La madre Teresa de Jesús/Acto II

Acto I
La madre Teresa de Jesús
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto II

Acto II

 

Sale un ÁNGEL con una lanza y TERESA DE JESÚS.
ÁNGEL

  Si el corazón de Dios habéis herido
con vuestras oraciones amorosas,
recibid estos golpes que os envía,
rásguese vuestro pecho enternecido,
y causen las heridas rigurosas
pena, dolor, contento y alegría.
Y si es ferviente fría,
la punta de este dardo fuego tiene,
fuego de amor, que enciende y nunca abrasa;
no os quemará su brasa,
porque templado con el hierro viene;
sufrid agora, y luego
podréis tocar con el amor a fuego,
que es lo que más le agrada,
veros arder y veros ahumada.

(Vase.)
TERESA

  Herid, herid con goldes más continos;
dejadme el pecho, si gustáis, rasgado,
y una ventaja os llevaré en el suelo,
pues a vos, dulce Esposo, os dió Longinos
la lanzada con que os rompió el costado,
y a mí me abrasa un serafín del cielo:
heridme sin recelo,
seré herida cierva, y vos la fuente,
a mi sed suficiente,
que otra agua no apetezca;
la fuente salutífera merezca,
en cuyas aguas vivas dé a mi fragua
el dardo el fuego, y vuestra fuente el agua.

 

(Vase; sale MARIANO de ermitaño, y la ABADESA, y PETRONA de motilona.)
MARIANO

  Qué, ¿ya está doña Teresa
en ese punto, señora?

ABADESA

Morirá dentro de un hora.

MARIANO

Por cierto, mucho me pesa;
  grande sierva de Dios era.

ABADESA

Grandes muestras había dado.

MARIANO

¿Al fin la han desahuciado?

ABADESA

Sólo su muerte se espera.

MARIANO

  ¿Qué mal tiene?

ABADESA

Un accidente
que me ha puesto en confusión;
él es mal de corazón,
porque ni habla ni siente.

MARIANO

  ¿Qué habrá que este mal le dió?

ABADESA

Tres días debe de haber.

MARIANO

¿De qué pudo suceder?

ABADESA

No lo puedo saber yo.
  Sólo sé por cosa cierta
que su mal no tiene cura
sino el de la sepultura,
que presto veréis abierta.

 

MARIANO

  Sabe Dios lo que me pesa
que falte en esta ocasión,
porque de una Religión
ha de ser madre Teresa.
  La cual crecerá de suerte
por todo el mundo, que asombre,
donde ha de tener por nombre
mujer varonil y fuerte.
  Mil prodigios ha de obrar
la que veis tan humillada,
y siendo virgen hallada,
con sus hijos se ha de honrar.
  Y por soberanos modos
crecerán tanto, que entiendo
que andarán los más pidiendo,
y andarán descalzos todos.

ABADESA

  Y ¿eso lo tenéis creído?

MARIANO

Eso será cosa cierta.

ABADESA

Vos la vendréis a ver muerta
antes que aqueso cumplido.

MARIANO

  ¿Remedios no se le han hecho
en este mal que ha tenido?

ABADESA

Todos cuantos se han podido;
pero no son de provecho.
  Tres doctores la visitan,
y no hay remedio que cuadre.

 

PETRONA

Antes me parece, padre,
que su muerte solicitan.

MARIANO

  Contra Dios no hay resistir.

ABADESA

Ni contra la muerte hay artes.

MARIANO

Dios la eche a aquellas partes
donde más se ha de servir.

ABADESA

  ¿Queréisla ver?

MARIANO

Sí quería.

ABADESA

Pues vedla subida en calma.

MARIANO

Dios se acuerde de su alma;
que es lo que importa este día.

(Corre una cortina, y está TERESA como que se está muriendo.)
ABADESA

  Teresa está de esta suerte.

MARIANO

Por cierto, gran confusión;
cualquier mal de corazón
es imagen de la muerte.

ABADESA

  Buen nombre dado le habéis;
padre, encomendalda a Dios.

MARIANO

Eso podéis hacer vos,
pues tanto con Dios podéis.

 

ABADESA

  Padre, vos por ella orad,
que yo soy gran pecadora.
Ocasión tenéis ahora;
en ese oratorio entrad.

MARIANO

  A Dios la encomendaré,
y si acaso en sí volviese,
porque al punto se confiese,
cerca, señora, estaré.

(Vase el ermitaño.)
PETRONA

  Dígame, por vida mía,
¿qué fraile es ése?

ABADESA

Es un santo,
que rasga al cielo su manto
el aire que Dios envía.

PETRONA

  Y el Papa, ¿no le persigue?

ABADESA

¿Qué es lo que dices?

PETRONA

Dirélo,
que pues rasga el manto, al cielo,
es bien que Dios le castigue.

ABADESA

  No entiendes bien lo que digo.

PETRONA

¿Quién mi verdad interrumpe?
Si es que el manto al cielo rompe,
¿no merece gran castigo?

 

ABADESA

  En medio de la oración,
cuando elevado se ve,
la maestra de su fe
abre a Dios el corazón.

PETRONA

  ¿Hay tan gran bellaquería?
¡Que a Dios el corazón abre!
Y ¡que no le descalabre
un tiro de artillería!

ABADESA

  ¿Tú no ves que es fray Mariano,
y que es un santo, Petrona?

PETRONA

Y dígame, ¿es de corona?

ABADESA

Téngate Dios de su mano.

PETRONA

  El es un mal frailejón.

ABADESA

¡Calla!

PETRONA

¿Por qué ha de ser santo
quien al cielo rasga el manto
y abre a Dios el corazón?

ABADESA

  ¿Quién vió mayor inocencia?
digo que cuando está orando,
que Dios le está regalando
con los rayos de su ausencia.
  Que el decir que rasga el manto
del cielo que le enamora,
y el pecho le abre, si llora,
es decirte que es un santo.

 

PETRONA

  Pues conmigo, ¿qué servía
decírmelo con rodeo,
si no es que tiene deseo
que diga alguna herejía?

ABADESA

  Petrona, quédate aquí;
ten cuidado con la enferma.

PETRONA

Ruegue a Dios que no me duerma,
que bien puede fiar de mí.

(Vase; échase PETRONA a los pies de la cama; sale FRAY MARIANO haciendo oración.)
MARIANO

  ¡Sacro Pastor del cielo,
con el cayado de la cruz hermosa,
[-elo]
guardad esta ovejuela temerosa,
cuya piel erizada,
con vuestra sangre viene señalada!
  Guardadla, Cristo amado,
del fiero lobo que la mira hambriento;
mirad que os ha costado
más interés que vale el firmamento,
cuyas alfombras bellas
tienden a vuestras plantas las estrellas.
  Miradla, Pastor justo,
con ojos de piedad y de concordia;
y pues siempre os da gusto
que os pida el pecador misericordia,
yo, viendo el cuerpo en calma,
en su nombre os la pido por su alma.

 

(Suena una trompa en lo alto; aparecen la JUSTICIA, SAN MIGUEL, con un peso, y en lo bajo, un ÁNGEL y un DEMONIO.)
SAN MIGUEL

  Es el pleito, Señor, que se litiga
entre el Ángel de Guarda y el Demonio,
sobre un alma que sale ya del cuerpo
de una doña Teresa de Ahumada,
monja profesa en la ciudad de Ávila;
sobre esto ha sido el pleito, y la discordia.

DEMONIO

Justicia pido.

ÁNGEL

Yo misericordia.

MARIANO

Señor, si con la vida ha de serviros,
viva doña Teresa, mi Dios, viva.

JUSTICIA

Mucho puede conmigo un hombre justo;
pues que no ha muerto, désele otro término;
vuelva a su cuerpo otra vez el alma,
que está guarda para grandes cosas.

DEMONIO

Justicia sacra, por sentencia tuya
está mandado que esta mujer muera;
manda que tu justicia se ejecute;
no revoques el fallo de tu audiencia.

ÁNGEL

Enfrena la soberbia, desbocado.

DEMONIO

En perdiendo la silla, perdí el freno.

ÁNGEL

Bien se echa de ver; Justicia sacra,
piedad, piedad en esta gran discordia.

 

DEMONIO

Justicia pido.

ÁNGEL

Yo misericordia.

DEMONIO

Manda, señor, que muera; tenga efecto
el auto justamente proveído.

ÁNGEL

Supuesto que si muere ha de salvarse,
¿de qué te sirve, a ti que agora muera?

DEMONIO

Temo.

ÁNGEL

¿Qué temes?

DEMONIO

Que si ahora vive,
ha de sacar de mis ardientes uñas
más almas que la Libia tiene arenas
y que el fúlgido sol menudos átomos.

ÁNGEL

Siempre de judiciario te preciaste.

DEMONIO

Tan astrólogo soy como solía;
que no perdí la ciencia con la gracia.

JUSTICIA

Viva doña Teresa.

DEMONIO

¡Rabia en ella
y en mí que tal escucho! ¿No bastaba
la burla de la silla que en el fuego,
en los cóncavos senos del abismo,
mandaste prevenir para esta monja,
sino agora de nuevo amenazarme
con su vida? ¡Reniego!

 

ÁNGEL

¡Vade retro!

JUSTICIA

Ha de vivir y ser gran sierva mía.

ÁNGEL

Todo viene a parar en fiel concordia.

DEMONIO

Justicia pido.

ÁNGEL

Yo misericordia.

(Descúbrese una silla de fuego.)
JUSTICIA

¿Qué es esto?

DEMONIO

Ahora quiero que tú veas
la ardiente silla que en el hondo infierno
tuvo por sus pecados merecida,
por livianos intentos y descuidos
que en los mandatos de tu mano tuvo;
mira, señor, a quien mercedes haces.

(Tiembla TERESA en la cama.)
MARIANO

Grandes secretos son, Señor, los tuyos.

JUSTICIA

Volvióse a mí con amoroso pecho;
y cualquier pecador, y a cualquier hora
que a mí se vuelva el corazón contrito,
sabe que tendré de él misericordia.

DEMONIO

Reniego de la luz que un tiempo tuve.

JUSTICIA

Asiéntese este auto que pronuncio,
digo del conocido y nuevo término;
désele fin al pleito de esta audiencia.

 

DEMONIO

Qué, ¿tan poco aprovechan mis cautelas?

ÁNGEL

Gracias a Dios que salgo victorioso.

DEMONIO

Aquí de mi poder, aquí discordia.

ÁNGEL

Aquí de Dios, aquí misericordia.

(Corren la cortina. Éntrase el ÁNGEL por una puerta y el DEMONIO por otra; sale la ABADESA y vuelve en sí TERESA.)
ABADESA

  Lleguemos, que vuelve en sí.

TERESA

¡Ay de mí!

MARIANO

¿Qué es lo que he visto?

ABADESA

Sin duda vuelve.

TERESA

¡Ay, mi Cristo!

ABADESA

Lleguemos, padre.

TERESA

¡Ay de mí!

MARIANO

  Señora.

TERESA

¡Ay Dios!

MARIANO

¿Qué sentisteis?

TERESA

Vi que el Ángel...

 

MARIANO

Sosegaos.

TERESA

Vi que el Demonio...

MARIANO

Aclaraos.

TERESA

Vi la silla, y vi...

MARIANO

¿Qué visteis?

TERESA

  Que el alma en la boca tuve.

ABADESA

De frenesí ha dado indicio.

TERESA

Tengo turbado el jüicio.
de ver lo que en él estuve.

MARIANO

  ¿Qué es lo que visteis, señora?
Decídmelo.

TERESA

¡Ay, padre mío!
Vi tanto, que desvarío
en referíroslo, ahora.

MARIANO

  Ya el accidente pasó.

TERESA

Con todo, le estoy temiendo.

MARIANO

Para mí, que el caso entiendo,
ya me ha dicho lo que vió.

 

TERESA

  Estuve para morir,
y al fin, en aqueste mal,
mi padre, vi tanto y tal,
que no lo sé referir.

MARIANO

  Sosegad un poco ahora,
que más despacio os espero.

TERESA

Ved que importa.

MARIANO

Volveré.

TERESA

Adiós, padre.

MARIANO

Adiós, señora.

(Vase FRAY MARIANO y cubren a TERESA, y la ABADESA despierta a PETRONA.)
ABADESA

  Deo gracias. ¿Oye, hermana
Petrona? Está como un leño.
¿No me oye? ¡Extraño sueño!
Dormirá de aquí a mañana.
  ¡Petrona! ¡Jesús María,
y qué sueño tan pesado!
Petrona, ¡qué buen cuidado!
Despierta.

PETRONA

Pues ¿quién dormía?

ABADESA

  Estése otro poco, duerma;
levántese, ¿no me ha oído?

PETRONA

Pasito, no hagan rüido;
que lo sentirá la enferma.

 

ABADESA

  Cuando la estaba llamando.
¿era menos el estruendo?

PETRONA

Más guardaré yo durmiendo
que treinta hermanas velando.

ABADESA

  Pues sepa, hermana Petrona.
que por haberse dormido
grande pena ha merecido,
la que no se le perdona.

(Vanse; salen TERESA y FRAY MARIANO.)
TERESA

  Ya, padre, buena me siento.

MARIANO

Sospecho que os ha sanado
la patente que os han dado
para fundar el convento.

TERESA

  El supremo Superior
me hizo gran merced;
tomad, mi padre, leed.

MARIANO

Por cierto extraño fervor,
  licencia para Teresa
dé Jesús. ¡Gran novedad!

TERESA

Voy fundada en humildad.

MARIANO

Preciosa joya es esa.
  No doña Teresa ya
de Ahumada.

 

TERESA

Desde hoy,
Teresa de Jesús soy,
y este nombre se me da.

MARIANO

  Buen nombre habéis escogido

TERESA

Como escogido en efeto.

MARIANO

El de Jesús es perfeto.

TERESA

Padre, regala el oído,
  y en la oración más extrema,
cuando el demonio me asombre,
temerá mejor el nombre,
ya que por mí no me tema.

MARIANO

  Vuestro parecer alabo.

TERESA

Es amoroso.

MARIANO

Y prudente.

TERESA

Leed, padre, la patente.

MARIANO

Bien decís, vamos al cabo.
(Lee)
«Por la presente damos licencia a Teresa de Jesús, monja profesa en nuestro convento de la Encarnación de Ávila, para que pueda fundar conventos de las Descalzas de nuestra Orden de Carmelitas, en las ciudades, villas y lugares que por bien tuviere, guardando nuestra regla primera que en el monte Carmelo fundó el santo profeta Elías; y asimismo damos licencia que, para la solicitud de los dichos conventos, salga de su convento, con una compañera, todas las veces que fuere necesario. Y mandamos a nuestros ministros inferiores que no vayan al contrario de esta nuestra patente.
-Dada en la ciudad de Ávila, a de mayo de .
- Fr. Ángel de Salazar, ministro provincial de Castilla.»

 

TERESA

  ¿Qué decís?

MARIANO

Que es obra hecha
de la suma Omnipotencia,
que dé tan amplia licencia
en religión tan estrecha.

TERESA

  No quepo en mí de placer.

MARIANO

Mucho os queréis estrechar.

TERESA

Esta regla he de guardar:
no hay duda que me poner.

MARIANO

  La penitencia es doblada;
del Carmen sois recoleta,
que es la Orden más perfeta,
y de quien Dios más se agrada;
  Orden donde Elías mostró
su profundo y santo celo;
la que fundó en el Carmelo,
y del Carmen la llamó.
  Ojalá frailes hubiera
que la quisieran tener.

TERESA

Dios lo puede todo hacer.

MARIANO

A todo yo me pusiera.

TERESA

  Créolo en verdad.

MARIANO

Sí, haría.

 

TERESA

Pues quizás seréis cimiento
de algún divino convento
que pienso hacer algún día.

MARIANO

  Mujer, y ¿queréis fundar
conventos de frailes vos?

TERESA

Mi padre, el poder de Dios
no le queráis limitar;
  este edificio caído,
de los tiempos derribado,
pienso ver edificado
y más que nunca esparcido.
  Palabra me dió segura
el que no puede mentir,
de que yo tengo de abrir
la puerta de esta aventura.

MARIANO

  Aclaraos.

TERESA

En confesión,
el caso, padre, sabréis,
porque importa que guardéis
secreto en esta ocasión.

MARIANO

  Decid, pues.

TERESA

Confieso y digo,
padre, para entre los dos,
que me guía el mismo Dios
en el intento que sigo:
  tres veces su fe me ha dado,
de Niño Jesús la una,
la otra puesto en la coluna,
y la otra crucificado.

 

(Sale el DEMONIO.)
DEMONIO

  Mi traza importa. Es maraña;
no la creas.

MARIANO

Dudo, a fe.

DEMONIO

Padre, alguna ilusión fue
que a esta monja la engaña.

MARIANO

  No fue Dios el que os habló,
como pensáis.

DEMONIO

Bien me ayuda.

MARIANO

El demonio fue, sin duda,
pues tantas formas tomó.

DEMONIO

  Discretamente la informas.

MARIANO

Esto que os he dicho creo:
que no es Cristo el dios Proteo
para tomar tantas formas.

DEMONIO

  Dile que huya esas visiones.

TERESA

No hay duda que me poner.

MARIANO

Pues yo soy de parecer
que huyas esas tentaciones.

DEMONIO

  Eso es lo más importante.

 

MARIANO

Y cuando más no podáis,
higas y cruces hagáis
cuando se os ponga delante:
  como confesor, os mando
que lo que os he dicho hagáis.

TERESA

Riguroso, padre, andáis.

MARIANO

Vuestro bien voy entablando;
  esto es, señora, mi oficio:
no hay sino tener paciencia.
que el acto de la obediencia
es el mayor sacrificio.

TERESA

  ¿Que ésta os parece ilusión?

MARIANO

Es muy sutil el demonio:
preguntadlo a San Antonio,
a San Mario, a San Antón.
  hable por mí el monje Mario,
San Jerónimo el del yermo.
en la oración San Guillermo,
en la celda San Hilario.
  Que con ser doctos varones,
el demonio, cada día
engañarlos pretendía,
como a vos, con ilusiones.
  Muchas almas ignorantes,
Señora, se han condenado,
porque llevar se han dejado
de ilusiones semejantes.

 

DEMONIO

  Ya no tengo más que hacer.

(Vase el DEMONIO.)
MARIANO

Cuando venga esa ilusión,
huid de su tentación;
idos a todo correr.

TERESA

  ¿Si me sigue?

MARIANO

Si porfía
higas y cruces le dad;
y con esto, adiós quedad.

TERESA

Cristo vaya en vuestra guía.

(Vase FRAY MARIANO, aparece el NIÑO JESÚS en un altar.)
NIÑO

  No temas; llega, mujer.

TERESA

Dulce voz, el pecho ablanda;
pero el confesor me manda
que no espere. ¿Qué he de hacer?
  Dios me aclare mi sentido.
¿Llegaré? ¿Que estoy dudosa?
Mas la obediencia es forzosa,
y el pensamiento atrevido.
  Pero en estas dudas dos,
huyo. ¿Qué me desvanezco?
Que al confesar obedezco,
y en el confesor a Dios.

(Va a huir y detiénela SAN PABLO.)

 

SAN PABLO

  Por aquí no has de pasar.
que el apóstol Pablo soy,
que el paso guardando estoy
porque Dios te quiere hablar.

TERESA

  Pues otra puerta sé yo
por donde podré salir;
que quiero en todo seguir
lo que el confesor mandó.

(Vase a ir por otra puerta, detiénela SAN PEDRO.)
SAN PEDRO

  ¿A dónde huyes por aquí?
vuelve a Dios, mujer; detente.

TERESA

Quisiera ser obediente.

SAN PEDRO

No dejas de serlo ansí.

TERESA

  ¡Dios lo que importa me advierta!
Y decidme, ¿quién sois vos?

SAN PEDRO

San Pedro, apóstol de Dios,
que por él guardo esta puerta.

TERESA

  ¡Válgame Dios! ¿Qué haré?
Los pasos tomado tengo;
higas y cruces prevengo,
que es lo más que hacer podré.

SAN PABLO

  ¿Qué reparas?

 

SAN PEDRO

¿No concluyes?

SAN PABLO

¿No llegas?

TERESA

Sí, llegar quiero.

SAN PEDRO

¿Qué esperas?

TERESA

Nada espero.

NIÑO

Vuelve a mí, ¿por qué me huyes?

TERESA

  Por obedecer, Señor;
perdonadme si os ofendo;
y si peco obedeciendo,
culpad a mi confesor.

NIÑO

  Esposa, de nuevo luces,
y nuevo premio mereces,
con lo bien que hoy obedeces.

TERESA

Pues tomad higas y cruces.

NIÑO

  ¿Qué me das?

TERESA

Cruces con higas,
como el confesor ordena.

NIÑO

Obedece enhorabuena;
que obedeciendo me obligas.

 

TERESA

  Higas y cruces mandó
que mis manos hoy os den,
y advirtió en extremo bien,
aunque acaso lo advirtió.
  Con ánimo de obligaros,
cruces manda que os dé a vos,
y las cruces, Niño Dios,
claro está que han de agradaros.
  Aunque salga de compás,
dos mil cruces os daré,
y por muchas que yo os dé,
pienso que vos queréis más.
  Cruces son, Niño; miradlas,
aunque a la cruz que ilustrasteis
cuando más pecho, mostrasteis
volvisteis, Dios, las espaldas.
  Que améis la cruz es razón,
pues en ella os enclavasteis.
y es la nave en que surcasteis
el golfo de la Pasión.
  Mis cruces de gusto han sido;
que el vencedor más honrado
se alegra viendo a su lado
las armas con que ha vencido.
  Gozoso podéis mirarlas;
que vuestras armas son éstas.

 

NIÑO

Armas que yo traje a cuestas,
claro está que he de estimarlas.

TERESA

  De las higas, me temía
cómo podéroslas dar;
pero ya no hay que dudar,
que os vienen bien este día.
  Tomad mil higas, mi Esposo;
que en nadie mi dulce amor
las puede emplear mejor
que en un Niño tan hermoso.
  Remírome en vuestras luces,
y tan gozosa me veo,
que daros, Niño, deseo
tantas higas como cruces.
  Mis ojos no os hagan mal;
tomad, aunque es indecencia;
que en ser higas de obediencia,
valen más que de cristal.
  Bello Infante soberano,
higas y cruces os doy,
porque tengáis desde hoy
estos dijes de mi mano.
  Guardadlos, mi Niño bello;
ved que no pasa de raya
que un Niño por dijes traiga
cruces e higas al cuello.

NIÑO

  En mucho estimo el amor
que tu pecho me ha mostrado,
y como amante obligado
te quiero dar un favor.

 

TERESA

  Indigna soy.

NIÑO

Bien supiste...

TERESA

Mi Niño, súpeos amar.

NIÑO

Una cruz te quiero dar
por las muchas que me diste;
  toma.

TERESA

En mucho la tendré;
colgaréla del rosario;
será cruz de relicario
en el templo de mi fe.
  ¡Qué piedras tiene tan bellas!

NIÑO

Todas son finos diamantes.

TERESA

Son piedras tan relumbrantes
que me parecen estrellas;
  y es cuerdo mi parecer,
Señor, pues me las dais vos;
que los diamantes de Dios
estrellas deben de ser.

NIÑO

  Segundo favor te haré.

TERESA

¿En la fundación, mi Esposo?

NIÑO

Yo soy todopoderoso,
y cuanto pudiere haré.
(Tocan chirimías; desaparecen el NIÑO, SAN PEDRO y SAN PABLO, y cantan dentro lo siguiente:)
prosigue en Dios confiada;
que presto verás fundada
la religión que deseas.

 

TERESA

  Absorta me quedo en calma
con lo que de nuevo he visto,
y al fin la gran piedra Cristo
es piedra imán de mi alma.
  Como suele el buen halcón
irse al cebo más llegando,
voy, y Dios me está llamando
con cebo del corazón.
  Vuelve el alma enamorada,
pero tiénenla oprimida
las pihuelas de la vida,
al tronco del cuerpo atada.
  La pasada gloria cesa,
y sin vos, Niño, he quedado
como quien rey se ha soñado,
y si despierta, le pesa.

(Salen la ABADESA, DOÑA JUANA y PETRONA.)
DOÑA JUANA

  Hermana del alma mía,
¿tan sola?

TERESA

Ya podéis ver.

ABADESA

La causa debe de ser
alguna melancolía.

 

TERESA

  No es cierto.

ABADESA

Pues bien podéis
tenerla, y tendréis razón,
porque en vuestra fundación
un grande estorbo tenéis.
  La casa que concertamos
para fundar el convento,
lo que a vuestro y a mí contento,
cual sabéis, aderezamos,
  tiene las paredes tales,
que está ya para caerse.

TERESA

¿Qué remedio ha de tenerse?

[VOCES]

  Aunque más contrarios veas,

DOÑA JUANA

No hay dinero ni oficiales.

(Cantan dentro)
TERESA

  ¿Escuchasteis la canción?

DOÑA JUANA

¿Qué canción?

ABADESA

Que pierde el seso.

DOÑA JUANA

Sin duda debe ser eso
con aquesta fundación.

TERESA

  Sólo ha llegado a mi oído:
nuestra casa reparemos.

 

DOÑA JUANA

En el suelo la hallaremos.

TERESA

Yo sé que no se ha caído.
  Las paredes malparadas
tratemos de reparar;
que Dios nos ha de amparar
aunque estén mal reparadas.

DOÑA JUANA

  Ya no hay reparo que hacer,
que pasa el daño de ahí;
más mal hay...

TERESA

¡Pobre de mí!
¿Qué mal mayor puede haber?

DOÑA JUANA

  Mayor, y la causa soy.

TERESA

¿Vos la causa?

DOÑA JUANA

Yo, sin duda.

TERESA

Hermana, si Dios me ayuda,
de buena ventura soy;
  pero, con todo, me admiro.

DOÑA JUANA

Toda la revelación
ha sido en esta ocasión
porque me ama don Ramiro,
  el mismo que despreciaste,
y don Diego.

 

TERESA

Por mi fe...

DOÑA JUANA

Los amantes heredé
cuando en religión entraste;
  los dos, que son regidores,
levantan este rumor,
envidiosos del favor
que doy...

TERESA

¿A quién das favores?

DOÑA JUANA

  A Juan del Valle, que al fin
éste ha de ser mi marido,
que como tal le he escogido;
éste es el principio y fin.
  El Consistorio, indignado,
estorba la fundación,
y con esta pretensión
al Obispo se ha quejado.
  Dice que no es buen intento
que mujeres mendicantes
quieran vivir observantes
dentro de un pobre convento.
  Que la limosna faltando,
de su clausura saldrán,
y que de fuera andarán
por las calles mendigando.
  Dice que el peligro es mucho
si mendiga una mujer,
y más de buen parecer.

TERESA

Mi Cristo, ¿qué es lo que escucho?

 

DOÑA JUANA

  Aunque es bien fiar de Dios,
la pobreza es ya sabida,
la casa toda caída
y la ciudad contra vos.

(Cantan otra vez.)
TERESA

  ¿Habéis, por ventura, oído
las dulces voces que yo?

ABADESA

Que no hay voces.

TERESA

¿Cómo no?
Preguntadlo a mi sentido.

ABADESA

  Yo pienso que os le ha quitado
la fundación que intentáis:
sosegaos.

TERESA

Bien lo miráis.

ABADESA

Muestra de ello me habéis dado.

DOÑA JUANA

  Tratad lo que más convenga
y múdese de intención.

TERESA

Saldré con mi fundación
aunque más contrarios tenga.

DOÑA JUANA

  A mi hermana seguiré.

PETRONA

Yo también sus pasos sigo,
¡Madre mía!

 

TERESA

Ven conmigo.

PETRONA

De mil amores iré.

ABADESA

  Guárdete Dios el juicio.

PETRONA

Temo, si es que huya,
una disciplina suya
más que un año de silicio.

(Vanse; salen dos demonios con palancas y azadones.)
DEMONIO

  Astarot, caiga en el suelo
la casa de esta mujer;
date priesa, que recelo
que a mi pesar ha de ser
recámara de su cielo.

ASTAROT

  Buen fin tendrá nuestro intento.

DEMONIO

Si quedase en pie el convento,
aquí se han de registrar
las piedras que han de ilustrar
los tronos del firmamento.
  Mil recoletas doncellas
temo que aquí Dios tendrá,
y Serán luces tan bellas,
que al cielo se las dará
por mejorarle de estrellas.

ASTAROT

  Pica, no te escandalices,
derriba y no profetices.

DEMONIO

Mucho, tenemos que hacer.

ASTAROT

Ya comienzo yo a temer
por ser ansí lo que dices.

 

(Salen TERESA, DOÑA JUANA, PETRONA, y ÁNGELES en figuras de oficiales.)
TERESA

  Al nuevo templo lleguemos;
cuidado, mis oficiales.

JOSEPH

Confía que le tendremos.

TERESA

Dentro están buenos puntales;
venid, todos trabajemos.

DEMONIO

  Esfuerzo mi hermana cobra

DOÑA JUANA

Astarot, vamos de aquí.

ASTAROT

¿Qué temes?

DEMONIO

¡Pesar de mí!
Que hay nueva gente en la obra.

ASTAROT

  ¿Quién, Luzbel, te hace temer?

DEMONIO

Un obrero que hay de nuevo.

ASTAROT

¿Quién tiene tanto poder?

DEMONIO

Pues yo con él no me atrevo,
mira qué tal puede ser.
  Recogidos cortesanos
del cielo a trabajar vienen;
mis intentos salen vanos,
pues a hacer la iglesia vienen
los obreros soberanos.
  Del cielo deben de ser;
hoy con mis trazas concluyo;
mucho tengo que temer.

 

ASTAROT

Ya no podemos hacer
nada; Luzbel, huye.

DEMONIO

Huyo.

(Vanse; sale DON DIEGO.)
DON DIEGO

  Guárdeos el cielo, señora,
de cuyas rojas colores
se afrenta la clara aurora
cuando, matiza de flores
las esmeraldas de Flora.
  Yo, prima, te he de servir
hoy, en no contradecir
la fundación que deseas;
mi intento quiero que veas,
que mi amor puede decir.
  Soy, cual sabes, regidor,
y mándame la ciudad
que proceda con rigor.

DOÑA JUANA

Aquí está mi hermana, entrad;
vuestro oficio haced, señor;
  haced la contradicción
y estorbad la fundación,
pues no la tenéis por buena.

DON DIEGO

No quiero yo darte pena,
que estás en mi corazón;
  pues ver tus ojos merezco,
por hoy no contradiré;
prima, a servirte me ofrezco,
porque sepas de mi fe
que en tu servicio padezco.

 

DOÑA JUANA

  La merced, señor, estimo.

DON DIEGO

Siempre en servirte me animo.

DOÑA JUANA

Ya sé que sois muy cortés.

DON DIEGO

Esta, vuestra hermana es.
Adiós, señora.

DOÑA JUANA

Adiós, primo.

(Vase DON DIEGO; sale TERESA con una espuerta de tierra.)
TERESA

  Dejemos la iglesia llana.

DOÑA JUANA

Qué, ¿también trabajáis vos?

TERESA

Es de Dios la casa, hermana,
y como es casa de Dios,
trabajo de buena gana.

DOÑA JUANA

  Por hoy no os estorbarán,
que ya dicho me lo han.

TERESA

¿Quién, hermana?

DOÑA JUANA

¿Quién? Don Diego.

TERESA

¿Aquí?

DOÑA JUANA

Sí; tened sosiego,
que ya no os contradirán.

TERESA

  Mil gracias al cielo doy.

 

DOÑA JUANA

Hermana, confusa estoy.

TERESA

¿De qué?

DOÑA JUANA

De que han de faltar
dineros para pagar
los jornaleros de hoy.

TERESA

  En eso bien me acomodo.

DOÑA JUANA

Pues decidme, ¿de qué modo
pensáis de pagallos vos?

TERESA

La casa, hermana, es de Dios,
que es el proveedor de todo.

(Sale PETRONA con una espuerta de cal.)
PETRONA

  Socorro, madre y señora,
que con la carga caí.

TERESA

¡Pobre de mí, pecadora!
Y ¿siente algún daño?

PETRONA

Sí,
de nuevo me siento agora.

TERESA

  A nuestro oficio volvamos.

PETRONA

Madre, la iglesia limpiemos.

TERESA

Hija, ven, alegres vamos;
que es bien que nos alegremos,
pues hoy por Dios trabajamos.

 

(Vanse todos; queda DOÑA JUANA y sale VALLE.)
DOÑA JUANA

  Por cierto, grande fervor
lleváis con divino amor
que en Dios, hermana, tenéis.

VALLE

¡Ojos, sin duda el sol veis,
pues os ciega el resplandor!
  ¡Mi señora doña Juana!

DOÑA JUANA

¡Oh, mi señor Juan del Valle!

VALLE

El alma os contempla ufana,
que es el aire de ese talle
céfiro de esta mañana:
  llegó el alma calurosa,
pensativa y congojosa;
pero el aire que he sentido
refresca el alma, encendido,
como el de la aurora hermosa.

DOÑA JUANA

  ¡Qué bien lo sabéis decir!

VALLE

Mi palabra, vida, os doy,
que lo sé mejor sentir.

DOÑA JUANA

¿No sabéis que vuestra soy?

VALLE

Sé que os tengo de servir.

DOÑA JUANA

  Si gustáis de mi contento,
no me habléis de cumplimiento.

 

VALLE

Señora, si he de hablar claro,
las palabras que disparo
son balas del pensamiento.

DOÑA JUANA

  Y balas con que abrasáis
mis sentidos abrasados.

VALLE

Bien, mi señora, os vengáis,
pues con los ojos rasgados,
todo el pecho me rasgáis:
  vengaos, doña Juana, de él;
sed con mi pecho cruel;
pero, sin duda el rigor
se convertirá en amor
cuando os halléis dentro de él.

DOÑA JUANA

  Siendo, señor, eso ansí,
fuerza es mirar por los dos,
que según he visto aquí,
piadosa he de ser con vos,
por no serme cruel a mí.
  ¿Queréis con mi hermana hablar?

VALLE

Y claro lo he de tratar;
y pues el sí me habéis dado,
lo tengo más negociado.

DOÑA JUANA

Con todo, hay que negociar,
  porque de mi voluntad
mi hermana ha de disponer;
ya sale; habladla, y mirad
que os habrá menester
en cierta necesidad.

 

(Sale TERESA con una espuerta de tierra.)
VALLE

  Suyo, como vuestro, soy.
¿Queréis ayuda?

TERESA

Ya hoy
poco menester será,
que se acaba la obra ya,
de que al cielo gracias doy.

DOÑA JUANA

  Decid, pesar de mis males,
¿de dónde se han de pagar,
si acaban, los oficiales?

TERESA

Dineros no han de faltar.

VALLE

Yo traigo quinientos reales.

TERESA

  A buen tiempo habéis venido.

VALLE

Bueno, pues os he servido.

TERESA

Habláis como hermano, al fin.

VALLE

Siempre he llevado ese fin.

TERESA

Ya os tengo bien conocido.

VALLE

  ¿Sabéis de qué hemos tratado?

TERESA

Ya sé, de mi hermana . . . . . . . .,
y le tengo confirmado . . . . . . . .

VALLE

Sin duda hay intento . . . . . . . . .
pues vos le habéis aprobado.

 

(Sale PETRONA.)
PETRONA

  Ya la casa está acabada,
tan firme y tan bien obrada,
que pone contento el vella.

TERESA

Dios pienso que anduvo en ella,
pues queda tan bien labrada.

VALLE

  Dineros ofrecí yo;
tomad, pagadlos enteros.

TERESA

Ved si Dios le descargó,
pues me envía los dineros
cuando la obra se acabó.
  Dios vale al que en Él espera;
debo manos y madera.

VALLE

Aquí están quinientos reales.

TERESA

¿No salen los oficiales?

PETRONA

Ya van saliendo acá fuera.

(Salen los ÁNGELES con azadones y espuertas.)
ÁNGELES

  En el templo de este suelo,
donde ha de ser Dios servido,
razón es hayan venido
los oficiales del cielo.

(Vanse los ÁNGELES.)

 

TERESA

  Vuestro, dinero ha sobrado

VALLE

Ya, madre, lo habemos visto.

TERESA

¿Veis, hermano, cómo Cristo
los obreros me ha pagado?

VALLE

  Supuesto que está de Dios
este negocio, querría,
madre, que hoy en este día
dichoso fin nos deis vos.

TERESA

  Yo digo que se haga hoy,
pues gusta de ello mi hermana.

VALLE

¡Vuestro soy, mi doña Juana!

DOÑA JUANA

¡Yo, mi señor, vuestra soy!

(Sale DON DIEGO.)
DON DIEGO

  ¿Qué es lo que mis ojos ven?
¿Qué lo que amor hoy me muestra?
¿Yo soy vuestro? ¿Yo soy vuestra?
¿Y que las manos se den?
  ¿Es menester un padrino
para el nuevo casamiento?

DON JUAN

¡Primo!

DON DIEGO

¡Extraño pensamiento!

DOÑA JUANA

Algún peligro imagino.

 

DON DIEGO

  Fuera bien que yo supiera
que en aquesto se tratara,
y que presente me hallara
cuando el concierto se hiciera.
  En buena razón me fundo,
que, bien mirado, al presente
no soy tan poco pariente,
que no soy primo segundo.
  Pero, mujeres al fin,
aunque a sus deudos enojan,
siempre al principio se arrojan,
escogiendo lo más ruin.
  Según veo, tenéis talle
de haber el negocio errado,
que por mujeres tratado,
fuera milagro acertalle.

VALLE

  Ya es mucha desenvoltura;
no os arrojéis tanto.

DON DIEGO

¡Ah, cielos!
Corre temporal de celos,
y anégase mi cordura,
  y de vos me quejo ansí,
pues fuera mucha razón
que de vuestra pretensión
me diérades parte a mí;
  pero anduvisteis con arte
en negociar de ese modo,
que quizá os negara el todo
si de ello me dierais parte.

 

VALLE

  De la gloria que me espera,
y que solo he de gozar,
si parte no quise dar,
es porque la quiero entera.
  Del caso estoy enterado,
y tengo bien conocido,
que trato doblado ha sido
el que vendéis por honrado.

DON DIEGO

  ¡Vos sois un mal caballero!

VALLE

¡Vos mentís!

DON DIEGO

Cerrad el labio;
que es bien que a quien toca agravio,
hable con lenguas de acero.

TERESA

  Abajad la diferencia,
mi Dios; atajad su fuego;
de parte de Dios os ruego
que cese aquí la pendencia.

DON DIEGO

  ¿Qué es esto?

VALLE

Yo, madre amada,
ya envaino.

 

DON DIEGO

Mi furia crece.
pero el brazo se entorpece;
no puedo mandar la espada.
  ¿Fuése mi enemigo? ¡Rabio!
Quiero, y no puedo matalle;
pero bien podré alcanzalle
con las alas de mi agravio.
  ¿Fuése al fin? ¿Qué es esto, cielos?
Mas podré en esta ocasión
abrasarle el corazón
con los rayos de mis celos.
  En vano el alma se esfuerza.

PETRONA

Señor don Diego, escuchad:
negocios de voluntad,
no los queráis de por fuerza.
  La naranja y la mujer,
lo que ellas quisieren dar,
porque en llegando a apretar,
amargo el fruto ha de ser.