Madrigal
de José Asunción Silva


Tu tez rosada y pura; tus formas gráciles 
de estatua de Tanagra; tu olor de lilas; 
el carmín de tu boca de labios tersos; 
las miradas ardientes de tus pupilas; 
el ritmo de tu paso; tu voz velada; 
tus cabellos que suelen, si los despeina 
tu mano blanca y fina, toda hoyuelada, 
cubrirte con un rico manto de reina; 
tu voz, tus ademanes, tú... no te asombre: 
todo eso está, ya a gritos, pidiendo un hombre.