Embajadores de China

El Museo Universal (1869)
Embajadores de China
EMBAJADORES DE CHINA.

Ahora que tanto se habla de la legación chinesca en París , y de los personajes Chih-Tajen y Sun-Tajen, asociados á Mr. Burlingame, oportuno es decir algo sobre los antecedentes é historia de las embajadas de esta nación, secuestrada voluntariamente por muchos siglos de la comunicación y trato con sus hermanas.

En el largo período de tres mil años, sólo por dos veces intentó el gobierno chino comunicarse con pueblos a quienes, en su orgullo y vanidad, llamaban bárbaros. La primera tentativa fue hecha por el gran Kubla Khan, emperador del Cathay en el siglo XIII. En la segunda mitad de este siglo penetró Marco Polo en el interior de Asia y los territorios de la Tartaria y de la China, después de grandes dificultades y peligros. A su llegada a Pekín, fue hospitalariamente recibido por Kubla Khan á quien agradaba tanto el carácter y la conversación del veneciano, que contrajo con él amistad estrecha; y cuando la nostalgia acometió al ilustre viajero, de modo que no le permitió prolongar más su residencia en China sin comprometer la vida, le dejó ir á disgusto suyo, y encargándole dos misiones: la una, acompañar á una joven de la familia imperial hasta el golfo pérsico y entregarla al Shah de Persia á quien en casamiento estaba prometida; y la otra, visitar las principales córtes de Europa y hacer saber lo que habia visto y cómo habia sido recibido en China. Marco Polo dejó el rio Peihó en el año de 1280. La flota que le condujo juntamente con la princesa, consistía en catorce naves de cuatro mástiles cada una. llevando las mayores de ellas hasta doscientos cincuenta marineros, y todos con provisiones para dos años.

Después de escoltar á la princesa y dejarla en poder de su señor, Marco Polo se fué á Venecia con objeto de cumplir los demás objetos de su misión, que eran más bien sociales y corteses que no políticos; mas por circunstancias enlazadas con la historia de su nativo suelo, se vió imposibilitado de visitar ninguna de las cristianas córtes; y el gran Kubla murió sin recibir noticias de la llegada de su enviado.

La segunda embajada ó misión fue despachada tres siglos después, cuando el emperador mandó á un chino á la corte moscovita, con objeto que hasta hoy no ha traspirado, por donde se echa de ver que antes habia más secreto en la diplomacia. Sin embargo, también fue infructuosa esta misión, porque el enviado intentó caminar hácia el Norte y el Este, y se supone que pereció con toda su comitiva en las llanuras de Kamchatka ó Siberia. Ello es lo cierto que nunca más se volvió á oir hablar de él.

Finalmente, la tercera misión, que es la más notable é importante, es la que hoy día nos trae á Mr. Burlingame con sus dos asociados chinos y comitiva correspondiente, y cuyos usos y costumbres tan distintos de los de Europa forman la comidilla de los desocupados parisienses, que deben ser muchos según los tiempos que corren.