El Tesoro de la Juventud (1911)
El libro de la Poesía, Tomo 2
El Cigarro
de Florencio Balcarce

Nota: se ha conservado la ortografía original.


Por regla general, los poetas cantan en su juventud las alegrías del vivir y las vehemencias y apasionamientos de los primeros amores. Pero no siempre ocurre así; y el poeta argentino Florencio Balcarce (1818-1839) es uno de los que se nos presentan como excepción de esa regla, dándonos en su poesía « El cigarro » una meditación filosófica sobre lo efímero y transitorio de las dichas humanas. Sus cuartetas, empapadas de intenso sabor local, parecen inspiradas por los desengaños de una vida trabajosa y prolongada.


EL CIGARRO

E

N la cresta de una loma

Se alza un ombú corpulento
Que alumbra el sol cuando asoma
Y bate, si sopla, el viento.

Bajo sus ramas esconde
Un rancho de paja y barro,
Mansión pacífica en donde
Fuma un viejo su cigarro.

En tomo los nietos mira
Y con labios casi yertos,
« ¡Feliz, dice, quien respira
El aire de los desiertos!

» Pueda, en fin, aunque en la fuente
Aplaque mi sed sin jarro,
Entre mi prole inocente
Fumar en paz mi cigarro.

» Que os mire crecer contentos
El ombú de vuestro abuelo,
Tan libres como los vientos
Y sin más Dios que el del cielo.

» Tocar vuestra mano tema
Del rico el dorado carro:
A quien toca, hijos, quema
Como el fuego del cigarro.

» No siempre movió en mi frente
El pampero fría cana;
El mirar mío fué ardiente,
Mi tez rugosa, lozana:

» La fama en tierras ajenas
Me aclamó noble y bizarro;
Pero ya ¿qué soy? apenas
La ceniza de un cigarro.

» Por la patria fui soldado
Y seguí nuestras banderas,
Hasta el campo ensangrentado
De las altas cordilleras.

» Aun mi huella está grabada
En la tumba de Pizarro,
Pero ¿qué es la gloria? — nada;
Es el humo de un cigarro.

» ¿Qué me dejan de sus huellas
La grandeza y los honores?
Por la paz hondas querellas.
Los abrojos por las flores.

» La patria al que ha perecido
Desprecia como un guijarro...
Como yo arrojo y olvido
La punta de mi cigarro.

» Las horas vivid sencillas
Sin correr tras la tormenta;
No dobléis vuestras rodillas
Sino al Dios que nos alienta.

» No habita la paz más casa
Que el rancho de paja y barro;
Gozadla, que todo pasa,
Y el hombre como un cigarro.»