Los prados de León/Prólogo

Los prados de León
de Félix Lope de Vega y Carpio
Prólogo

Los prados de León

Félix Lope de Vega y Carpio

 


Nota preliminar
Es ésta una de sus obras dramáticas de las que más se enorgullecía Lope. En el prólogo dialogístico de la Parte XVI de sus comedias, habla Lope por boca del Teatro y dice: «Mirad a quién alabáis, El Perseo, El Laberinto, Los Prados, El Adonis y Felisarda, están de suerte escritas, que parece que se detuvo en ellas.» Y añade Menéndez y Pelayo: «Respecto de Los Prados, tal predilección es justa si se atiende a la frescura poética con que la obra está concebida, y ejecutada, y al prestigio irresistible de la versificación.» Y Schack corrobora que nadie como Lope ha sabido pintar y cantar tan hermosamente los tiempos del primer renacimiento de la monarquía hispanocristiana.
La famosa comedia Los Prados de León está situada en la segunda lista de El peregrino en su patria e impresa en la Parte XVI -Madrid, 1621- de las comedias de Lope. En este volumen va dedicada la obra al duque de Huéscar.
Realmente apenas hay una parte histórica en Los Prados de León. Sí hay unos personajes históricos: los reyes don Bermudo y don Alfonso II, «el Casto». Pero las acciones de estos dos únicos históricos personajes nada tienen que ver con la historia. De cuento popular y genealógico ha sido calificada también esta historia.

Los prados de León

Félix Lope de Vega y Carpio

 


Los Prados de León iniciaron su genealogía en un don Nuño de Prado, llamado así por haber sido hallado, de recién nacido, por el rey don Bermudo, en un prado «de flores lleno». El rey lo entregó para su crianza a unos labradores, y cuando renunció don Bermudo a la corona en don Alfonso «el Casto», recomendolo muy encarecidamente que recogiese y favoreciese a Nuño del Prado, cuyo misterioso hallazgo le refirió. Nuño, ya mancebo y viviendo aún la existencia patriarcal de los campesinos, se enamoró de la hermosísima Nise, pastora igualmente hallada en abandono, de niña. Nuño de Prado llega a ser el brazo derecho del rey, excitando así las envidias y falsedades de los cortesanos. Se enamora de él la infanta doña Blanca, a la que él desdeña siempre, fiel a su Nise. Infanta despechada y cortesanos envidiosos lo gran persuadir al rey de que Nuño le engaña con los musulmanes. Don Alfonso destierra a Nuño. Pero al cabo todo se arregla. Nise resulta una princesa, hija natural de doña Leonor, tía del rey, y de un conde de Castilla. Y Nuño de Prado, según declara a tiempo el labrador Mendo, que le crió cariñosamente, es nada menos que hermano del rey, hijo del rey Fruela, que lo tuvo con una hermosa aldeana de un pintoresco pueblecillo de poético nombre: Flor.
Como fácilmente se entiende, el argumento es una pura invención, con ciertos anacronismos sumamente graciosos, como el uso en pleno siglo VIII de grandes carrozas barrocas y ciertos giros y modismos de un renacentismo decaído.
Delicioso de poesía lírica es el primer acto, que se desarrolla en una aldea donde viven felices los campesinos, [346] y entre ellos los platónicos enamorados Nise y Nuño Tello. Acto en que Lope ensalza la vida rústica, ni más ni menos que un fray Luis de León...

Los prados de León

Félix Lope de Vega y Carpio

 


NISE. Bajar, Nuño querido,contigo destos montes a estas huertas,en el abril florido,a ver las rosas a la aurora abiertas...Ver al junio la frutacolgar de aquestas ramas sazonada,en el invierno enjutala verde pera y carmesí granada,a tu dichoso lado,no es envidioso bien, sino envidiado... En este primer acto, el cortesanísimo Lope nos descubre toda la reacción que producía en su sensibilidad la descansada y sencilla vida del campo, toda la fuerza con que sabe pintar -joyante- los amores y los celos rústicos, los bailes y canciones campesinos, el hechizo íntimo de cada hora en un ambiente limpio en el que el tiempo se desvive con éxtasis, las gracias y los chistes que delatan su ingenio debajo de las palabras torpes. Resulta sumamente interesante el cotejo de los finales del primero y del segundo actos. Al fin de aquél, el rey transforma al villano Nuño en cortesano. Al fin de éste, el rey destierra al cortesano, no sin antes haberle reducido a su condición de rústico. Deja ese traje villano,y toma el de caballero;ceñirte la espada quiero,Nuño, de mi propia mano...
Declama don Alfonso «el Casto» al fin de la primera jornada. Y, declama, al fin de la segunda: ¡Vuelve, villano y perjuro,al azadón y al arado!Pon a tus bueyes el yugo...Yo, que te ceñí la espada,te la desciño, y renunciola nobleza que te di. Los Prados de León es una de las obras de Lope con más quilates de oro lírico. Apenas hay una escena donde no nos sorprenda una imagen incomparable engastada en la música más inolvidable de una melodía infinita. Ciertas cancioncillas con reminiscencias populares excitan la emoción más viva:
Dadme vuestra mano;vámonos, mi vida,a la mar, que tengocuatro naves mías. ¡Ay Dios, que me fuerzan!¡Ay Dios, que me obligan!Tómala en los brazos,y a la mar camina.