El picaflor enojado

Fábulas argentinas
El picaflor enojado

de Godofredo Daireaux


En un jardín donde acostumbraba merodear un joven picaflor, una tarde, colocaron un gran espejo en forma de globo, para que en él se miraran las flores coquetas y las mariposas presumidas.

Como siempre, el picaflor, el día siguiente, luego que empezó el sol a calentar, entró como flecha en el jardín, en busca de miel, pinchando aquí, pinchando allá, en su vibrante aleteo de arco iris viviente, dando a la flor vencida los crueles besos de su largo pico.

De repente, vio relumbrar en el gran globo de cristal las mil flores coloradas de la misma planta que estaba saqueando, y dejando pasmarse en inútiles deseos las elegantes campanillas que le pedían su amor, fue a dar de picotazos a la sombra de ellas.

Hubiera debido ver que se equivocaba; pero, acostumbrado a no encontrar resistencia, se dejó enceguecer por la ira, y siguió picoteando, enojado, enfurecido, hasta romperse el pico en la dura pared de pintadas ilusiones, y caer moribundo, víctima de su locura.

La reflexión y la ira son enemigas mortales, y siempre una de ellas mata a la otra.