Crónica General del 22.1.1900

Nota: Se ha conservado la ortografía original.


CRÓNICA GENERAL 22.1.1900

C

ON pena soy testigo de propósitos culpables, reveladores de un egoísmo sin enmienda; y así en los actos realizados por los representantes de la producción nacional, como en las manifestaciones rebeldes de los que alardean mejores sentimientos religiosos; en las tendencias separatistas de malvados agitadores, y en la conducta aviesa observada por los sedicentes heraldos de la legitimidad; en la punible resistencia de los contribuyentes colegiados para negar recursos al Tesoro, y en las explosiones de la irritación popular, tan insensata y torpe como todas las irritaciones, veo la representación viva y activa de nuestros vicios congénitos, demostrándome que aún permanecemos en el pantano donde nos sorprendió la última catástrofe.»

Así nos juzgó desde muy lejos, en la conferencia dada en el Club Español de Buenos Aires, el Dr. D. Severiano Lorente, discurriendo acerca del tema «Patología de la opinión española», en un discurso magistral que no tiene desperdicio.

«Aquí todos somos honrados— dice en otro párrafo,—pero la capa no parece.»

No podemos extractar aquel discurso sustancioso en que refiere una anécdota expresiva.

Dice que había en su ciudad un colchonero muy redicho, que cuando se despedía de las gentes a quienes había ahuecado algún colchón, decía invariablemente: «Que le aplasten ustedes con salud.» Cundió la frase, y habiéndose nombrado recaudador de contribuciones de un partido a un sujeto que tenía el apellido incitante al epigrama, escribieron los humoristas al distrito: « Ha salido para Sedano el nuevo comisionado de apremios D. Celedonio Colchón: que le aplasten ustedes, con salud.» Y, en efecto, tuvo que ingresar en el hospital a su llegada; tal fué la paliza que le dieron.

El actual Gobierno es hoy el D. Celedonio Colchón, que la Asamblea de Valladolid desea que aplastemos con salud.

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Mientras se reunía la Asamblea de Valladolid, celebraba otra junta la Cámara de Comercio de Sevilla para justificar su abstención, fundada en que esas Cámaras sólo debían unirse con otras análogas ó convocadas por el Gobierno como organismos oficiales, doctrina reconocida y declarada verdadera por el Sr. Paraíso en Zaragoza. Es decir, que no acudían al llamamiento de éste, entre otras razones serias, por ser consecuentes con la doctrina del mismo Sr. Paraíso, que mientras toreaba en Valladolid sufría en Sevilla esta cogida.

Otra competencia temible tenía la Asamblea burguesa en la convocatoria del compañero Pablo Iglesias a los obreros socialistas; primero, por ser muy hombre de palabra, que no se muerde la lengua, y porque, francamente, en la puja de representar gentes explotadas, el sentimiento y la razón se inclinaban hacia los que trabajan mucho y comen y visten mal, y se miran a trozos en un cacho de espejo la cara macilenta, mientras el Sr. Paraíso se ve reproducido de frente, de costado, de espalda y con todos sus escorzos en sus lunas de Venecia. También en el Centro de labradores hubo manifestaciones de desagrado. Y aun dentro de la misma Asamblea quien hizo sus protestas, y quien fué reducido al silencio por pretender cosas ridículas, como la declaración de que todos los presentes se comprometieran a no formar parte de ningún gobierno, diputación, ni municipio. También merece consignarse un artículo de periódico en que se rechazaba el proyecto de dictadura social envuelto en una de las bases.

Estas fueron las contrariedades de la Presidencia; en cambio no escasearon las satisfacciones: una función teatral y una jota cantada al presidente; aplausos; votaciones nutridas y honores semidivinos, puesto que fué declarado apóstol el Sr. Paraíso, que estaría en la gloria cuando en un arranque oratorio declaró que había hecho él solo en un año, a favor de la Monarquía, más que en veinticuatro años todos los monárquicos; y esto delante de los organismos que con su viaje y sus votos le servían de peldaños.

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Nombrado directorio y presidente el Sr. Paraíso, y adoptado el título de Unión Nacional para la liga ó partido, debemos declarar que las bases aprobadas son de las que se contienen en todos los programas regeneradores; esas que Barrutia conocía antes de leerlas: nadie puede rechazarlas y nadie las logra realizar; que así como a los pájaros desde la antigüedad más remota se les engaña con los mismos señuelos, así se atrae a las gentes con idénticos programas. Ahora bien: constituído el directorio, sobre lo cual no cabía duda, falta saber lo principal. ¿Representa realmente la voluntad del comercio, de la producción y hasta de los obreros españoles? Entonces su fuerza es incontrastable y se hará lo que ellos quieran. ¿Es un núcleo de individuos que se arrogan ese título sin mandato y por una de esas ficciones de accionistas simulados que se constituyen en sociedad aparente? Si es esto, de poco les servirá el pucherazo valisoletano si no acuden los de fuera a darles fuerza positiva. Y ello se ha de ver pronto, si es cierto que el primer decreto de ese directorio ha de ser negar el pago de tributos.

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¡Ay! Ni una sola base se ha acordado en favor de los consumidores: la vida y la salud de éstos no significan nada para la regeneración pública: se sigue haciendo la vista gorda sobre las falsificaciones de los mercaderes, cuando

ya no existe un doctrino
que llame pan al pan y al vino vino.

La pastoral del Sr. Obispo de Barcelona recomendando a su clero la predicación en catalán ha levantado bastante polvareda, más que por nada, por la ocasión en que se ha escrito y porque se roza con ciertas agitaciones que se iban calmando, y, hasta cierto punto, porque dificulta la elección de sacerdotes no catalanes que habían ejercido sin inconveniente el ministerio de la predicación, y como que excluye una de las maneras de propagar el idioma nacional. Sin duda hay localidades y ocasiones en que es preferible é indispensable el uso del catalán, y existen muchas obras devotas para todos los casos escritas en ese dialecto. Pero cuando los teatros se llenan de catalanes, que saborean y entienden como en Madrid hasta las alusiones más veladas, y son pocos los que escriben el catalán correctamente, quizás sea más expuesto a irreverencias en el púlpito que la palabra de Dios se predique en catalán mal pronunciado si se obliga a usarle a todos los predicadores. La Iglesia universal tiene un idioma muerto para sus oraciones, y los que se dirigen en latín al pueblo de Cataluña, que no entendería una comedia de Terencio, bien pueden hablar en castellano a los payeses que aplauden las zarzuelas madrileñas.

Resumiendo: cuando el castellano estaba menos extendido, no había cuestiones: a la prudencia del sacerdote se encomendaba el uso de la : tos momentos se haga alarde de un catalanismo urgente y halagador, cuando continuando la práctica de siempre está resuelto el conflicto? Esto dicen los que ven con tristeza que se susciten ciertas discusiones si se excluye del templo en una provincia española el noble idioma castellano, que no tiene celos de alternar con su querido hermano el catalán.

Sobre si la Hacienda debe ó no intervenir en la distribución de los gastos de Marina, se promovió en el Senado una de esas votaciones que Sr. Silvela acaso porque el poder no se disputa de verdad sino cuando los recursos están votados por un año, y por haber abierto el general Martínez Campos el ventanillo del corazón, por el cual distinguen el porvenir todos los políticos que turnan. Esto, y el proyecto que se atribuye al Sr. Villaverde de unificar las deudas, convirtiendo todas al tipo del 4 por 100, es lo más saliente que se comenta respecto de los asuntos de gobierno.

Sólo conozco un cuadro de los que se preparan ara la Exposición de París: el de Moreno Carbonero. En las obras de arte que van a ser juzgadas no se deben anticipar opiniones, y reservo la mía, que sería puramente lega y personal. Moreno Carbonero, además, no necesita mis elogios buenos y estimados que no son de mi gusto, y algunos medianos que me encantan; maravillas de ejecución que no sé apreciar, y formas de presentación que me atraen, ó pensamientos pictóricos que, por esta ó aquella cualidad, son como hechos para mi recreo. El cuadro de Moreno Carbonero es atrevido y oportuno: es Don Quijote y Rocinante por los aires después de dar la lanzada a los molinos de viento: me pareció que era el símbolo de España: sorprende aquella fantasía sobre un fondo luminoso, cálido y realista, y la imaginación vuela, contemplándola, de lo real a lo soñado.

No sabemos si es asunto de gobierno ó de oposición el silletazo electoral atizado en la nariz del presidente de la mesa en las elecciones de Hoyos, provincia de Cáceres, para reemplazar al difunto Romero Girón. Los medios billetes que se presentan en el Banco; esas sillas que vuelan por el aire, y otros pormenores, son la contestación que da al Sr. García Alix el cuerpo electoral cuando protesta de que se ejerzan coacciones para la formación de los congresos. Son calumnias que achacan al sistema.

La prensa, por su parte, se ha dedicado con extensión y preferencia a referirnos los pormenores de una de esas calaveradas de mal género que son en Madrid frecuentes en los lupanares cuando se pierde la razón. Si se escribiera siempre esta crónica escandalosa, ¡qué de nombres conocidos figurarían en ella! Los trasnochadores de otros tiempos, que hemos visto cruzar por esas calles, montados en las burras de leche y vestidos de etiqueta a ciertos caballeros y coches de alquiler por cuyas portezuelas asomaban sólo piernas para ocultar cabezas respetadas y otras bromas de mucho peor género que omitimos por decoro, no nos sorprendemos, y achacamos la culpa a los falsificadores de bebidas que trastornan el juicio hasta el punto de exhibirse la sinrazón en el mismo Parlamento.

Si el vino y los licores no estuvieran compuestos, la formalidad pública ganaría; pero en vano la Sociedad de Higiene pide que se vuelvan a publicar los nombres de los mistificadores de alimentos y bebidas.

Esos que falsifican el sustento,
Conque no nos gobiernen me contento.

Llegamos tarde para contar las aventuras de los leones escapados en la feria de Valencia. Convirtamos el sucedido en una fábula:

«¡Guarda el león!» gritaba el pueblo huyendo.
«¡Plaza! que se ha escapado y va rugiendo.»
Y mientras a su aspecto y su pujanza
La calle se despeja,
El domador le alcanza
Y le mete en la jaula de una oreja:
Que todo se les vuelve humillaciones
Cuando dan en ser mansos los leones.

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Ese mismo león, viejo y esclavo,
Al domador de marras
Le atarazó una mano con sus garras;
Y dijo el domador, aunque era bravo:
—¿Me has faltado al respeto?
Ya contigo en la jaula no me meto.—
Deben, como el león, en ocasiones,
Imponerse a zarpazos las naciones.

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Para tomar las once
Con el valor del bronce,
Unos ladrones en el arte viejos,
Se llevaron el busto de Pontejos.
O fué un mozo robusto
Quien cargó con el busto,
O ante los inspectores y ex guindillas
Le debieron pasar en angarillas.
No fiarse en su peso,
Y ojo con los leones del Congreso.

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El busto de Pontejos, de repente,
Apareció otra vez sobre la fuente.
De hoy más, si algún apunte
Despoja de su capa a un transeunte
Y con la capa escapa,
Diremos consolando al de la ex capa:
«No te alarmes, que acaso no está lejos:
Volverá como el busto de Pontejos.»

José FERNÁNDEZ BREMÓN.