Miraba Calderón (no el de la Barca,
sino el que fue ministro del monarca
Don Felipe tercero),
Rodrigo Calderón miraba, digo,
un cementerio de Madrid un día, 
y en él halló un letrero
cercano del umbral, que así decía:
«Amigo y enemigo
aquí en profunda paz reposan juntos.»
-¡Ay! (Exclamó Rodrigo) 
¡venturosos mil veces los difuntos!