Las mil y una noches:102

Las mil y una noches
de Anónimo
Capítulo 102: Pero cuando llegó la 71ª noche


PERO CUANDO LLEGO LA 71ª NOCHE

Ella dijo:

Cuando Daul'makán respiró aquella brisa deliciosa, pensó inmediatamente en la ausencia de su hermana y en el dolor de sus padres al verle volver solo, y se puso a llorar mientras recitaba estas estrofas:

¡Objeto a quien amo! ¿No podré jamás acercarme a ti? ¡Objeto a quien amo! ¿Este silencio reinará siempre entre nosotros?
¡Cuán cortas son las horas de la unión! ¡Cuán largos son los días de la ausencia!
¡Ven, cógeme de la mano! ¡He aquí que mi cuerpo se ha derretido en todo el ardor de mi deseo!
¡Ven y no digas que te olvide! No digas que me consuele. ¡Mi único consuelo sería sentirte entre mis brazos!

Entonces el encargado dijo: "Hijo mío, cesa en tus lamentos. Piensa que estamos cerca de la tienda del chambelán y de su esposa". Pero Daul'makán contestó: "No me impidas recitar estos poemas, que pueden amortiguar la llama de mi corazón". Y sin atender al encargado, volvió la cara hacia Bagdad, en medio de la claridad de la luna. En aquel momento, Nozhatú, tendida en la tienda, no podía dormir pensando en los ausentes, y oyó una voz que cantaba apasionadamente estos versos:

Ha brillado un instante el relámpago de la felicidad. Pero después de este relámpago, la noche es más noche todavía. Así se transformó en amarga la dulce copa en que el amigo me hizo beber sus delicias.
Cuando asomó su rostro el Destino, se alejó la paz de mi corazón. Mi alma ha muerto antes de la unión esperada con el muy amado.

Y apenas acabó de cantar, Daul'makán se desplomó sin conocimiento. En cuanto a la joven Nozhatú, esposa del chambelán, en seguida que oyó aquel canto que se elevaba entre la noche, se irguió ansiosa, y llamó al eunuco que dormía a la puerta de la tienda, y le dijo: "Ve en busca del hombre que acaba de cantar esos versos y tráemelo aquí". Y el eunuco exclamó: "¡Oh señora mía! no he oído nada, porque estaba dormido. Y ahora no podré encontrarlo en medio de la noche, como no despierte a toda nuestra gente".

Pero ella dijo: "Es necesario que lo busques. El que encuentres despierto será seguramente aquel cuyos versos acabo de oír". Y el eunuco no se atrevió a insistir más, y salió en busca del hombre de los versos.

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana y se calló discretamente.