El método racional: 3


III.

¿Cómo se marca y se determina esta influencia cada vez mayor del elemento racional sobre el elemento empírico?

Por la aplicación de las matemáticas á las ciencias físicas y químicas.

Las matemáticas estudian las leyes de la cantidad pura, del órden combinatorio y del órden geométrico; pero la cantidad es al mismo tiempo una categoría de la razón y una parte de la realidad. Hé aquí un elemento común al ser que piensa y al mundo pensado; una cosa que está dentro y que está fuera del hombre; ó como dicen los filósofos, algo que es objetivo y subjetivo á la par. Este será el sublime puente por donde pasará el pensamiento al mundo de la materia: por la cantidad, que es cosa racional, y por sus leyes, que son racionales también, domará el hombre la infinita variedad y oposición de los fenómenos, encerrándolos en la idea como en perfecto molde; de tal suerte, que, terminada su obra, podrá cerrar los ojos, mirar dentro de sí, y por solo la visión interna dictar leyes á los astros, leyes á las moléculas, al calórico que desciende del sol, á la luz que irradia en los espacios, al rayo que rasga las nubes; y esas leyes se verán cumplidas, porque las ha leido el hombre en las tablas divinas de su razón, donde grabó Dios los mandamientos de toda realidad.

Entiéndase sin embargo, para evitar falsas interpretaciones, que prescindimos aquí de las escuelas escépticas y críticas, y que damos realidad objetiva á las categorías racionales. Comprendemos la inmensa trascendencia del gran problema crítico, admirablemente formulado por Kant, así como las objeciones que se nos pudieran oponer; pero no es esta la ocasión de discutirlas, toda vez que no nos proponemos escribir un artículo sobre filosofía, sino únicamente llamar la atención de nuestros lectores sobre el carácter y las tendencias de la moderna física. La cantidad es una categoría de la razón, y sus leyes son por ende racionales y lógicas; luego sin acudir á la experiencia podremos deducirlas y demostrarlas. Basta pensar para crear las matemáticas: escritas están en nuestro pensamiento, y sus verdades y sus principios brotan con el carácter de universales y necesarios: jamás los contradice la experiencia, ni aunque quisiéramos podriamos renegar de ellos. Cuando una verdad matemática ha hecho presa en nuestra inteligencia, imposible es arrancarla de allí. Busquemos al hombre más codicioso, enseñémosle geometría, y cuando llegue á comprender claramente que la suma de los tres ángulos de un triangulo es igual á dos rectos, ofrezcámosle cien, doscientos, mil millones á cambio de arrancar de su razón la verdad geométrica enunciada, y querrá dudar y no podrá, y mentirán sus labios, pero su inteligencia afirmará el teorema. Y es que contra las verdades racionales nada puede el interés mundano, ni la voluntad, ni el miedo: son, y no pueden dejar de ser: para romperlas tendríamos que romper nuestro cráneo, y aun entonces seguirían apegadas á la sustancia inmortal del espíritu.

Poseemos pues la idea de la cantidad como categoría racional, y como leyes racionales las leyes de esta categoría: es en efecto aquella, y son estas, elementos subjetivos del espíritu humano.

Pero fuera del hombre, es decir objetivadas, existen también: todo en el mundo físico podrá ser algo más, pero es cantidad.

Cantidad es el espacio, y cantidad es el tiempo.

Cantidades son las fuerzas todas de la naturaleza: la gravedad, la pesantez, la electricidad, el magnetismo, el calor.

Hay más ó menos luz; luego la luz es cantidad también.

Y cantidad es el aire, y la masa sólida de los astros, y el impalpable vapor de la nebulosa, y el éter que impregna los cuerpos y vibra entre los espacios interestelares y se extiende por ios ámbitos infinitos de la creación.

En todos los fenómenos del mundo exterior entra como elemento indispensable la cantidad, y por doquiera palpita esta idea entre las rudas y groseras evoluciones de la materia.

Luego si poseemos racionalmente a priori, por nuestra propia virtud, porque están en nosotros, las leyes de esta categoría, poseemos también a priori una parte al menos de las leyes de la naturaleza, y podremos conocer racionalmente aquel aspecto de las cosas y de los fenómenos en que la cantidad domina. Hé aquí realizada una parte del ideal de la ciencia; una de sus grandes aspiraciones, la unidad, uno de los más ardientes deseos del filósofo, encontrar en si mismo leyes, fórmulas y principios que aplicar al revuelto y confuso océano de los hechos naturales.

Hé aquí lo a priori triunfando de lo a posteriori, y por decirlo de una vez, la razón triunfando de la experiencia, no por completo, pero sí en gran parte.

Las fuerzas, las masas, las velocidades, el espacio y el tiempo son cantidades; pues bien, la mecánica será la ciencia de todas ellas, y por la mecánica los principios racionales de las matemáticas se aplicarán á los astros que vuelan en el espacio, á las moléculas que vibran en los cuerpos, al éter que en magníficas ondas lleva la palpitación de la materia por lo infinito.

¡Cuan poco queda en esta parte de la física del método experimental!

Algunos principios empíricos, pero muy escasos en número, y tendiendo á reducirse cada vez más: así el hecho aspira á convertirse en ley racional, lo tangible se espiritualiza, la molécula pugna por ser idea.

Galileo, Newton, Leibnitz, los Bernoulli, D'Alembert, Euler, Laplace, Ampère, Poisson, Lagrange, Cauchy y otros cien han realizado tal maravilla.

Un paso todavía, y la mecánica se convierte en ciencia puramente racional, creada en el fondo del pensamiento, y aplicada después como ley suprema á las fuerzas, á las masas y á las velocidades.