los enemigos cargaron tanto, que matando en los españoles, se echaban al agua trás ellos; y ya por la calle del agua venian canoas de los enemigos y tomaban vivos los es-

  1. Llama Cortés á la puente cuitada, no al agua, que es lo mismo que decir puente de afliccion ó miserable por las desgracias ó cuitas que sucedieron.