Los dioses de la Pampa: 26



Sobre la Pampa inmensa, desde las riberas del Atlántico hasta las Cordilleras altaneras, flota, tenue, risueña, simpática, victoriosamente irresistible, el alma latina. Traída fue por los conquistadores, en los dobleces de la orgullosa capa castellana; luego vinieron, trayéndola también bajo su sayo humilde, millares de trabajadores itálicos, pacientes y tenaces, con los ojos llenos de sol y los oídos de cantares; y tampoco dejaron de empeñarse en hacerla cundir, por la enseñanza de sus libros y de su palabra, muchos galos, amigos de vulgarizar, con las elegancias de la vida, las artes y las ciencias. Desde el primer día se esparció por la llanura en las alas del viento, apoderándose de la pobre alma primitiva de los aborígenes, dominándola, imponiéndosele, haciéndola suya.

Su rival implacable, hija de las neblinas espesas, la siguió para disputarle su preciosa conquista; pero lerda, llegó tarde. Audaz solo cuando cree posible la victoria sin peligro, aunque sin gloria sea el triunfo, el alma sajona, insinuante con los fuertes, brutal con los débiles, se quiso primero deslizar y después quiso vencer.

El alma latina le hizo ver a golpes de cuán viril superioridad es sobre ella; pero el alma sajona se sabe agachar y fácilmente sobrepone el interés al honor: trajo libras esterlinas... Es práctica, dicen.

El alma latina es algo más: es genial. Su imaginación ardiente la puede perjudicar; pero también posee en sus manos, con los pacíficos laureles del arte, la gloria sin par de conseguir de los dioses remedios ignotos para las dolencias humanas, inspirándole el genio de las batallas, cuando se vuelve preciso, la creación de temibles armas que imponen la paz al orbe.

El alma sajona se burla de los sobresaltos del alma latina, pero aprovecha sus obras; nunca ríe, ella, nunca llora, ni perdona jamás. El alma latina, a veces, es cierto, ríe como loca, canta de alegría o llora con desesperación; sus movimientos son extremos; pero también, abatida, de repente, se levanta; victoriosa, perdona, y con sus cantos y su alegre y vivaz ingenio, sigue civilizando el mundo, que la otra sólo trata de conquistar con su oro.

El alma sajona, alma rapaz de mercader, codiciosa, cruel, imperiosa, toda de cálculo, hasta en sus aparentes rasgos de generosidad, bien quisiera todavía hacer pesar sobre la Pampa, conquista del alma latina, su cetro de hierro, su garrote...

¡Alma latina! que de ti misma siempre dudas y siempre reniegas, hasta creer a veces que el oro supera en valor a tu ingenio poderoso y que la brutalidad sajona vale más que tu exquisita fineza, que te empeñas en aprender y en propagar en tus territorios el idioma rudo del norte, como si sus fieros acentos fueran superiores a la música del tuyo, junta bien a tus hijos: júntalos en Europa, y júntalos aquí.

Al tocar el suelo argentino, donde ya impera con todos sus defectos, quizás, pero también con todas sus admirables virtudes, la raza latina, creadora, por el libro y por la espada, por la ciencia y el arte, del viejo mundo civilizado, sentirá renacer en sí, -nuevo Anteo-, fuerzas bastantes para luchar y para vencer.

Le bastará para ello adquirir, para las vulgaridades de la vida, las aptitudes sajonas de práctica audacia; -tarea fácil para su inteligencia despierta-, sin que deje de conservar incólume, a través de los siglos, el arca sagrada de su inimitable genio.