Historia XVII:Suecia

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Los tres reinos de Dinamarca, Suecia y Noruega habían estado mucho tiempo reunidos bajo un solo soberano, el rey de Dinamarca. En el siglo XVI, Suecia se había sublevado contra el rey de Dinamarca y había vuelto a hacerse reino independiente. El jefe de los sublevados, un caballero sueco, vino a ser el rey Gustavo I y fundó una nueva dinastía sueca. Fué denominada más tarde dinastía de los Vasa (sobrenombre tomado de la gavilla que figura en el escudo familiar). Gustavo estableció en Suecia la religión luterana.

Su nieto Segismundo, siendo ya rey de Suecia, fué elegido rey de Polonia. Se hizo católico y se estableció en Polonia. Los suecos, que eran luteranos, quedaron muy descontentos. El tío del rey, el duque Carlos, último hijo de Gustavo I, había seguido siendo luterano y vivía en Suecia. Convocó una asamblea de personalidades, que declaró el luteranismo religión de Suecia. Pocos años más tarde, depuso al rey católico y eligió en su lugar a su tío, que vino a ser Carlos IX, rey de Suecia (1604).

El hijo de Carlos IX, el célebre Gustavo Adolfo, no fué reconocido rey sino dos meses después de la muerte de su padre. No había sido educado para rey y siguió viviendo como simple caballero, sin Corte, sin ceremonial. Fué príncipe muy activo, buen caballero, buen capitán. Pasó su reinado guerreando; primero con el rey de Polonia, luego con el emperador de Alemania (véase cap. X).

Suecia era un país pobre, que no tenía más que ciudades pequeñas, ni otra industria que las minas de hierro que pertenecían al rey, ni comercio, porque los barcos alemanes de la Hansa hacían entonces todo el comercio del Báltico. La población vivía casi toda en el campo.

Había en Suecia menos diferencia entre los campesinos y los nobles que en los demás países de Europa. Parte de las tierras pertenecían a los campesinos que las cultivaban. Aquellos aldeanos propietarios estaban representados por diputados en la Asamblea de los Estados de Suecia. Todos los propietarios debían seguir al rey a la guerra, los que podían hacerlo a caballo eran nobles. El campesino propietario, si era bastante rico para servir en caballería, venía a ser noble.

El rey no tenía poder absoluto. Había de consultar a un Consejo (llamado Senado), que formaban unos cuantos señores dignatarios, cada uno de los cuales tenía a su cargo una clase de asuntos, el canciller (para los asuntos extranjeros), el mariscal, el almirante, el maestre del Tesoro, el juez. Para los asuntos graves, las leyes, la paz o la guerra, se convocaba la Dieta, formada por cuatro Estados: la nobleza, —el clero, que eran los obispos y los diputados de los pastores, —la burguesía, formada por los diputados de las ciudades, —los aldeanos. La nobleza por sí sola tenía más poder que los otros tres Estados. En realidad, el rey gobernaba de acuerdo con los señores del Consejo y con los nobles de la Dieta.

Gustavo-Adolfo tuvo necesidad de un 'ejército para sus guerras. Los nobles le daban la caballería y los oficiales. Para tener infantería, alistó campesinos. Ordenó a los pastores que hicieran cada uno la relación de los hombres de su parroquia. El pastor anunciaba desde el púlpito el día que habían de reunirse. Ese día, juntábanse los hombres y se repartían en grupos de 10 o de 20. En cada grupo se designaba un individuo que debía ser «sano, fuerte y valeroso». El rey recomendaba que se eligiese al criado con preferencia al dueño y que se hiciera ir a la guerra con antelación a los más pobres.

Como aquellos infantes no podían equiparse a sus expensas, la población de la parroquia había de equiparlos. Se les daba, no uniforme, sino buenas ropas de aldeano y pieles de carnero. El rey proveía a los herreros de hierro para hacer los mosquetes y las picas.

Gustavo-Adolfo no tenía Corte y gastaba muy poco en su persona. Pero eran sus únicos recursos el producto de sus tierras y de sus minas, y un pequeño tributo. Cuando necesitó dinero para la guerra, intentó el establecimiento de varios impuestos (sobre el ganado, los granos, las bebidas); mas los nobles no se avenían a pagar tributo, y resultó déficit por consiguiente. Hubo entonces de permitirse que el ejército sueco hiciera lo que los otros de su época, vivir a expensas del país saqueando a los moradores e imponiendo contribuciones de guerra.

Suecia, que no tenía dinero suficiente, hubo de ponerse al servicio de un aliado rico que pudiera proporcionarla subsidios, y se unió a Francia. En lugar de tener ejército para hacer la guerra, se vió obligada a hacer la guerra para sostener su ejército. Un embajador sueco decía: «Otros Estados hacen la guerra porque son ricos, Suecia la hace porque es pobre». La guerra vino a ser para los suecos una industria nacional.

La monarquía sueca llegó a ser una monarquía militar. Tres de los generales más grandes de la época, Gustavo-Adolfo, Carlos X, Carlos XII, fueron reyes de Suecia. Aquellos monarcas usaban uniforme de general. Fueron los modelos que han imitado más tarde los reyes de Prusia.

Suecia, con un ejército desproporcionado a su población y a su riqueza, tuvo en el siglo XVII el rango de gran Potencia. Fué el Estado más fuerte de Europa oriental y de ello se aprovechó para ensanchar su territorio. Al advenimiento de Gustavo-Adolfo (1611), no poseía aún más que las provincias más pobres de la Suecia actual del centro y del norte, y Finlandia, a la sazón casi desierta.

Gustavo-Adolfo conquistó la gran provincia de Livonia, que era de Polonia. Murió en la guerra de Alemania (1632) y sólo dejó una hija de cinco años, que fué la reina Cristina. El gobierno pasó a un noble sueco, el canciller Oxenstiern, que decidió a la nobleza sueca a continuar la guerra. Suecia ganó en ella la parte mejor de la Pomerania, y dos territorios eclesiásticos en Alemania (1648). Fué el Estado más grande del Báltico. Se ensanchó todavía a expensas de Dinamarca (véase Guerra de Polonia).