Cierto león solía
por su bondad de genio
tener con una liebre
sus ratos de recreo.
¿Es verdad (preguntole 
la liebre en uno de ellos)
que un miserable gallo,
si empieza el cacareo,
os hace a los leones
tímidos ir huyendo? 
-No tienes que dudarlo
(dijo el león sincero):
lo mismo al elefante
le pasa con el cerdo,
que si oye su gruñido, 
se asusta sin remedio.
Los grandes animales
(preciso es conocerlo)
una flaqueza de estas 
por lo común tenemos. 
-¿Sí? (replicó la liebre.)
Vamos, pues ya comprendo
por qué tememos tanto
nosotras a los perros.