Llevaba por las calles un jumento
varios tiestos en flor, y el grato aroma
que embalsamaba el viento,
alrededor juntaba del pollino
cuantas narices de goloso olfato
hallaba en el camino.
Viendo que se le sigue, va y lo toma
por él el mentecato,
y exclama interiormente:
No hay duda que hay aquí muy buena gente,
y es conmigo finísima en sus modos.
Todos me obsequian, me acompañan todos.
La estación de las flores poco dura.
Sucede que otro día
le cargan a mi burro de basura;
y huyendo entonces el fatal encuentro,
se vuelve cada cual o se desvía,
y en hallando un portal, se mete dentro.
Y el animal decía:
No se me puede honrar más a las claras:
todos, para que marche sin tropiezo,
se apartan de mi lado veinte varas.


Así vive feliz un arrapiezo
de los que dicen diferiencia y buya,
porque tiene la suerte
de que nada interpreta en contra suya,
y todo en su provecho lo convierte.