No entienden nada
de Vladímir Mayakovski

Entré en la peluquería y dije tranquilo:
"¿Tendría la bondad? péineme las orejas".
El peluquero liso rápidamente se convirtió en una conífera,
la cara se alargó, como de pera.
"¡Loco!
¡Pallaso!"
rebotaron las palabras.
Los tacos corrían de trino en trino,
y durante muuuuuuuucho tiempo
se regocijaba la cabeza de alguien,
arrancarse de la multitud, como viejo rabanillo.