Mientras se apresta Jimena

Nota: Esta transcripción respeta la ortografía original de la época.


C


M

ientras se apresta Jimena

con algunos de los suyos
para partir de Valencia
con el silencio nocturno,
y los nobles castellanos,
más valerosos que muchos,
con fingidas alegrías
velan los soberbios muros;
Alvar Fáñez de Minaya,
don Ordoño y don Bermudo,
para la batalla aprestan
del Cid el cuerpo difunto.
No le visten la loriga
que él en las lides trujo,
por cumplir lo que mandó
en su postrimero punto.
De pergamino pintado
le ponen yelmo y escudo,
y en medio de dos tablones
el embalsamado bulto,

y de un cendal claro y verde
vestido un tabardo justo,
al pecho su roja insignia,
honor y asombro del mundo.
Unas calzas de colores,
guarnecidas de dibujo,
en lienzo crudo pintadas
y ellas son de lienzo crudo.
El derecho brazo alzado,
al menos cuánto se pudo,
en la mano su Tizona
el limpio fierro desnudo.
D’esta guisa le aprestaron,
y cuando aprestado estuvo
pavor les dió de miralle,
¡tal se muestra de sañudo!
Trujeron pues á Babieca
y en mirándole se puso
tan triste, como si fuera
más razonable que bruto.
Atáronle á los arzones
fuertemente por los muslos
y los piés á los estribos
porque fuesen más seguros.
Y á la lumbre del lucero,
que por verle se detuvo,
con su capitán sin alma,
salieron al campo juntos,
donde vencieron á Búcar
sólo porque á Dios le plugo,
y acabando la batalla,
el sol acabó su curso.