El Museo Universal (1869)
Gibraltar 2
de Nicolás Díaz de Benjumea


GIBRALTAR.

(Conclusión.)


Fue este escritor profeta, sin saberlo como otros muchos, pues para profetizar no hay mas que tener juicio. ¿Qué no se ha dicho por los ingleses contra esta especie de enmaradas, que se pagan su sueldo con sus propias manos? Pero Inglaterra sabe muy bien que, como ha dicho Félix Pyat, refiriéndose á recientes, sucesos: l'honneur n'est point... salaire, comme le veut l'Empire.

Más honra ha adquirido la nación británica con haber tenido al frente reyes y ministros que han tratado de devolver el dominio de Gibraltar a España, que con retenerle, y aun defenderle, en varias ocasiones.

El curso de las negociaciones diplomáticas entre ambos gobiernos, deja ver asimismo que existia ese compromiso implícito sobre posesión temporal.


Desde 1715 hasta 1726 fueron renovadas por una y otra parte las proposiciones de cesión de la plaza sin interrupción. El mismo historiador Sayer, que se abstiene de comentar sobre el origen y naturaleza del dominio, expresa que fueron iniciadas y sugeridas por ef gobierno inglés. Y esto en época en que España apenas estimaba el valor de este puerto, mientras que Inglaterra en pleno Parlamento habia declarado serle necesario para el comercio, influjo é intereses en el Mediterráneo.

Jorge I llegó hasta hacer promesa formal por escrito, aconsejado por sus ministros, de devolver la plaza á España, cumpliendo sin duda con el peto secreto, Esta carta fue desde entonces el título indisputable en que el gobierno español fundó sus reclamaciones sucesivas. Concesión explícita semejante nunca pudo ser explicada ni comprendida fuera de las regiones diplomáticas, y por lo mismo lejos del conocimiento de las condiciones y pactos entre los respectivos gobiernos. Sin embargo, el texto es claro, conciso y significativo. El monarca inglés decia: «no vacilo en asegurar á vuestra magestad de mi disposición á satisfacer vuestra demanda, tocante á la restitución de Gibraltar, prometiéndole aprovechar la primera oportunidad favorable para regular este asunto.»

Escrita esta carta, el gobierno español se consideró legalmente acreedor á la restitución de Gibraltar, lo que se evidencia asimismo por el art. 2.º del tratado de garantía de Viena, entre el emperador y el rey de España, cuyos términos son los siguientes:

«Por cuanto ha sido representado por el ministro del serenísimo Rey de España, que la restitución de Gibraltar con su bahía habia sido prometida por el Rey de la Gran Bretaña, y que el Rey de España insiste en que Gibraltar y su hatiía y la isla de Menorca con puerto Mahon sean restituidos á su real magestad católica, se declara por las presentes, por parte de su «agrada imperial católica magestad,_ que no se opondrá á la dicha restitución, si se efectúa de una manera amigable, y que, si necesario fuese, interpondrá sus buenos oficios con este objeto, y, si las partes lo desean, se constituirá como mediadora en el asunto.»

En el tratado de Riperdá, la intervención del Austria llegaba hasta prometer auxilios para arrancar la Íilaza por fuerza, caso de que de grado no la cediese Inglaterra. La sorpresa que todo ello causó á los no iniciados en las transacciones diplomáticas, la irritación del pueblo explotada por la oposición de las Cámaras, y nuevas complicaciones de sucesos, desvirtuaron el efecto, y enfriaron los ánimos de una y otra parte. Mas para que se vea con cuánto derecho se había reclamado la devolución de Gibraltar, y se comprenda la docilidad del gobierno inglés, baste decir que las demandas del monarca español se habían formulado con exclusión de toda idea de equivalente. Se pidió una cesión incondicional, absoluta; y, habiendo escrito el rey Jorge una carta en que se introdujo la voz equivalente, fue rechazada por el gobierno español, y solicitada una redacción nueva, en Ta que, como se ha visto, se descartó esta palabra.

¿Cómo se comprende esto después de firmarse un tratado en que se cede á Gibraltar? ¿Cómo se explica esta sumisión y condescendencia inaudita, si el dicho tratado fuese un título bastante en la conciencia de ambos gobiernos? Ni el de España hubiera reclamado, apenas concluido el convenio, ni el de Inglaterra hubiera escuchado demanda tan grave é importante, si tuviese en el tratado de 1713 un título de propiedad incontestable.

En realidad tan de guardar es la fe y promesa que solemnemente se hizo al pueblo español como cualquiera otro compromiso de los monarcas y gobiernos. Felipe V la creyó siempre verdadera y sincera. Los ministros ingleses conocieron su gravedad y las obligaciones á que daba origen. Solo la irritación y violencia de las pasiones populares hicieron fracasar en ocasiones diversas todos los proyectos y pasos hacia el prometido arreglo. Asi lo expuso el ministro inglés, residente en Madrid, á Felipe V. No habia medio; tan luego como el asunto se traia á las Cámaras quedaba amenazada la existencia del ministerio. El furor popular, nuevo Moloch, habia devorado á todos los ministros que osaron proponer la restitución. Tal fue el mal efecto de los docimientos ostensibles en la nación, ignorante de los documentos y cláusulas secretas y reservadas. Ia indiscreción de Riperdá contribuyó más que nada á exaltar el entusiasmo; porque el honor nacional se Creyó herido con la amenaza que era entonces el tópico de las hablillas en Viena, y que no bastó á calmar la respuesta que dió el marqués de la Paz al ministro Stannope, asegurándole, «que el emperador sólo intentó recordar á su magostad británica las promesas que habia hecho sobre este punto, que «a su majestad ni la nación inglesa podrían rechazar ni renunciar. »

Agregóse á esta cuestión para envenenarla la idea de que el Austria iba á colocar al pretendiente en el trono de Inglaterra, y que esta dádiva la habia de pagar con la pérdida de Gibrallar y Mahon. Asi se dijo en el insidioso discurso de la corona, aprovechando sus hábiles redactores todas las circunstancias que pudiesen contribuir á hacer odioso al pueblo el asunto de cesión de Gibraltar.

En 1780 Florldablanca logró llevar adelante las negociaciones por sugestión del almirante Johnson. En varios consejos de ministros los ingleses redactaron los artículos de la cesión, que debía tener lugar terminada la rebelión americana. En estaos negociaciones, y tratando con un hombre como Floridablanca, el gobierno inglés se encontró en una situación tal, que no vaciló en apelar á una conducta que ha sido fuertemente censurada por limpios y extraños. El mismo Hussey, ministro de Inglaterra en Madrid, se indignó al ver la doblez con que procedió su gobierno, que condenaba en público la indicación del comodoro Johnson, cuando se ocupaba asiduamente en redactar artículos sobre el asunto. Hussey presentó al fin una carta, proponiendo que, bajo el título de cambio de territorio, podía introducirse la cuestión de cesión en el tratado de paz que habia de celebrarse bajo la base del tratado de París; pero, ocurriendo á poco la derrota de Lángara, cambiaron de aspecto las negociaciones, y aunque la nueva entrada de litl en el ministerio hizo renacer las esperanzas de alcanzar á Gibraltar, se desvanecieron por completo ante el entusiasmo y honda impresión que en el pueblo inglés produjeron la heroica defensa y victoria obtenida por la guarnición inglesa.

En resumen, la adquisición de Gibraltar fue hecha contra los tratados, y arrebatada á España sin estaren guerra declarada contra ella, retenida contra la voluntad del Austria, y adjudicada en compensación por la desventajosa paz de Ltrecht. Cedida después temporalmente, y por la presión de las circunstancias, no sólo se dió promesa formal de restituirla, sino que quedó nulo el tratado por la infracción de las condiciones, bajo las cuales se permitió á la guarnición inglesa quedar en posesión de la plaza; pues indebidamente extendieron las fortificaciones mas allá de los límites prescritos, y permitieron residir en la plaza á moros y judíos, todo contra las cláusulas expresas del tratado. El tratado posterior de Sevilla en 1729, ni reconoció el derecho de los ingleses á conservarla, ni anuló el de los españoles para reclamarla.

Tales son los antecedentes históricos que á favor de España militan para renovar siempre y en todo tiempo sus demandas sobre Gibraltar. Implícita y explícitamente ha sido este derecho reconocido y confesado, v sólo las preocupaciones populares han impedido á los gobiernos hacer cumplida justicia á nuestras peticiones. Yo he meditado, decia Floridablanca, sobre este asunto, y veo muchos amplios equivalentes á los ojos del criterio nacional; pero hay en la nación inglesa preocupaciones que sobrepujan á todos los razonamientos.»

BREVE NOTICIA 0E LOS CERCOS PUESTOS Á GIBRALTAR.

Gebel-tarik, Gebel-tarek, ó Gibel-tar, fue ya mencionado como fortaleza á principios del siglo VIII, en cuya época desembarcó en este conspicuo puerto del fretum gaditanum el califa Walid con doce mil hombres, construyendo en él un castillo del cual se conservan aun los restos. Según unos, la verdadera etimología es Gebel-tar, que significa: la torre de la roca. Según otros, tar debe ser tarik, nombre del general moro, liberto de Musa, Ibu Nosseyr, que fue el primero que desembarcó en él y le gobernó. Miguel de Luna, que se da por traductor de la historia de Abentarique, aunque nadie duda de une fue obra suya, dice que Gibraltar significa: Sierra de la conquista. Montero en su historia de Gibraltar deriva este hombre de Gebal-al, que quiere decir montaña elevada. Finalmente, es también llamado, según el señor Gavanzos, Gebalu-abYatah, que quiere decir montaña de la victoria; con lo que no queda duda de que ya el accidente natural del terreno, ya el suceso que dejó tan triste recuerdo en nuestro pais, como grato para los moros invasores, han contribuido á la denominación de este famoso puerto.

Baste lo dicho para los aficionados á etimologías.

Seis siglos después del desembarco de Tarik, hacia 1309, fue la plaza atacada por Fernando IV rey de Castilla, y reconquistada de los moros.

En 1315, reinando Alfonso XI, lsmail Ben Yerag le puso sitio; pero se retiró al cabo sin lograr su intento.

En 1333, gobernándola Vasco Pérez, volvió á caer en poder de los mahometanos.

En 1345 la sitió el rey don Alfonso, concluyendo el cerco con una tregua por tres años. En 1349 volvió á ser sitiada por el mismo rey don Alfonso. Continuó el cerco Pérez de Guzman hasta 1350, en que se retiraron las tropas á consecuencia de una epidemia de que fue víctima este valeroso monarca.

En 1411, cansados los moros residentes en Gibraltar de la tirania de los gobernadores, pidieron socorro al rey de Marruecos, á quien entregaron la plaza; pero sabedor de esto Yussef III, rey de Granada, la recobró y unió á su reino.

En 1436 la acató don Enrique de Guzman, irritado del pillaje de los moros á favor de la roca, pereciendo en él con una porción de nobles y soldados. En I tt¡2 Alonso de Arcos, alcalde de Tarifa, la puso cerco y ganó de los sarracenos.

PLAZA SANTA-TRINITA EN FLORENCIA.

En 1466 la sitió el duque de Medina-Sidonia, partidario del infante Alfonso; y en el siguiente año se rindió á su hijo don Enrique de Guzman.

En 1506 Juan de Guzman, duque de Medina-Sidonia, estando ya incorporado el.puerto á la corona de Castilla, ordenó á su hijo don Enrique que le sitiase para recobrarle, lo que verificó sin obtener fruto alguno de su empresa.

En 1540 unos corsarios berberiscos capitaneados por Azan Aga, virey de Argel, sorprendieron la ciudad, y se retiraron con presa de rico botin y gran número de prisioneros. El bravo almirante don Bernardino de Mendoza, sucesor del rayo de la guerra don Alvaro de Bazan, los halló á su retorno y los derrotó, salvando á ochocientos treinta y siete cristianos.

En 1704 fue sorprendida, y tomada fácilmente la plaza, por el almirante Sir George Rooke, con las escuadras combinadas de Inglaterra y Holanda.

En 1705 fue atacada por españoles y franceses.

En 1720 se hizo otra tentativa por parte de España.

En 1727 fue sitiado nuevamente dirigiendo el ataque el conde de las Torres.

En 1782 concluyó el último y mas memorable cerco de esta fortaleza por españoles y franceses, comparable con el de Malta por los turcos, por la perseverancia y fuerzas empleadas.

EPITOME BIBLIOGRÁFICO [1] .

Diálogo en que se cuenta el saco que los turcos hicieron en Gibraltar, y el vencimiento que la armada de España hizo a los turcos, en el año de 1540, por Pedro Berrantes Maldonado. Alcalá de Henares, 1566.

Historia de Gibraltar (manuscrito), por Alonso Hernández del Portillo, 1610.

Descripción de la ciudad de Gibraltar y del monte Calpe, por Fernandez Pérez, 1636.

Concordia Discors, o argumento para probar que la posision de Dunkirk, puerto Mahon, Gibraltar y otras plazas, por los ingleses, puede ser de peores consecuencias que si hubieran continuado en manos de los franceses y españoles. A lo que se añade también la historia de las fuerzas sostenidas desde que se tomaron, y los males que surgieron. Anónimo. Impreso en 1712.

Este folleto habla contra la retención de Gibraltar. El autor tiene miedo de las fuerzas militares que requerían Gibraltar y Menorca, montantes entonces entre ambas 15,000 hombres. «Estos, dice, unidos á 7,000 hombres en Inglaterra, 4,000 en Escocia y 12,000 en Irlanda, constituyen una fuerza capaz de tentar á un soberano para que se constituya en déspota y se incline a dar rienda suelta á sus pasiones.»

Historia de Gibraltar (manuscrito), por el presbítero don Juan Romero de Figueroa, cura de la iglesia de Santa María de la dicha plaza.

Este virtuoso sacerdote, y verdadero español, no quiso abandonar la ciudad á la entrada de los ingleses. «¡Oh, patria mia! exclama, ¡qué hermosa me. pareces! Yo no te abandonaré, y mis cenizas se mezclarán con las tuyas.» La conducta de este varón insigne causo admiración y respeto á la misma soldadesca. En su opinión, Rooke obró mas bien como pirata que como almirante.

Carta á los lores comisionados para el comercio y plantación, concerniente á las ventajas de Gibraltar para el comercio de la Gran Bretaña, con algunos proyectos para hacerle mas útil, por un Mercader turco. Lleva un mapa del Mediterráneo, 1720.

Hé aquí la historia de esta carta y del autor oculto bajo el pseudónimo. En 1717, hallándose en Gibraltar el almirante Cornwall, quiso informarse del verdadero estado de esta plaza respecto al comercio y otras ventajas públicas, y entre otros acudió á Mr. John Beaver, á quien pidió su parecer é indicaciones en beneficio de la fortaleza. Murió el almirante en Lisboa, cuando retornaba a Inglaterra, y sus papeles fueron á manos de su secretario, quien publicó este folleto, nutrido principalmente de las memorias ó informes de Beaver, bajo el pseudónimo de Mercader turco.

Consideraciones sobre la próxima paz, y sobre la importancia de Gibraltar para el gobierno británico, que forma la segunda parte del Whig independiente. Año de 1720.

Es esta una defensa entusiasta de la retención de Gibraltar. Se supone fue escrita por Mr. Gordon, el traductor de Tácito. Este escritor creia que Inglaterra con Gibraltar era un obstáculo á la grandeza de la Francia; opinión cuya falsedad han puesto los hechos de manifiesto. Otro autor anónimo, que escribía sobre ésta materia cuarenta años después, observaba: «ser la opinión general de los hombres políticos de su tiempo, que nada contribuiría más á romper los lazos que unían a Francia y España como el destruir los celos mantenidos entre España é Inglaterra por la retención del dominio de Gibraltar.

Cartas de Catón, impresas en 1720.

Estas cartas provienen de la misma pluma que el folleto antecedente. Mr. Gordon vuelve á tronar contra la devolución.

Gibraltar, Poema épico. Anónimo, 1720.

Hizo bien el moderno poeta en ocultar su nombre. Hé aquí cómo refiere la toma de la plaza: «Oyó y vió el hado: porque antes que dos siglos trascurriesen, ó España hubiese contado ocho sucesivos monarcas, hé aquí que la emperatriz Ana envía su temida escuadra, que sobre el proceloso Océano con imponente pompa se extiende. Desde las distantes llanuras y viñas de la Bética vieron los moradores atónitos los elevados mástiles; del trueno británico oyen el retemblante eco, y acuden á las preces para echar á pique las quillas enemigas. »

Gibraltar, baluarte de la Gran Bretaña, por un caballero marino. Año de 1725.

Es una carta á un miembro del Parlamento. Contiene algunas consideraciones sobre la importancia de esta plaza con respecto al comercio inglés en general, y en particular al de Berbería, España y Francia. En esta carta se propone á Inglaterra la disminución de los gastos que anualmente ocasionaba la guarnición del fuerte.

Tres cartas relativas á la marina , Gibraltar y puerto Mahon. Escritas en 1747 y 1748. Impresas en 1757.

Esta es una obra con gran madurez escrita. Expone que nunca obraron los ministros de Inglaterra como si entendiesen conservar perpétuamente a Gibraltar, sino como si esperasen la mejor ocasión para devolverle.

Consideraba el autor á Menorca como mas ventajosa que Gibraltar, asi porque su conservación era mas fácil y por tener en Mahon una de las mejores bahías en el mundo conocidas, como por dar menos celos á España, con la cual convenia estar en los mejores tér- minos.

Razones para devolver á Gibraltar, 1747. Anónimo.

El estilo de este periódico es satírico, y aunque por el título parece que abogaría por la restitución, no se deja esto entender fácilmente por su contenido. Principalmente expone los abusos y tiranías de los gobernadores ingleses, de que dió el primer ejemplo el coronel Congreve, primer enviado á gobernar la plaza, y que perpetuaron el coronel Cotton y sus sucesores. Trae la respuesta y adhesión de los prefectos de todas las ciudades á la déclaraciop hecha en las Cámaras en 1728, de que confiaban en S. M. tocante á las medidas que habían de tomarse para mantener ileso el honor nacional y asegurar el comercio, preservando con especial cuidado los derechos indisputables á Gibraltar y á la isla de Menorca. En la portada se ven estos dos significativos epígrafes:

«¡Auri sacra fames, quid non mortalia cogis Pectora!!!»

(Virgilio.)

«Fraudare, rapere, falsis nomBibus lmperium appeLlant.»

( Tacit . in Vic. Agrie.) j

Historia del estrecho de Hércules, por Thomás James, 1771.

Se limita á noticias sobre topografía, clima, etc. de Gibraltar.

Historia de Gibraltar, por don Ignacio López de Avala, cronista de Cárlos III.

Este monarca, preparado para el famoso cerco en que agotó grandes tesoros, mandó á su cronista escribir los anales de la plaza. Se extiende el historiador desde las noticias primitivas hasta los preparativos del memorable sitio de 1782, y concluye esperando en el buen éxito de los aprestos militares. Es obra muy recomendable.

La historia antigua y moderna de Gibraltar, por Mr. Dodd.

Cabalmente lo contrario ha de juzgarse de ésta, según ya ha observado nuestro compatriota el señor Montero.

Historia del sitio de Gibraltar, 1784, por el coronel Drinkwater.

Gibraltar, poema épico, 1785. Anónimo.

Vése por estas dos muestras, que la epopeya no es negocio tan dificultoso como algunos creen.

Historia de Gibraltar, traducción de la de Ayala, por Mr. Bell. 1845.

Historia de Gibraltar, por el señor López Montero, Cádiz, 1852.

Historia de Gibraltar, por el capitán Sayer, 1862. Es extracto de las anteriores, distinguiéndose por la narración de las negociaciones diplomáticas, aunque hecha muy en resúmen y bajo el punto de vista británico.

Gibraltar á España— por N. D. Benjumea. — Madrid— 1863.

Gibraltar— por F. M. Tubino, Sevilla.


Nicolás Díaz Benjumea.


  1. Como la mayor de las obras mas importantes bajo el punto de vista político han sido escritas y publicadas en Inglaterra, al dar cuenta de ellas añado un breve resumen de su contenido, dando á conocer las particularidades dignas de noticia.