La zampoña
de Julio Herrera y Reissig


Lux no alisa el corpiño, ni presume en la moña;
duda y calla cruelmente, y en adustos hastíos
sus encantos se apagan con dolientes rocíos,
y su alma en precoces desalientos, otoña.

Job también hace tiempo receloso emponzoña
sus ariscos afectos con presuntos desvíos.
Y a la luna y durante los ocasos tardíos,
da en contar sus dolencias a la buena zampoña.

En casa, las amigas de Lux le hacen el santo,
la obsequian y la adulan... Bulle la danza, en tanto
Lux ríe. Su hermosura esa noche destella...

¡Mas de pronto se vuelve con nervioso desvelo,
la cabeza inclinada y los ojos al cielo,
pues ha oído que llora la zampona por ella!