​La novia muerta​ (1898) de Guzmán Papini y Zas
En el idiolo • En la tragedia I. II.
Guzmán Papini y Zas
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LA NOVIA MUERTA


(POEMA)





MONTEVIDEO
DORNALECHE Y REYES, EDITORES
Calle 18 de Julio, 77 y 79

1898



A mi padre ______



EN EL IDILIO


En un monte que lista el Miguelete
 Con su fresco raudal,
Dos novios con las flores que destrozan,
Silvestres yerbas estrellando están;


Y cual verruga de una vieja rama
 Ó como hinchazón gris,
En un alto peral se halla enredado
El globo de grisáceo camoatí;


Las novias de plumaje nacarino,
 Como velo nupcial,
Se posan en los verdes limoneros
Que les brindan coronas de azahar;

Los churrinches, cual rosas que en el aire
 Una aurora dejó,
Cual pedazos de púrpura de nube,
Al sostenerse en las alturas son;

Trina el pico de plata entre las hojas
 De más verde matiz,
Y en las flores sangrientas del guayabo
Toma sorbos de sangre el colibrí;
 
Y las sombras del sauce en el arrojo
 Extendidas están
Y sienten los temblores de las ondas
Y se agitan como alas de biguá;

Como alado fragmento de Arco Iris,
 El pintado alguacil,
Posándose en el seno de las flores,
Roba el oro de polen que hay allí;

El arrojo es un gran brazo de plata
De la bandeja en que le ofrece Dios
Un inmenso terrón de Paraíso
Á un idilio castísimo de amor;

Al idilio de dos que se idolatran:
Kar, el poeta, y la gentil Lucía;
Al idilio que el joven ha empezado,
Al decir, bajo el toldo de una encina:

Ya no hay ni un ave que no tenga vuelo;
Todo está en el momento del deleite,
Y el sol resbala en el azul del cielo
Como una gota de dorado aceite.

Ya todo á nuestro alrededor festeja
Con matiz bello nuestro amor jocundo;
En las cosas el alma se refleja
Y sus instantes dan color al mundo!

Hallar amor como el amor que toma
Forma de ensueño que al Edén escala,
Es hallar mucho sol y mucho aroma
Y colocamos en cada hombro un ala!

Circuído por hondas amarguras,
Mi vida es una vida de heroísmos;
El cóndor, como habita en las alturas,
Siempre vive entre un círculo de abismos!

Los salva todos, pero triunfa el cielo.
Abismo azul que todo encanto aduna,
Y tú esclavizas mi pujante vuelo
Como á las ondas de la mar la luna!

Oídas las palabras del amante,
Las palabras cual músicas de amor,
Al tierno joven la gentil Lucía
Le dice en un arranque de pasión:


Por ti mi vida es muy bella,
Por ti la dicha consigo,
Y, cuando sueño contigo,
Siempre toco alguna estrella!
Desde que sigues mi huella
Nacen astros en mi vida,
Y se columpia prendida
En mi balcón de Julieta
Una escala de poeta
Con rimas de oro tejida!

Por ti me arrastro dichosa,
Porque tu amor me subyuga:
¡Primero siempre es oruga
Lo que es después mariposa!
La estatua que es una Diosa,
Ha sido bloque primero,
Y el cincel del marmolero
Al bloque tuvo que herir;
¡Y yo sé por ti sufrir,
Porque ya sé que te quiero!
 
Que mi alma se te presente
Con la desnudez de un astro,
Esta existencia que arrastro,
Es el deseo que siente;
Y si un destino inclemente
Por vencernos forcejea,
Si acaso te apuñalea
Y en mi amor hallas tu cruz,
¿Una cicatriz de luz
Qué espíritu no desea?

¡Oh! permíteme soñar
Entre tus brazos amantes;
Cuando me ciñen triunfantes
Creo que voy á volar;
¿Es que empiezo á delirar
Ó que me aparto del suelo?
¡Si verifico este anhelo,
Formarán tu alma y la mía
Las alas que te pedía
Para subir hasta el cielo!
 
Y entre los brazos de Kar,
La joven, en su abandono,
Halla, como reina, un trono,
Y, como ángel, un altar.

Adora en la edad risueña
En que la vida es amor,
Y nos habla en lo interior
Algo celeste que sueña!

Ama en la edad deliciosa
En que es la frase un arrullo,
Y la virgen, un capullo
Con alas de mariposa!

Á los quince años la idea
Tiene tintes de arrebol,
Y es el alma como un sol
Que resplandores gotea!

¡Quince años! y tiene un nombre
Que es una dulce armonía;
Para pronunciar Lucía
Es rudo el labio del hombre.

Vive en la edad en que bellas
Todas las cosas se ven:
¡Cuando se está en pleno Edén
Se distinguen sólo estrellas!

Y es el amor en la vida
Pe este ángel puro y sumiso,
Gota azul de Paraíso
Por un alma recogida!

Kar le ha inspirado una pasión inmensa,
 Kar, el bravo cantor,
Cuya lira es un látigo de llamas,
Cuando vibra con santa indignación;
 
El artista, el magnífico que niela
 Con un áureo cincel
Medallones de frases donde brilla
Entre lujos de Olimpo una mujer;

El que sabe imitar los alaridos
 Del espantado ombú
Que ve al pampero con bravias garras
Herir la nube en el espacio azul;

Aquel que sólo lleva en su alma ardiente
 Y pura, cual crisol,
Que, cuando adora, vive mucho el alma,
La vejez que le da arrugas de sol;

Aquel que considera cada tajo
 Dado el Noventa y Tres,
Surco de arado en que cayó en semillas
La libertad que germinó después;

El que odia la corona de diamantes
 De todo emperador
Y aplaude á la cabeza constelada
Por corona de gotas de sudor!



EN LA TRAGEDIA


I


En donde ornatos de floresta vimos
Distinta florescencia al monte alegra,
Y en el zarzo se apiñan los racimos
Y hay luz adentro de cada uva negra!

Sobre el primor de la extendida grama
Caen los rojos de una flor de monte,
Que es cual chispa sangrienta de una llama
Del incendio que invade al horizonte;

La hoja de la higuera perezosa
Se parece á una mano muy abierta,
Y pasa la brillante mariposa
Cual fuego fatuo de algún hada muerta;

Conjunciones de pétalos de raso
Los mórbidos capullos desabrochan,
Y hay joyas de arrebol en el Ocaso
Y frescuras los cálices derrochan;

Y parecen los cuerpos de las flores
Que esmaltan con sus tintes el paraje,
Los pedazos de un alba de colores
Fragmentada, al caer entre el follaje!

Y aunque contrasta que una alegre flora
Le forme cuadro á una mansión de duelo,
Allí palpita un corazón que llora:
¡El Infierno también está en el Cielo!

Sufre Lucía, y en su mano blanca
Como un copo de nieve de azahar,
Tiene una carta que la paz le arranca,
Tiene un escrito en que le dice Kar:

Todo está en ruinas, y en el medio de ellas
La indignidad su vestidura arrastra:
¡Las serpientes habitan los escombros
Y en los escombros su poder proclaman!

Todo está en minas; y al divino torso,
Al joven torso de la triste patria,
El látigo que agitan los sayones,
Hizo pedazos las nacientes galas!

Mas nada importa: hay qae luchar sin miedos.
Los hombres fuertes que no tienen mancha,
No se mancillan, cuando atajan lodos,
Ni se mancillan, cuando extirpan charcas!

Siempre el cristal resplandeciente brilla,
Y, al ser hundido en corrompidas aguas,
Parece que se quiebra y que se enloda,
Pero conserva su pureza intacta!

La Virtud combatida tiene siempre
Un símil en las mártires cristianas
De carne bella, nacarina y virgen,
Que á los circos antiguos se arrojaban;
 
Un símil tiene en esas nobles hembras
Cuyas carnes, al ser ensangrentadas,
Parecían cubrirse con el lujo
De un gran manto de púrpura sagrada!

La Virtud, cuando sufre, es más hermosa.
La Virtud, cuando pugna, es sacrosanta.
¡No hay brazo que la aplaste eternamente,
Y hay fuerzas que del polvo la levantan!

Hiere al árbol que llega hasta los cielos,
La brusca poda de unos golpes de hacha,
Pero el árbol retoña con más bríos
Y más verdor su pabellón hamaca!
 
El triunfo siempre indica un sufrimiento.
El triunfo del matiz que se derrama
Con el perfume que la flor derrocha,
¿De dónde nace? Del botón que estalla.

Y las victorias de la luz de un cirio
Y los imperios de una inmensa llama
¿De dónde nacen? De distintas cosas
Que se hacen luz, cuando un fulgor las daña!

¡Adiós, Lucía! ya el clarín guerrero
Anuncia el claro amanecer de un alba:
Ya de la sombra se desprende el día....
Te dejo y sufro por salvar la patria!

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .


II


Lucía toda enlutada
Dejó su mansión divina,
Como oscura golondrina
Por el Invierno ahuyentada;
Y se alistó, como un hada
Salida del florestal,
Á una falange oriental
Que alzaba en su campamento
Un sol con su firmamento:
La bandera nacional!

¿Esa decisión extraña
Busca algún oculto fin?
¿Por qué, al llamar el clarín,
Ella acude á la campaña?
¿Qué delirio la acompaña?
¿Qué fuerte impulso la hiere?
La hermosa Lucía quiere
Hallar su joven soldado
Para vivir á su lado,
Porque lejos de él se muere!
 
Encontrar su novio espera
Y recibir sus abrazos,
Cuando le ciñen los brazos
Con una linda bandera;
Y entonces regia, hechicera,
Dijo: ¿por qué esta prisión?
Y gritaba la reunión:
¿Quién os trajo? ¿Sois espía?
Y ella á todos respondía:
¿Quién me trajo? Mi aflicción!

Unida al grupo remeda
Lo más bello: es como un nido
Á un rudo tronco prendido
Con filamentos de seda;
Pues con el grupo la enreda
Un sedoso bicolor,
Y en ella anida el amor
Como una perla incrustada,
Cual la luz en la alborada,
Como en la vida el dolor.

Teme que el odio inclemente
Del grupo en ella se enrosque:
Entre aquel humano bosque
Teme ver una serpiente.
Y para calmar la gente
De la ceñuda legión
Le dice: este pabellón
Con que me habéis maniatado.
Ya tiene un abanderado,
Un héroe: mi corazón!

Dicho esto, el silencio entra
En la falange á reinar:
El río empieza á bramar.
Cuando un obstáculo encuentra;
Mas sus iras reconcentra,
Si al obstáculo ha quebrado,
Y así el grupo, ya calmado,
Sigue la marcha, y sus olas
De armas y de banderolas
Llevan al nuevo soldado.

Lucía en la situación
De una reina gladiatoria,
Es cual ángel de la gloria
Conduciendo el pabellón;
Y aunque tiene la intuición
Que va un Calvario á encontrar,
No lo deja de alumbrar
Con sus pupilas de luz;
¡Cristo iluminó la cruz,
Cuando comenzó á expirar!

Sigue la brava partida
El rumbo que la conduce
Á esas luchas que produce
La odiosidad fratricida;
Si está en el campo extendida.
Vueltas de serpiente da,
Si cruzando un río está,
En tres pedazos se quiebra;
¡Es una horrible culebra
Que en pos de una presa va!

De pronto escucha el fragor
De tropas que cerca están,
Y, cual truenos de volcán,
Oye truenos de tambor;
Toda ella siente un temblor
Y para luchar se apresta,
Y, al ver gente en una cuesta,
Le pregunta: ¿quiénes son?
Y un bramido le contesta:
¡Viva la Revolución!

Suena un doble tiroteo
Que en el aire hace una cruz,
Y de cintajos de luz
Hay un terrible cimbreo;
Y el brillante centelleo
De la bélica explosión
Es algo como un blandón
En una escena mortuoria,
Y hasta las heridas son
Como luceros de gloria!

Y ya el pabellón tremola,
Y Lucía y él se abrazan,
Formando, cuando se enlazan,
Como una bandera sola!
Y, al mirar cómo se inmola
Tanto oriental por la ira,
Cruje, se pliega, se estira
É ilumina con su lloro,
Y es un cíclope que mira
Con su pupila de oro!

¡Cómo sus listas desean
Formar un gigante brazo
Y estrechar en un abrazo
Los dos bandos que pelean!
¡Cómo sus glorias chispean
Lágrimas de áureo fulgor!
¡Cómo, al temblar su esplendor,
Con un gran astro lo iguala!
¡Cómo sangra resplandor,
Porque lo ha herido una bala!

Lucía quiere salir
Del bando que es su prisión,
Pues con la revolución
Está quien la hace sufrir;
Y, temiendo sucumbir
Distante de su adorado,
Corre hacia el grupo anhelado
Y entonces cae de espalda
Y el verde pasto agitado
Da chispazos de esmeralda!

Herida por mil centellas
Cayó la bandera al suelo,
Como un retazo de cielo
Acribillado de estrellas!
Y son tan rojas las huellas
De toda bala incrustada
En la heroína, en el hada
De las pasiones hermosas,
Que cayó, como volcada
Por una lluvia de rosas!

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Como un lagarto gigante
Bajo un gran sol acostado
Es el campo esmeraltado
Por el gramillal triunfante;
El campo, que en un instante,
Cuya visión aún lo aterra,
Sintió al corcel de la guerra
Pasar, cual locomotora,
Dando muertos á la tierra,
Pero esparciendo la aurora!

Cual la cola de un cometa,
Cuyo cuerpo no se avista,
Mancha al campo una gran lista
De agua entre su cauce inquieta;
Y esa luminosa veta
Que corre buscando el mar,
Siente en sus ondas flotar
Dos muertos de aquella acción,
Que entre tanto brillo son
Como una mancha solar!

Unas palomas se ven
Al triste campo venir:
¡Tal vez quieren conducir
Algún alma hasta el Edén!
Tal vez sus alas estén
Cargadas de hojas de flor,
Que con llanto de dolor
Alguna planta le envía
Al túmulo que á Lucía
Le forma el trébol de olor.

En ese encuentro primero
Triunfó la revolución,
Y ruidos de dispersión
Brotaron del entrevero.
Queda en el campo un reguero
De muertos que horror inspira;
Llega la noche y se admira
De aquellos trágicos rastros,
Y á manos llenas los astros
Parece que Dios les tira!

Revuela una mariposa
Sobre la muerta hechicera;
¡Sonríe la primavera
Hasta al borde de una fosa!
Y una margarita hermosa
Duerme entre el fresco verdor
Y en sus párpados de flor
Una gran lágrima está:
Última gota quizá
Del llanto de un luchador.

Como almas que han ocupado
Su paraíso de cielo,
Brillan los astros del velo
Con que el mundo se ha enlutado;
Y Kar, el joven soldado,
De entre su grupo deserta
Y busca con ruta incierta
En el campo de la acción
Algo que ama: un pabellón,
Y encuentra su novia muerta!

Y aquel cuerpo inanimado
Sobre lo verde extendido,
Cobra algo como un latido:
¡Un beso lo ha despertado!
¡Cuánto botón marchitado
En la mitad de su aurora
Nuevamente se colora,
Al primer rayo de sol,
Y, neblina hecha arrebol,
Llanto de perfume llora!

Kar el latido sintió,
Y entre sus amantes brazos,
Como pidiéndole abrazos,
La linda novia expiró.
Y el día lo sorprendió
Con su fulgor matinal
Mirando el lecho nupcial
Que hallaron en la pradera
La novia más hechicera
Y un pabellón nacional!