Cartas a Lucilio - Carta 58

Carta LVIII La división de los seres según Platón Nunca como hoy había entendido la pobreza, más aún, la indigencia de palabras de nuestra lengua. Me han ocurrido miles de cosas, hablando por azar de Platón, a las que les falta el nombre y no lo tienen, y algunas otras que habiéndolo tenido, lo han perdido por falta de delicadeza nuestra. ¿Y cómo soportar la delicadeza dentro de la miseria? Aquella mosca para los griegos denominada <<oestron>>, que persigue a los ganados y los dispersa per los pastizales, los nuestros le denominábamos <<asilum>>. Puedes creerlo leyendo a Virgilio: <<Cerca de las selvas del Silar y del Alburn coronado de robles, revolotea numeroso un insecto que los romanos denominamos <<asilum>> (tábano) y los griegos llamaron <<oestron>>, áspero, estridente de sonido, que pone en fuga por los bosques a los ganados asustados>> (Georgiques, III, 146 sg.) Bien se reconocerá que esta palabra se ha perdido. Por no entretenerte demasiado, habían en uso ciertas expresiones breves, como: <<cernere ferro inter se>> (resolver una querella al hierro). Te lo prueba el mismo Virgilio: <<Guerreros poderosos, nacidos en diversos lugares, ibanse al encuentro y a combatir a hierro>> (Eneida XII,708 sg) Ahora decimos <<decernere>>; se ha perdido el uso de verbo simple. Los antiguos decían <<si iusso>>, esto es, <<iussero>>, no me creas a mí, sino al mismo Virgilio: <<El otro( grupo de naves) lleve las armas donde yo mandaré >> (Eneida, XI, 467) No hago esta búsqueda de ejemplos para mostrarte el tiempo que perdí con los gramáticos, sino porque entiendas cuantas palabras oxidadas hay en Enni y en Acci, pero también en Virgilio, ojeado cada día, encontramos algunas fuera de nuestra usanza.<< ¿Qué significa, dices , este preludio? A donde va?>> No quiero ocultártelo : deseo, si es posible, decir, sin herirte los oídos, la palabra <<esencia>>; no obstante la diré, ni que ellas (los oídos) se irriten. Tengo como garante de esta palabra a Cicerón (Cicerón regularmente decía <<natyra>>, El primero en usar <<esentia>> fue Sergi Flave; se encuentra también en Apuleyo, Macrobi y Sidoni), ampliamente rico (Cicerón); y si me pides uno de más reciente, Fabiáno, selecto y pulido, de estilo brillante, no obstante a nuestro gusto fatigado. Porque ¿Cómo hacerlo, querido Lucilio? ¿Cómo se diría <<ousia>>, la cosa necesaria, la naturaleza que contiene el fundamento de toda cosa? Te ruego, pues, que me permitas el uso de esta palabra. Así, me esforzaré en usar éste derecho con parsimonia; tal vez me contentaré con el permiso, ¿De qué servirá tu indulgencia, no pudiendo expresar de ninguna manera esta idea en latín, por la cual he hecho críticas a nuestra lengua? Aún condenarás más la estrechura latina cuando sarás que hay una sílaba que no puedo traducir. ¿Preguntas cual és? <<To on>> Te debe parecer que tengo la cabeza dura, pues es bien claro que se puede traducir diciendo <<quod es>> (aquello que és) Pero yo encuentro mucha diferencia, pues me veo obligado a poner un verbo por un nombre, pero, si procede, pondré <<quod es>> Un amigo nuestro, hombre ilustradísimo, decía hoy que Platón divide <<aquello que és>> en seis clases: te las expondré todas cuando te habré explicado que una cosa es el género, y la otra cosa la especie. Pero ahora consideremos el primer género, del cual dependen todas las especies, del cual nace toda división y en el cual se comprenden todas las cosas. Y lo encontraremos, si en cada ser sabemos encontrar su primitivo, pues así llegaremos al primero. Hombre es especie, como dice Aristóteles (en su obra Categorias 2b,II); caballo es especie, ca (perro) es especie, Pues hace falta buscar algo de común que ligue todas, que las comprenda y las tenga debajo. Esto qué es? Animal. He aquí, pues, que animal es el género de todas las especies que antes mencionábamos: hombre, caballo, perro. Pero hay ciertas cosas que tienen alma y no son animales. Pues bella opinión es que las plantas y los arbustos tienen alma, de donde resulta que decimos que viven y mueren. Por tanto, los seres animales ocuparán un lugar superior, pues que en esta categoría están los animales y los vegetales. Pero hay cosas a las que falta alma, como las piedras; pues habrá algo anterior a los seres animados, esto es a decir, el cuerpo. El cual dividiré, diciendo que todos los cuerpos son animados o inanimados. Aún hay una cosa anterior al cuerpo, ya que decimos que hay seres corporis y seres incorporis. ¿Cuál será, pues el género del que derivarán? Aquél al cual hemos impuesto antes un nombre no demasiado propio. <<aquello que es>> Y así lo dividiremos en especies, diciendo: aquello que és, o es corporis o es incorporis. Este es, pues, el primero, anterior a todos, y por decirlo así, general; los otros géneros son verdaderamente géneros, pero son especiales, como es ahora hombre. Pues el hombre incluye las especies nacionales, griegos, romanos, partos; los diversos colores, blancos. Negros, rojos; los individuos, Catón, Cicerón, Lucrecio. Así, en tanto que contiene muchas cosas, es género; en tanto que es contenido en otro, es especie. Aquél género general <<aquello que es>>, no tiene nada encima suyo, es el principio de todas las cosas y debajo de él están contenidas todas. Los estoicos le querían sobreponer aún u género más principal, del cual hablaré pronto, después que habré demostrado que aquél género de que hablaba es puesto con razón como el primero, pues comprende todas las cosas. <<Aquello que es>> lo divido en las especies corpori e incorpori: no hay tercero. ¿Cómo divido el cuerpo? Diciendo: animado o inanimado. Aún ¿Como el género animado? Diciendo: algunos tienen alma, otros solo vida; o así: algunos tienen movimiento espontáneo, caminan, se trasladan; otros están fijos a la tierra por las raíces que los alimentan y los hacen crecer. Aún ¿en cuales especies divido los animales? En mortales e inmortales. Algunos estoicos opinan que el primer género es <<quid>> (alguno); ahora explicaré por qué. <<En la naturaleza, dicen, algunas cosas son, algunas no son, y estas que no son entran también dentro del contenido de la naturaleza, las cuales se acuden a la mente, como son los centauros, gigantes y todo aquello que, formado por una imaginación falsa, ha adquirido alguna forma, a pesar de no tener sustancia>> Ahora vuelvo a aquello que te he prometido, esto es, de qué manera Platón divide todas las cosas que existen en seis clases: la primera es <<aquello que es>>, no perceptible por la vista, ni por el tacto, ni por ningún sentido; tan solo por el pensamiento. Aquello que es de una manera general, como el hombre genérico, no es perceptible por los ojos, pero sí lo es el especial como Cicerón y Catón. El animal no se ve, se concibe. Lo que se ve son especies suyas, el caballo y el perro. La segunda clase de las cosas que existen, dice Platón, que es aquello que domina y supera toda cosa: aquello que él dice que existe por excelencia. Poeta es una denominación común, por tanto que es un nombre que se dá a todos los que hacen versos, pero entre los griegos ha devenido como distintivo de uno solo: al oír <<el poeta>> se ha de entender Homero. ¿Quién es este ser por excelencia? Es Dios, mayor y más poderoso que todos. La tercera clase es la de aquellos seres que existen propiamente; son innombrables, pero puestos al alcance de nuestra mirada. ¿Preguntas quienes son? Es proveimiento de Platón: las ideas, de las cuales todas las cosas que vemos son hechas y a imagen de las cuales se forman todas. Las ideas son inmortales, inmutables, inviolables. Escucha lo que es la idea, o lo que le parece a Platon: <<La idea es el ejemplar eterno de las obras de la naturaleza>>. A la definición, añadiré la interpretación, que te haga la cosa más clara. Yo quiero hacer un retrato tuyo: te tengo por modelo de pintura, del cual nuestro espíritu comprende los trazos que ha de poner en su obra; así, pues, la faz que me enseña y me instruye, de la cual saco la imitación, es la idea. La naturaleza, pues, tiene un número infinito de tales ejemplares, de hombres, peces, árboles, según los cuales son formados todos los seres que ha de crear ella. Ocupa el cuarto lugar el <<idos>> ¿Qué es el <<idos>>? Has de atender bien y qué atribuyes a Platón, y no a mí, la dificultad vde entenderlo; pero sin dificultad, no hay sutileza. Hace poco que buscaba la imagen del pintor, el cual, querie3ndo expresar con colores Virgilio, el contemplaba. La figura de, ejemplar de la obra futura; Virgilio era la idea, ejemplar de la obra futura; eso que el artista quita y pone en su obra, es el <<idos>> ¿Preguntas en que se distingue? Uno es el ejemplar, el otro es la forma sacada del ejemplar y aplicada a la obra; la una es imitada y la otra hecha por el artista. Una estatua tiene una cierta figura: es el <<idos>>. El mismo ejemplar tiene una cierta figura contemplando la cual, el artista ha creado la estatua; esta es la idea. Si deseas otra distinción, el <<idos>> está en la obra, la idea fuera de la obra, y no solamente fuera de ella, sino aún antes que ella. La quinta clase es la de aquellos seres que tiene una existencia común; estos comienzan a pertenecer a nosotros, pues aquí está todo: hombres, animales, cosas. La sexta clase es la de aquellas cosas que cuasi existen, como és ahora el vacio, el tiempo. Las cosas que vemos y tocamos, Platón no las cuenta entre las que existen propiamente, pues fluyen y están en movimiento constasnte de aumento y reducción. Ninguno de nosotros es igual en su vejez que cuando fue joven; ninguno de nosotros no es igual el mañana que el día antes. Nuestros cuerpos son llevados a manera de ríos. Todo lo que ves, corre con el tiempo; nada de lo que vemos, no persevera; yo mismo, mientras digo que estas cosas se mudan, ya me he mudado. Es lo que dice Heráclito: <<Bajamos dos veces a un rió, pero no bajamos al mismo río.>> Permanece el mismo nombre del río, pero el agua ha sido cambiada. En el río, esto es más evidente que en el hombre, pero no es más rápido el curso que se nos lleva también a nosotros, y por eso me maravillo de nuestra locura de estimar tanto y tanto esta cosa huidiza que es el cuerpo, y de temer que no nos morimos, siendo así que todo momento es loa muerte de nuestra condición anterior. No temas, pues, que suceda unan vez aquello que sucede cada día. Esto hablando del hombre, materia resbaladiza y caduca y expuesta a toda influencia, pero incluso el mundo, cosa eterna e invencible, se cambia y no permanece nunca el mismo. Por que, ni que contenga todas las cosas que contenía, las contiene de distinta manera, esto es, cambiadas de orden.<<¿Qué provecho obtendré, dices, de esta sutilidad?>> Si quieres que te lo diga, ninguno; pero así como el cincelador aparta y distrae la vista largo tiempo atente y fatigada y, como suele decirse, la disipa, así de tanto en tanto hemos de relajar nuestro espíritu, y rehacerlo con algunas disipaciones. Pero estas disipaciones sean también obras, de las cuales, si bien las observas, sacarás alguna cosa que te resultará saludable. Esto es, Lucilio, lo que suelo hacer: de todo pensamiento, bien que lejanamente apartado de la filosofía, me esfuerzo en obtener alguna cosa a fin de hacerla útil. ¿Qué más lejos de la reforma de las costumbres que estas cosas de que hace poco tratábamos? ¿Cómo podemos mejorar las ideas de Platón? ¿Qué obtendré, que reprima mis inquietudes? Por lo menos, que Platón niega todas estas cosas que sirven a los sentidos, que nos encienden y excitan, sean del número de las verdaderamente existentes. Son, pues, imaginarias y por un tiempo presentan apariencia, pero nada en ellas es substancial ni estable; y asimismo, nosotros las deseamos como si hubieran de durar siempre, o siempre hubiéramos de poseerlas. Flojos somos y huidizos, y establecidos entre cosas extinguibles.: levantamos los espíritus hacia las cosas eternas. Admiramos volando por las alturas las formas de las cosas, y Dios moviéndose entre ellas, y haciendo con su providencia que aquellas cosas que no pudo crear inmortales, por impedírselo la materia, se liberen de la muerte, venciendo con la razón el defecto del cuerpo. Pues todas las cosas perseveran, no por que sean eternas, sino por que están protegidas por el cuidado de aquél que las gobierna, pues a ser inmortales, no necesitarían defensa. Su artífice las conserva, venciendo con su fuerza la fragilidad de la materia. Menospreciemos aquellas cosas, así faltadas de valor, que hasta es dudoso que verdaderamente existieran. Meditemos, juntamente, que si este universo, no menos mortal que nosotros, es preservado de peligros por la providencia, también con nuestra providencia podemos prolongar ede alguna manera la duración de nuestro cuerpo, si emprendemos el gobierno y la reprensión de los placeres, que son la muerte de la mayor parte de los hombres. El mismo Platón ralentizó su vejez, gracias a su cuidadosa vigilancia- Cierto que estaba dotado de salud corporal y de vigor, y que la anchura de su pecho le dio el nombre (Diógenes Laercio, III, I, donde se recuerda también otras interpretaciones del nombre de Platón, que sustituyó el nombre de Aristocles que le habían impuesto ) pero los viajes por mar y los peligros le habían reducido las fuerzas. No menos, la sobriedad y la medida en todo aquello que excita los apetitos, y un cuidado diligente de él mismo, le llevó a la vejez, a pesar de las muchas causas que le dificultaban. Pues supongo que ya sabes que Platón, gracias a su diligencia, se libró de morir el día de su nacimiento, habiendo cumplido los ochenta años, sin faltar un día. Por eso, unos magos que se encontraban entonces en Atenas le ofrecieron sacrificios, opinando que era de una condición más que humana, por tal que había cumplido el número perfectísimo, producido por el nueve multiplicado nueve veces; yo no dudo que estaba dispuesto a renunciar a algunos días de esta suma, y a hacer válido el sacrificio. La sobriedad para alargar la vejez, la cual, bien que no la creo deseable, tampoco no la juzgo rehusable. Es un gusto existir consigo mismo el más largo tiempo posible, cuando uno se ha hecho digno de disfrutar de sí mismo; por eso ahora decidiremos si procede hacer menosprecio de los últimos años de la senectud y no esperar al fin, antes uno mismo hacérsela. No es demasiado lejos de quien teme la muerte el que cobardemente la espera, así como es dado al vino fuera de medida quien agota el ánfora, bebiéndose hasta el fondo. Meditaremos, asimismo, si la última época de la vida es el fondo del ánfora, o bien la parte más fluida y más pura, mientras el alma sea vigorosa y los sentidos sanos ayuden a la inteligencia, y el cuerpo no sea desfallecido ni muerto antes de la hora, pues es muy diferente alargar la vida o alargar la muerte. Pero si el cuerpo es inepto para sus oficios ¿por qué no ha de ser necesario sacar el alma del trabajo? Y aun, puede ser que convenga hacerlo antes de que lo deba, no sea caso que cuando lo hayas de hacer, no puedas; y siendo más peligroso de vivir mal que de morir ponto, es necio quien por el precio de pocos días no se salva del peligro de una gran desgracia, Una muy larga senectud a pocos lleva a la muerte sin taras, muchos yacen con habla imperfecta en una vida desaprovechada.; ¿Cuan más cruel no juzgas de haber perdido un poco de vida que el derecho de acabarla? No me escuches molesto, como si este precepto ya te correspondiera, y sospesa lo que te digo; no dejaré la vejez, si me mantiene entero a mi mismo, y entero en mi mejor parte, pero si comienza a afectarme al entendimiento, a arrancarme a trozos, si no me deja la vida, sino el aliento, me escaparé de un edificio corrompido y ruinoso. No huiré de la enfermedad por el camino de la muerte, a menos que sea una enfermedad incurable y opuesta al espíritu. No me entregaré a la muerte para escaparme del dolor, pues morir así es estar vencido. Pero si conozco que lo he de sufrir perpetuamente, me iré, no por él, sino por que me sería un obstáculo por todo aquello que es el precio de la vida. Frívolo y cobarde es el que muere porque sufre: necio el que vive para sufrir. Pero, me alargo demasiado: valga decir que hay materia para todo un día, y ¿cómo podría poner fin a su vida quien no puede entregarme una carta? Aquí tienes, pues, el adiós, palabra que leerás de más buena gana que todos mis razonamientos fúnebres.