Himno a la libertad

​Himno a la libertad​ de Rafael Carvajal



«Salve, salve, deidad peregrina,
por los déspotas siempre ultrajada;
otra vez por un Dios rescatada
más hermosa te vemos brillar».


Eres siempre aquel astro que brilla
de los pueblos mostrando el destino;
eres sol que fecunda el camino
de ventura, de gloria y de paz;
eres soplo de Dios con que al hombre
del cobarde letargo despierta;
eres ángel que vela en la puerta
de ese templo de gloria inmortal.


«Salve, salve, etc.».


Hoy el pueblo conoce dichoso
el influjo que debes al cielo,
hoy desgarras propicia ese velo
que en tinieblas hundió la ciudad:
hoy el hijo le debe a su padre
que gimió largo tiempo expatriado,
hoy el hijo por ti rescatado
de la madre en los brazos está.


«Salve, salve, etc.».


Hoy enjuga la esposa su llanto
y el esposo en tranquila bonanza
hoy bendice la dicha que alcanza
respirando feliz en su hogar:
hoy los brazos extiende el amigo
al amigo que vio en desventura,
y se estrechan en dulce ternura
invocándote, santa deidad.


«Salve, salve, etc.».


Hoy despueblas las crudas montañas,
los desiertos y el suelo extranjero
que escucharon el ¡ay! lastimero
del proscrito que vieron vagar.
Salve, salve, deidad peregrina,
sin piedad tanto tiempo ultrajada,
no separes, por Dios, tu mirada,
que es un rayo de luz celestial.


«Salve, salve, etc.».


En tu nombre hemos visto elevarse
al cobarde, al traidor, al infame;
en tu nombre hubo monstruo que llame
sus crueldades, virtud, libertad;
en tu nombre al genízaro altivo,
por la voz de su jefe azuzado,
hemos visto blandir descarado
tinto en sangre el agudo puñal.


«Salve, salve, etc.».


En tu nombre también al ministro
del Señor hemos visto injuriado,
y proscrito y cruelmente ultrajado,
porque fue de virtud ejemplar,
¡oh, qué horror! la beldad en tu nombre
en oscuras mazmorras gemía;
¡oh, qué horror! los insultos sufría
del esbirro sacrílego audaz.


«Salve, salve, etc.».


En tu nombre el traidor halló premios,
en tu nombre medró el asesino,
en tu nombre un salvaje beduino
holló leyes, honor y moral;
mas, cual astro que siempre señala
a los pueblos su hermoso destino,
hoy nos abres propicia el camino
de ventura, de gloria y de paz.


«Salve, salve, etc.».


Abrí con asombro los ojos y el día
hirió mis pupilas, hirió el corazón;
y, al ver la mentira del sueño, sentía
roer mis entrañas amarga impresión;


Amarga cual nunca probara mi pecho
sentí en ese instante de eterno pesar,
al verme proscrito y en mísero lecho
buscando con ansia mi patria, mi hogar.


¡Ay patria querida! perdona si osada
cantando este sueño mi lira infeliz,
pintó del oprobio que sufres cuitada
el fúnebre cuadro con negro barniz:


No tiene la culpa mi débil acento
si acaso tu rostro colora el rubor,
la tiene el imbécil que vive contento,
la tiene el maldito que ultraja tu flor.