Carta de Juan Gualberto Valdivia a Bulnes sobre la batalla de Yungay

Lima, Septiembre 20 de 1863. — Al señor general D. Manuel Bulnes. — Santiago de Chile.

La persona que se dirige a U.S. le tiene alto respeto por sus cualidades distinguidas como ciudadano, y por sus eminentes servicios como soldado; servicios prestados no solo a Chile, su patria, sino también al Perú. Nadie puede negar que al Ejército Unido Restaurador Chileno Peruano debe el Perú su independencia de la dominación del general D. Andrés Santa Cruz, a mérito de la memorable victoria obtenida en Ancash el 20 de enero de 1839, en la que tocó a V.E. la gloria imperecedera de haber mandado el ejército Restaurador, en clase de General en Jefe, y al General Gamarra en la de director de guerra.

Rindiendo, pues, a U.S. y a su ejército mi humilde reconocimiento, sin menguar en lo menor su tan distinguida reputación; y por el contrario, confiado en ella, ocurro a palabra de muy esclarecido caballero, para que, por medio de la prensa, se sirva exponer la verdad sobre el hecho principal que voy a exponer. Yo lo reservaba entre mis apuntamientos históricos, para que saliera a la luz más tarde pero he tenido que ceder a razones de peso, que me obligan a publicarlo; porque a la muerte de las personas a quienes toca, no tendría valor alguno; y tal vez se reputaría por suposición falsa.

Me he movido también por la experiencia de ver alterados por la prensa, aún oficial, algunos hechos notables, y por la circunstancia de hallarse U.S. y el general Castilla fuera del mando de sus respectivas repúblicas.

He aquí el hecho:

En la batalla de Ancash era el general Castilla Comandante General de la División de Caballería del Ejército Unido Restaurador. Después de tomado el Pan de Azúcar, como a las mueve o diez del día, por una columna del ejército Restaurador, se generalizó el ataque como a las once del día. A la una, poco más o menos, el ejército de la Confederación había obtenido grandes ventajas en el centro, hasta el punto de haber hecho retroceder por un momento sobre nuestra izquierda al regimiento “Cazadores de los Andes”, que había marchado al trote para apoyar al regimiento “Portales” y al batallón “Huaylas”, que habían sido rechazados en los más recio del ataque; lo que dio lugar a que V.S. mandase suspender las operaciones y ponerse en retirada sobre San Miguel, legua y media a retaguardia del campo de batalla.

En tales momentos el general Castilla encontró en retirada, de orden de V.S., a los coroneles Sesé, del batallón Santiago, y Vivero, agregado al “Huaylas”, y les previno volviesen a la pelea: volvieron sobre la línea a continuar el ataque. El coronel Sesé volvió sin la menor réplica, con una gallardía digna de elogio: no así el coronel Vivero, que mandaba parte del batallón “Huaylas”, pues le hizo observar al general Castilla que la orden de retirada, dada por el General en Jefe, era terminante y que él debía obedecerla. Sin embargo, insistió el general Castilla en su mandado, y Vivero marchó con notable denuedo. Poco después Castilla se encontró con V.S. en el mismo sendero en que había encontrado en retirada a los coroneles Sesé y Vivero. U.S. iba de vanguardia en retirada; y después de una interjección militar, le dijo U.S a Castilla, que marchaba hacia la línea.- “Nos han derrotado, vamos a San Miguel a continuar el ataque”. Castilla contestó:- “No estamos en este caso, ni hemos venido a correr; el desfiladero es fuerte, y la pampa muy ancha para poder llegar sin ser derrotados hasta San Miguel. No nos queda otro arbitrio que formar un charco de sangre, para que se ahogue en él, con nosotros, el Ejército de la Confederación”.

Incontinenti, Castilla, después de haber movido sobre la derecha los batallones referidos y el escuadrón “Lanceros” de Chile, corrió rápidamente a verse con el general Gamarra a quien, a la vez de haberle instruido del suceso, y de lo que había dispuesto de acuerdo con U.S. respecto a los batallones “Santiago” y “Huaylas” y escuadrón “Lanceros”, le preguntó si podrían sostenerse en ese punto, que era del centro, un cuarto de hora más; a lo que contestó el general Gamarra, con notable energía, que no sólo se sostendría un cuarto de hora, sino también una hora. En seguida pasó Castilla a dar personalmente órdenes al general Elespurú, comandante general de la primera división, y al coronel Frisancho que, con su batallón y el escuadrón “Carabineros de la Frontera”, era el jefe de la reserva; previno a ambos jefes y les designó el lugar de la línea que debían ocupar, y que marcharan a paso de trote hasta colocarse en la línea. Luego que el general Castilla hizo ejecutar lo que había dispuesto, y se rehizo el combate; tomando el batallón “Santiago” y el escuadrón “Lanceros”, forzó la posición muy a la derecha, por la boca de la quebrada de Ancash; y empeñada la línea vigorosamente, en virtud de las medidas tomadas, no tardó en alcanzarse espléndida victoria sobre un ejército a quien poco antes se suponía y era en efecto, casi vencedor. La victoria se pronunció como a la una y medio o dos de la tarde.

Este hecho se atañe el honor de mi patria, y en el que son partícipes chilenos y peruanos, merecer ser cumplidamente esclarecido; sin que se pueda suponer de que se trata de debilitar el concepto del ínclito General Bulnes, cuyo mérito relevante no se oscurece por esclarecimientos de un hecho o de un concepto equivocado, mucho más cuando U.S. mismo lo ratificó a la primera advertencia de un general amigo suyo.

Ojala que la confianza que U.S. me inspira para ocurrir a su buena fe, la tuviera con otros personajes, para poder esclarecer otros hechos no menos importantes, pues que me he propuesto no dejar apuntamientos históricos que puedan sufrir censuras.

U.S. me dispensará me haya tomado esta libertad, en atención a la gravedad del suceso; y a que estando vivas las personas que cito, a excepción del infortunado general Eléspuru, que rindió la vida en el campo de Ancash, y del general Gamarra, que murió en Ingavi; no se puede juzgar que tengo otro motivo que el esclarecimiento de la verdad única que debe figurar en la historia.

De U.S. su muy atento y obsecuente servidor

Un peruano.

(Carta publicada en el periódico de Lima, titulado "El Comercio", núm. 7924, del lunes 28 de septiembre de 1863)