Apología de Sócrates por Jenofonte


PROCESO Y MUERTE DE SÓCRATES.



OPÚSCULOS DE ESCRITORES GRIEGOS,

TRADUCIDOS Y COMENTADOS

por

DON ANTONIO GONZALEZ GARBIN,

Doctor en Filosofía y letras, Catedrático del Instituto
de 2.ª enseñanza de Almeria.




APOLOGÍA DE SÓCRATES POR JENOFONTE.



ALMERIA:—1871.
Imprenta de Alvarez hermanos.
calle de las tiendas, núm. 19.


INTRODUCCION.


Nos proponemos publicar, y comenzamos por la Apología debida á Jenofonte, todos los documentos que se refieren á uno de los hechos mas interesantes que registra la historia de la humanidad: el Proceso y muerte de Sócrates, del gran filósofo ateniense que si pudo perecer un dia por la airada saña de sus compatriotas, en cambio vivirá eternamente en la memoria de los siglos. Y es interesante todo este trágico suceso no sólo por sus sublimes conmovedores episodios, sino porque se dió entonces por primera vez realizado en la Grecia, en el pueblo de la antigüedad más famoso por las singulares hazañas de sus héroes, la realidad de un héroe divino del pensamiento.



I.
SÓCRATES.

Sócrates fué un ciudadano ateniense, hijo de un escultor, en el cual llegaron á encontrarse reunidas todas las mas bellas dotes que pueden enaltecer á los grandes hombres. Supo este filósofo eminente concertar tan hermosamente la ciencia y la vida, que en él se veian conjuntamente reunidos un corazon puro y un alma elevada; era el modelo mas acabado del filósofo y del hombre, y aun del militar y del político, pues no desdeñaba sus deberes de ciudadano; sino al contrario: se hallaba dispuesto siempre á todo sacrificio en áras de la República. Tales fueron las cualidades del hombre que inició en la Grecia durante la guerra civil del Peloponeso uno de los más fecundos renacimientos filosóficos, uno de los más poderosos movimientos del espíritu humano, comparable y semejante al que cuatro siglos despues originó la aparicion del cristianismo, y en la alborada de los tiempos modernos la semilla arrojada en el campo de la filosofía por Bacon y Descartes.

No es de nuestro propósito ni hacer la biografía del filósofo griego, ni desenvolver con proligidad en qué consistió la doctrina, ó por mejor decir, el Método Socrático. Sino apuntar algunas consideraciones que sirvan de comentario al asunto que se trata en los interesantes Opúsculos que vamos á publicar.

Formada la prosa ateniense en el periodo de la guerra peloponésica, se hizo la comun lengua de la Grecia y, mediante aquel hermoso idioma, pudo tambien madurar un profundo sentido comun, culto y científico, reinado de ilustracion y de cultura conservado por Aténas sobre Esparta, su implacable rival política, y más tarde sobre el imperio macedónico y los romanos por cuyo medio ha trascendido largamente hasta nuestros tiempos.

Era Aténas una ciudad tan principal y celebrada por la preponderancia de su comercio y de su marina, por la grandeza de sus edificios y la pompa de sus festividades, no ménos que por la fama de sus artistas y poetas, de sus filósofos y políticos, que á ella acudian de todos los extremos de la Grecia cuantos se sentian entonces con vocacion á las ciencias ó á las artes: habiéndose llegado á convertir la capital culta y bella del Ática, y lo fué por muchos tiempos, en una vasta Academia. Mas por desdicha, y como ha acontecido en otros pueblos y en circunstancias análogas, la refinada civilizacion de Aténas llegó á contrastar con una corrupcion tal en las costumbres, que no bastaban á aminorar la celebrada Sal ática, el artificioso ingenio y suave trato de los atenienses. Cuando la degradacion corroe las entrañas de una sociedad, el corazon se contrista y envilece, la inteligencia se pierde en entorpecidos laberintos, y atentos los hombres al vano edén de los sentidos, huellan con planta indiferente las flores inmarchitables de la virtud. Esto aconteció en Grecia en la época que nos ocupa. Su depravacion fué convertida en sistema por los sofistas, cuyas máximas corruptoras trascendieron no sólo á la vida privada y á la pública, sino hasta á la administracion y gobierno de la República. Pero estos falsos apóstoles de la ciencia, estos impíos emponzoñadores del corazon de sus conciudadanos, fueron enérgicamente confundidos por Sócrates, su enemigo acérrimo, declarado, inexorable. Y no porque cupieran rencores en el ánimo del filósofo; sino á causa de su amoroso anhelo por el triunfo de la verdad y de la justicia. Captóse Sócrates, por la sublimidad de sus máximas y con la austeridad de su ejemplo, las simpatías de la juventud ilustrada de Atenas, á la que enardecia enseñándole las nobilísimas ideas de lo bello, de lo verdadero y de lo bueno: doctrinas que llevaron sus discípulos á la vida pública, en la que brillaron algunos como insignes políticos y estadistas y como enfrenadores de una fraccion demagógica, ambiciosa y turbulenta. Sócrates se mostró tan inflexible contra estos ignorantes aduladores de la muchedumbre como ántes se habia manifestado rígido y severo contra la prepotencia de los tiranos. Pero le cupo, como observa bien uno de sus mas ilustres biógrafos, la suerte que en todos los siglos sufren los hombres que no pueden ponerse del lado de las injusticias. Disfrazaron sus enemigos con un pretesto sagrado el medio que buscaron para perderle, vengándose de tan execrable é indigno modo de sus ataques políticos.—Acusáronle ante los heliastas de «corruptor de la juventud» y «maestro de nuevos dioses», citando el dicho frecuente del filósofo que «escuchaba una voz interior, un Génio, (Δαɩμόνɩον); que le enseñaba el modo de obrar.—Tal fué el pretexto de que se valieron un trágico sin talento, un ricacho malvado ó fanático y un impudente anarquista, Mélito, Anito y Licon, cuyos nombres se verán cubiertos perpétuamente de infamia, para pedir la muerte del que con razon consideró el oráculo de la antigüedad como «el más generoso, el más justo y el más sabio de los hombres.»

Los pormenores de este interesante drama, así como las doctrinas y los hechos de aquel pensador ilustre, se han conservado religiosamente por sus dos esclarecidos discípulos Platon y Jenofonte.

II.
JENOFONTE.


Habian sido derrotados los atenienses por los tebanos en una de las salidas que hicieron aquellos despues de la toma de Delium. Uno de los guerreros atenienses, mancebo de unos veinte años y de gallarda presencia, cuyo caballo habia sido muerto, cayó en tierra cubierto de heridas. Un compatriota suyo, soldado de atlético y rudo organismo, pero de grave y dulce continente, reconoce al jóven guerrero, y colocándoselo sobre las anchas espaldas, le llevó cargado un gran número de estadios hasta ponerle léjos del dardo de los enemigos. Era Sócrates, que salvaba la vida á su discípulo Jenofonte, al discípulo que agradecido habia de legar á la posteridad el retrato inmortal del Maestro.

Y quién fué Jenofonte?

Jenofonte hijo de Gryllus y conocido con el sobrenombre de La Abeja atica, fué uno de los mas insignes historiadores de la Grecia, el digno continuador de Tucídides. Nació en Erquios, una de las pequeñas aldeas que el viajero podia visitar entonces en los alrededores de Atenas, y cuyo nombre salvará del olvido la memoria del gran historiador, como han atravesado los siglos los nombres humildes de Halima, Alopecia y Peónia por haber tenido la gloria de servir de cuna á Tucidides, Sócrates y Demóstenes.

Segun las observaciones contradictorias de los críticos y eruditos que han discutido la fecha incierta de su nacimiento, podria fijarse este en el 4.º año de la 83.ª olimpiada, 445 ántes de nuestra era.

Sábese que á los 18 años se sometió á la direccion filosófica de Sócrates. Su educacion anterior probablemente sería la de todos los jóvenes atenienses. Aprender de memoria los poemas de Homero, las sentencias de Solon, de Theognis y de Focílides, estudiar los elementos de la gramática, las matemáticas y los principios de la estrategia, y vigorizarse bajo la direccion de los pedótribas en los ejercicios varios de la gimnasia. Mas de tal manera se desenvolvieron las disposiciones naturales de Jenofonte bajo la direccion de Sócrates, tan provechosa fué para él aquella enseñanza natural y sencilla fundada en la observacion, en la reflexion, y en el conocimiento práctico de la inteligencia y del corazon humano, que á ella sin duda se debe el juicio, la razon y ese buen sentido que se hallan esparcidos como una luz dulce y suave en todos los escritos que le recomiendan á la memoria de la posteridad.

Ya hemos dicho como fué salvado por su maestro en el combate librado bajo los muros de Delium. En otro combate fué hecho prisionero por los beocios, y á esta desgracia debió la fortuna de recibir las lecciones de Prodico de Céos. Puesto en libertad asistió á la escuela del retórico Isócrates.

Sirvió en muchas campañas de la guerra del Peloponeso y en ellas se formó su experiencia militar. A esta época de su vida atribuyen los críticos alemanes la publicacion de algunos de sus escritos como el Banquete, el Hieron y las Rentas áticas.

Púsole en relaciones con Cyro un condiscípulo suyo, Próxenes, jóven beocio á quien conoció en la escuela de Sócrates. Residia su amigo en Sardes, y le invitó á compartir con él los favores del príncipe. La perspectiva de un viaje á Oriente, y las promesas de una vida de agitacion y de aventuras fueron incentivos tan poderosos para Jenofonte que se decidió á partir, en verdad no con entera satisfaccion de su maestro quien previó las sospechas que habian de recaer sobre él por esta expedicion. Y en efecto, no le valió haber capitaneado gloriosamente á sus compatriotas en la famosa Retirada de los diez mil, cuyos conmovedores episodios hasta el regreso casi inesperado de los griegos á su pátria pueden leerse en uno de sus mas bellos escritos, (La Anábasis); no le valió ser como hombre un filósofo grave y útil, como militar un valiente, ni un varon de clarísimo entendimiento: pues su amistad con Cyro, sus relaciones con Agesilao y la defensa noble y enérgica que hizo del Maestro en sus dos escritos La Apología y las Memorias de Sócrates, todas estas circunstancias le valieron un decreto de destierro bajo el pretexto de su afeccion al partido dório.

Partió acompañado de su esposa Filesia y de sus dos hijos Grylo y Diodoro, los cuales por el cariño fraternal que se profesaban merecieron que se les diera el sobrenombre de «Los Dioscuros.» Permaneció en Esparta el resto de su vida, considerándola como tal pátria adoptiva hasta el punto de haberse hallado al lado de Agesilao en la batalla de Coronéa. Fijóse definitivamente en su casa de campo de Scilonta, cerca de Olimpia, donde compuso las obras filosóficas, históricas y políticas que le han conquistado tanta gloria, en las cuales resplandecen los sentimientos humanitarios y generosos inspirados por el filósofo, cuyo recuerdo lleva perpétuamente en el corazon.

Las obras literarias de Jenofonte se pueden dividir en filosóficas, didácticas, históricas y políticas. Sus obras filosóficas son: Las Memorias de Sócrates, La Economía, La Apología de Sócrates, El Banquete y el Hieron. Sus tratados didácticos: La Equitacion, el Jefe de Caballería y La Caza. Son sus obras históricas: Las Helénicas, la Anábasis, la Ciropedia y el Elogio de Agesilao. Por último sus opúsculos políticos son: las Constituciones de Esparta y Atenas y Las Rentas del Atica.

No siendo de nuestro actual propósito traducir todas las obras de Jenofonte, emitirémos sólo sobre aquellas que vayamos publicando, algunas consideraciones.

III.

La Apología ó Defensa de Sócrates es una composicion semioratoria, semipolémica. No es, como parece á primera vista por su título, un discurso para ser pronunciado ante un Jurado, ni es tampoco una impugnación de Jenofonte á los enemigos de Sócrates, por la iniquidad de su conducta. Al principio y al fin de la Apología expone claramente el objeto que se propone: «demostrar el respeto de Sócrates á los dioses, su justicia con los hombres, la dignidad con que rehusó apelar á humillantes súplicas para conservar la existencia, y la conviccion que tenia de que la muerte era un bien que le concedia la Providencia.»

Valckenær, Schneider y otros críticos dán á esta composicion ménos mérito literario que á otras de Jenofonte. Mas nadie pone en duda que tanto La Apología como Las Memorias tienen un valor histórico aun superior al de los escritos de Platon sobre el mismo asunto: pues relata con tan ingénua sencilléz, con tan noble complacencia, con tales detalles los hechos del Filósofo, que por sus escritos se conocerá eternamente la vida real de Sócrates con todos los caractéres que ostentó en su tránsito por esta Tierra. El divino Platon leia en cierta ocasion un pasaje del Fedro á su maestro, y le arrancó esta esclamacion: ¡Qué cosas me hace decir ese jóven en las que nunca he pensado! En efecto, aquellas cosas eran superiores á sus habituales meditaciones, aunque no contrarias á sus doctrinas. En suma: Las Apologías ó Defensas de Sócrates y Platon, con las Memorias del primero y las varias Pláticas del segundo, que se ocupan del Proceso y de la muerte de Sócrates, son documentos que se completan entre sí, y escritos que perpétuamente conmoverán á los corazones generosos, en los cuales arda la llama pura del entusiasmo; á los espíritus capaces de admirar á aquellos varones fuertes que han sellado heróicamente sus convicciones con su sangre.

Sin embargo, aunque Jenofonte no poseia el arrebatado entusiasmo ni la pasion ardiente, sin las cuales es imposible la elevacion oratoria, aunque no tenia mas imaginacion que aquella que requieren los géneros templados, con todo, en las breves arengas de la Apología, se eleva alguna vez hasta la elocuencia con sólo dejar hablar á un sentimiento de profunda indignacion. No encontrarémos en la Apología de Jenofonte, un resúmen como el de la de Platon. «Ya es tiempo de partir, yo para la muerte, vosotros para la vida. ¡Dios sabe á cual está reservado mejor destino!»; pero en cambio el silencio final de Sócrates en la Apología de Jenofonte, es imponente y magnífico: «Despues de haber hablado así, partió sin que nada en él desmintiese su lenguaje: en sus ojos, en su actitud, en su marcha conservando una serenidad espléndida.» Esta magestad, esta inalterable sangre fria, dice Talbot, este talante de un hombre sobre el que acaba de recaer una sentencia de muerte, ¿no és la condenacion más elocuente y sublime de los mismos que le han condenado?: y con razon compara esta actitud á la de Régulo cuando torna para el destierro.

Grandes elogios se han tributado al estilo de Jenofonte. Ciceron decia que era más dulce que la miel, y Quintiliano que sus lábios eran el asiento de la persuasion. En la Apología, si bien ménos que en otros escritos de Jenofonte, se vén las cualidades generales de su estilo: nobleza, sencillez, elegancia, y lleno de gracia, sin ser vigoroso ni sublime. El fondo de los escritos de este insigne polígrafo, es lo que constituye su mérito principal. Escribe para mejorar á los hombres, para hacerlos buenos y útiles: ésa es la idea capital que movió siempre la pluma de este eminente literato ateniense, dejando en todos sus escritos, aun en los mas exiguos, alguna partícula de su alma.



JENOFONTE.

APOLOGIA DE SÓCRATES. (1)



I.

Porqué razon el Sábio ateniense no queria preparar sus medios de defensa.

Trasmitir á la posteridad la conducta del célebre Sócrates cuando fué citado ante el Jurado, y decir las determinaciones que tomó respectivamente á su defensa y á su muerte, paréceme en verdad un digno asunto. Otros han escrito tambien (2) sobre lo mismo, y todos convienen en la sublime dignidad de su lenguaje. (3) Es, pues, una realidad que Sócrates en aquellas circunstancias habló con magnificencia. Mas no se han explicado claramente los motivos que tuvo para juzgar en tal ocasion la muerte preferible á la vida: de suerte que cabe dudar si la razon estuvo entonces á la altura de la elocuencia.

Pero su amigo Hermógenes, hijo de Hipónico, (4) nos ha dado sobre esto detalles que ponen en perfecta consonancia la elevacion de sus palabras con la de sus ideas. En efecto, cuenta que viéndole discurrir sobre tódo, ménos sobre su causa, le dijo: ¿No convendria, mi querido Sócrates, que discurrieras tambien algo sobre tu defensa?—A lo que el filósofo le contestó: Pues qué ¿mi vida entera no te prueba que constantemente me ocupo de ella?—Y cómo? replicó Hermógenes.—Procurando no hacer jamás una accion injusta: ése es á mis ojos el mejor modo de preparar una defensa.—¿Pero no ves, dijo nuevamente el hijo de Hipónico, que los tribunales de Atenas han hecho perecer á multitud de inocentes, víctimas de su turbación para defenderse, mientras que han absuelto á otros muchos siendo delincuentes, porque su lengua los ha movido á compasion ó cautivado por su elegancia?—Pues por Júpiter! dos veces he intentado ya ocuparme de preparar una defensa y otras tantas se ha opuesto á ello el «Génio», (5) que me inspira.—Lo que estás diciendo me sorprende!—Y porque sorprenderte, si la Divinidad juzga que es mas ventajoso para mí el dejar la vida desde este instante mismo? Pues tú no sabes que hasta el presente no hay un solo hombre á quien le conceda que haya vivido mejor que yo? Mi conciencia me dice, y es mi más dulce satisfaccion, que he vivido de una manera justa y religiosa, de tal modo, que despues de mi propia aprobacion me encuentro con la de cuantos me tratan, que tienen formada igual opinion sobre mi conducta. Pero ahora mi edad avanza; sé que han de sobrevenir las cosas propias de la vejéz: ver mal, oir peor, ser cada dia más tardío para aprender y de lo que tiene uno aprendido irse olvidando rápidamente. Y si yo me apercibo de la pérdida de mis facultades, y si he de estar incómodo conmigo mismo, cómo podré decir entónces: vivo gustosamente? Acaso Dios me concede esto como un don especial: pues no sólo voy á dejar la vida en el momento más favorable, por mi edad, sino de la manera ménos penosa: pues si hoy me condenan, me será permitido indudablemente escojer la especie de muerte que estimen mas sencilla los que entienden de esto, muerte que dé lo ménos que hacer á mis amigos, y que llene cumplidamente los deseos del que ha de sufrirla. Pues así se vá uno extinguiendo sin ofrecer nada repugnante ni molesto á los ojos de los que le rodean, teniendo el cuerpo sano y el alma dispuesta á la complacencia. Cómo por precision no ha de ser esta muerte apetecible?

Con razon los dioses, añadió, se han opuesto á la preparacion de mi Defensa, mientras que á todos nosotros nos pareceria que debian buscarse los medios de escapar á todo trance. ¿Y qué aconteceria en el caso de conseguirlo?: que en lugar de acabar ahora con la vida, tendria que resolverme á morir atormentado por los padecimientos ó por la vejéz, sobre la cual recaen todas las molestias y sinsabores. (6) Por Júpiter! Hermógenes, que no pensaré más en esto. Y si por hacer ver en el tribunal los favores que debo á los Dioses y á los hombres, si por manifestar libremente el concepto que tengo de mí mismo me indispusiere con mis jueces,.... ..... preferiré morir ántes que mendigar servilmente que se me otorgue la prolongacion de una vida cien veces peor que la muerte.

Despues de esta resolucion fué cuando, segun Hermógenes, sus enemigos le acusaron de no reconocer los dioses que veneraba la Pátria, de haber introducido nuevas divinidades, y de corromper á la juventud.

II.
Sócrates responde á las acusaciones de sus enemigos.

Compareció ante los Jueces y dijo:

Atenienses! lo que más me maravilla en este asunto es la conducta de Mélito. (7) ¿Cómo ha osado asegurar que desprecio las deidades de la República, cuando todo el mundo me ha visto, y él mismo si lo ha querido, tomar parte en las comunes festividades y sacrificar en los altares públicos? ¿Es por ventura introducir númenes extraños, el haber yo dicho que la voz de un «Dios» (8) resuena en mi oido enseñándome cómo debo obrar? ¿Pues los que consultan los cantos de las aves ó los pronósticos de los mismos hombres, no se dejan influir tambien por sonidos articulados? ¿Quién puede negar que el trueno sea una voz y el más grande de todos los presagios? ¿Pues la Pitonisa colocada sobre la tripode, no se vale tambien de la voz para pronunciar los oráculos de su Dios? En una palabra, que Dios conoce y revela á quien le place el secreto de lo porvenir: hé ahí todo lo que yo digo, que és lo mismo que dicen y piensan los demás. Pues bien, los demás llaman á todo eso augurios, pronósticos, presagios, profecías; yo le llamo «Génio.» (Daimonion): y creo que llamándolo así, uso un lenguaje más verdadero y más piadoso que los que atribuyen á las aves el poder de los dioses. Y la prueba de que no miento contra la Divinidad és, que cuantas veces he manifestado á mis numerosos amigos los consejos del Dios, jamás les he parecido engañado. (9)

Alborotáronse los jueces al oir esta arenga: unos porque no daban crédito á lo que habian oido, otros aguijoneados por la envidia de que aquel hombre hubiera conseguido mayores distinciones que ellos de parte de los Dioses.

Sócrates tomó de nuevo la palabra, y les dijo:

—Ea, pues escuchad más todavia, á fin de que los que lo desen tengan un motivo más para no creer en los favores que me concede el Cielo. Un dia ante una reunion inmensa interrogó Cherefon (10) sobre mí al oráculo de Délfos; «No existe un hombre, respondió Apolo, más independiente, más justo, ni más sábio que Sócrates(11)

Como era de esperar, levantóse aun más el clamor de los jueces, cuando escucharon esto. El Sábio ateniense nuevamente les arguyó, diciendo: «Hijos del Ática! pues mayores alabanzas que las tributadas á mí, profirió el oráculo en honor de Licurgo, el legislador de los espartanos. Al verle entrar en el templo cuentan que exclamó: «No sé si te llame Dios ú hombre.» A mí, sin haberme comparado á un dios, sólo me ha hecho superior á los demás hombres.

Sin embargo, yo no quiero que ciegamente deis crédito á las palabras del oráculo; pero os ruego que las examineis una por una. ¿Conoceis un hombre ménos esclavo que yo de los apetitos del cuerpo? un hombre más independiente que yo, que de nadie admito dádivas ni recompensas? ¿Y á quién podreis vosotros considerar como el más justo, sino al hombre moderado que se acomoda con lo que tiene, sin tener nunca necesidad de lo de los demás? Y en fin, cual de vosotros puede negarme el último dictado del oráculo, (12) si desde el momento en que comencé á comprender la lengua humana, no he cesado de investigar, y he aprendido cuanto bueno he podido?

Y la prueba de que mis trabajos no son estériles, no la veis patente en la predileccion con que buscan mi sociedad gran número de ciudadanos, y aun de extranjeros, apasionados de la virtud? Porqué tantas gentes desean obsequiarme con regalos, cuando saben que yo no tengo riquezas con que remunerarles? Y en cuanto á mi, mientras que nadie puede decir que le he exigido un servicio, cómo confiesan todos que me deben agradecimiento? Por qué razon durante el sitio de Aténas, (13) mientras mis compatriotas se lamentaban todos de su miseria, yo no vivia ni más ni ménos angustiado que en los dias mas prósperos de la República? En fin, los más de los hombres tienen que comprar á caro precio los objetos de sus delicias en el mercado público; yo, sin costo ninguno, los encuentro infinitamente más dulces en el fondo de mi alma. Pues si todo cuanto he alegado en mi defensa es cierto, y nadie puede convencerme de que falto á la verdad, ¿cómo, haciéndome justicia, no he de ser ensalzado por los dioses y por los hombres?

Tal es mi conducta. Y sin embargo, Mélito, tú me acusas de pervertir á la juventud. (14) Pero todos sabemos en que consisten tales corrupciones: díme si conoces á uno sólo de esos jóvenes que con mis lecciones se haya pervertido: que siendo religioso se haya hecho un impío, que de moderado se haya tornado violento, de reservado en pródigo, de sóbrio en amante de la crápula, de trabajador en perezoso, uno sólo que se haya entregado á pasiones vergonzosas.—Sí, por Júpiter! conozco á algunos á quienes has seducido hasta el punto de que siguen con más confianza tus consejos que los de sus padres.—Lo confieso, dijo Sócrates; pero en lo respectivo á la educacion moral: que, como ellos saben, es el asíduo objeto de mis desvelos. Tambien en lo que conviene á la salud, seguimos mejor los consejos de los médicos que los de nuestros padres; y vosotros todos, atenienses, mirais en las asambleas á los que hablan en ellas con superior ilustracion con más predileccion que á los que se hallan unidos á vosotros por los vínculos de la sangre; así como en las elecciones de generales preferís los varones más hábiles en el arte de la guerra, no sólo á vuestros padres y á vuestros hermanos, sino por Júpiter! aun á vosotros mismos.—Ese es el uso, y así conviene á la Pátria, replicó Mélito.—Pues entonces, dijo Sócrates, ¿no te parece digno de admiracion, siendo en todos los asuntos los más hábiles considerados no sólo como iguales sino como superiores á los demás, que yo, por ser tenido en la opinion de algunos como el mejor en lo que es el mayor bien de los hombres, la educacion del espiritu, me haya de ver por tu causa condenado á muerte? (15)

III.
Conducta de Sócrates despues de la sentencia.

Algunos más razonamientos se añadieron por el filósofo y por los amigos que hablaron en su defensa. (16) Mas no ha sido mi intento referir los pormenores de este célebre proceso. Bástame haber demostrado que Sócrates creía de gran importancia el no mostrarse irreverente con los dioses (17) ni injusto con los hombres.

Lo de conservar la vida creia que no debia pedirse con humillaciones; ántes bien, estaba convencido de que era la ocasion oportuna de morir: y que era ésta su conviccion claramente se vió despues de pronunciada la sentencia. Se le invitó primero á que conmutase la pena capital por una multa, (18) y ni accedió á ello, ni permitió á sus amigos que la entregáran, pues decia que condenándose á una pena pecuniaria, tenia que confesarse culpable. (19) Quisieron luego sus amigos proporcionarle una huida; (20) mas la rehusó tambien, y aun les preguntó, con cierto humor, si ellos tenian noticias que hubiese fuera del Ática algun lugar inaccesible á la muerte.

En fin, luego que la sentencia fué pronunciada, cuentan, que se expresó así:

Ciudadanos! los sobornadores que han inducido al perjurio á los testigos que han depuesto en contra mía, y los que se han prestado al soborno, deben imprescindiblemente reconocerse culpables de una gran impiedad, de una tremenda injusticia. ¿Y sería decoroso que yo mostrára menos ánimos ahora que ántes de haber sido condenado, yo que no estoy convicto de haber ejecutado nada de cuanto se me ha acusado? Se me ha visto á mí, desertor del culto de Júpiter y de Juno, y de los demás dioses y diosas, sacrificar á nuevas divinidades? en mis juramentos, en mis discursos, me veis invocar otros dioses que los vuestros? Y por lo que hace á la juventud, ¿cómo yo he de pervertirla, cuando la acostumbro á la paciencia y á la frugalidad? Ninguno de esos crímenes contra los que la Ley pronuncia la muerte: el sacrilegio, la perforacion de muros, la venta de hombres libres, la entrega de la Pátria, (21) ninguno de esos delitos me ha sido imputado por mis contrarios. Por lo que me parece muy digno de extrañeza que vosotros hayais podido encontrar en mi causa, accion alguna que merezca la muerte. Mas yo no me creo por eso ménos digno de estimacion, pues muero inocente. No es el oprobio para mí; sino para los que me condenan. Por otro lado, me sirve de consuelo el destino de Palamedes (22) muerto de una manera semejante á la mía. ¿Y en verdad, hoy mismo no inspira cantos más hermosos este héroe que el propio Ulises que le hizo perecer injustamente? Estoy seguro que el tiempo pasado y los siglos venideros atestiguarán que no he hecho mal á nadie, que á nadie he pervertido; sino que he sido benéfico con mis discípulos, enseñándoles de buen grado lo bueno que he podido.

Despues de haber hablado así, se salió de la manera que correspondia á sus palabras: la mirada radiante, el exterior y la marcha magestuosa. (23) Como se apercibió de que los que le acompañaban iban llorando, les dijo: y porqué es eso de llorar ahora? pues no sabíais, mucho tiempo ha, que la naturaleza desde que vine á la vida tenia decretada mi muerte? (24) ¡Y si se tratáse de que, rodeado de goces, tuviera qué morir prematuramente! ciertamente que debia ser un motivo de afliccion para mí y para mis amigos; pero si voy á dejar la vida cuando ya sólo sufrimientos debo esperar en ella!..... creo, pues, que al verme á mí contento, debeis participar de mi alegría todos vosotros. (25) —Pues yo me sublevo contra esa sentencia, dijo Apolodoro, hombre sencillo, que le era muy adicto y que estaba allí presente: porque veo que mueres injustamente.—Queridísimo Apolodoro, le contestó Socrates, (26) pasándole la mano cariñosamente por la cabeza, pues ¿por ventura querrias tú mejor verme morir con justicia que con inocencia? y al mismo tiempo dejó ver su afable sonrisa. (27)

Cuentan tambien que al ver á Anito que pasaba, dijo: ese hombre va tan enorgullecido, como si hubiera realizado una accion grande y bella con haber votado mi muerte..... y porqué? porque le hice notar que no estaba bien que él, honrado por la Ciudad con los mas elevados cargos, rebajára á su hijo hasta el oficio de curtidor...... El insensato! no conoce que entre él y yo el triunfo será siempre de aquel que en todo tiempo haya ejecutado las cosas más útiles y bellas!..... Pero Homero concede á algunos de los que están para morir el don de penetrar en lo venidero, (28) y os voy á pronunciar un vaticinio: he tratado un poco de tiempo al hijo de Anito, y no me parece un espíritu desprovisto de energía: pues os anuncio que no ha de permanecer en el oficio servil á que el padre le ha consagrado; falto de un honrado guia que le conduzca, sucumbirá á una pasion vergonzosa; y ya en adelante continuará progresando en el camino de la depravacion.

Los hechos correspondieron á la profecía: el mancebo se entregó al vicio del vino, y ébrio á todas horas concluyó por hacerse un hombre inútil para su Patria, para sus amigos y para sí mismo. El padre, por la educacion infame que habia dado al hijo, y por su torpe ignorancia, ha logrado verse deshonrado aun hasta hoy, despues de muerto.

En cuanto á Sócrates el haberse engrandecido ánte sus jueces excitó contra él la envidia y los decidió más resueltamente á condenarle. (29) Por lo demás, creo tambien que su muerte fué un beneficio que le concedieron los dioses, puesto que dejó lo más triste de la vida y alcanzó la más dulce de las muertes. ¡Y qué alma tan grandiosa! Convencido como estaba de que la muerte era para él más ventajosa que una larga vida, del mismo modo que jamás se habia manifestado contrario á recibir lo bueno, tampoco se mostró débil ante la muerte; al contrario, le salió al encuentro y murió con júbilo. (30)

Por mi parte cuando considero la sabiduría é inmensa grandeza de aquel hombre, no puedo ménos de recordarle, y con mi recuerdo tributarle mis alabanzas: y si alguien que sea amante de la virtud, se ha encontrado con un hombre más útil que el sábio de Aténas, desde luego declaro que ese és el mas afortunado de los mortales.



NOTAS.


(1) Recomendamos á nuestros lectores el interesante y concienzudo trabajo de Fr. Thurot: Apologie de Sócrate d'aprés Platon et Xénophon. En esta obra se encuentran tambien el Criton y el Phedon que son sus indispensables comentarios.

Véase así mismo la Apología de Sócrates de Libanio. Libanii Opera, edition Claude. Morel Paris-1607. p. 635.

(2) Principalmente Platon. Los diálogos de Platon se dividen en 10 grupos. Forman el 1.º los que tratan del Proceso y muerte de Sócrates y són: Euthyphron, la Apologia, Criton, Phedon y Cratylo. (J. Socher über Platons Schriften. Miinchen 1820.)

(3) Sócrates, dice Ciceron, no se presentó ante sus jueces humillado ni suplicante, sino con la magestad de un Soberano.

(4) Sobre Hermógenes véanse las Mem. de Jenof. II, 10; IV, 8.

(5) Decia Sócrates que tenia una voz interior «un Génio» (demonio) que le advertia constantemente lo que debia hacer y evitar. Por estas para sus émulos extravagancias demoniacas le acusaron. Nos hemos servido de la palabra Génio en la traduccion, porque la acepcion en que se toma en nuestro idioma la palabra demonio no expresa el concepto; pues lo que se quiere significar aquí es Númen, Génio, Oráculo, Dios.

(6) Horacio ha dicho tambien:
«Multa senem circumveniunt incommoda. Ars. poet. v. 169.

(7) Platon. Los otros fueron Anilo y Licon. Apologia, III y XI.

(8) Daimonion. Véase la nota 5.ª.

(9) Si consideramos la atencion religiosa con que Sócrates seguia la voz de Dios en el espíritu, debemos inferir que Sócrates miraba el conocimiento de la Razon divina que rige el mundo, además del de la Naturaleza que nos rodea, como el fundamento del recto conocimiento propio. (Sanz del Rio. Revista universitaria, 1854, Sócrates, tomo 1.)

Reinaba en tiempo de Sócrates la incredulidad ó la duda sobre los dioses. Para combatirla observaba que lo mejor en nosotros no lo vemos sensiblemenle, sino que lo conocemos por sus efectos, como nuestra alma y supremamente Dios, cuyos efectos sentimos en nuestro corazon, cuando no pretendemos ver su figura con los sentidos. (Sanz del Rio, ibid.)

(10) Cherefon, ateniense, hermano de Cherecrates y uno de los mas honrados discípulos de Sócrates. Jenof. Mem. I, 2; 11. 3.

(11) Platon. Apolog., V y siguientes.

(12) El más Sábio.—Siendo la ciencia humana muy imperfecta respecto á la de los dioses, Sócrates que conocia esta imperfeccion se acercaba más á la sabiduria. (Platon. Euthphr, II.)

(13) Despues de la derrota de la armada ateniense por los espartanos en Egospotamos, Lisandro cercó por mar y tierra á Atenas, desgarrada por partidos interiores y afligida además por un hambre cruel, obligándola á rendirse á discrecion. Fueron sus muros y naves destruidas, abolida su constitucion democrática y entregados al pérfido gobierno de los Treinta tiranos.

(14) Tal acusacion era fácilmente escuchada en aquellos dias en que las desgracias de Aténas se culpaban á los novadores en costumbres y leyes. Estas se restablecieron por un partido enemigo de Alcibiades y Critias, discípulos de Sócrates, á quien el vulgo confundia fácilmente con los sofistas. Sanz del Rio: ibid.=Opinamos como Socher y Freret que la acusacion de Sócrates, aunque aparentemente engendrada por celos religiosos, fué una verdadera venganza política, al contrario de lo que hizo con Jesus la hipocresia farisáica; que le acusó ante Pilatos de un crímen de Estado (Rey de los judios). Durante el gobierno oligárquico habia sido Sócrates senador, porque creia que los cargos públicos debian servirse en bien de la Pátria, cuando esta se halle en poder del extrangero, para evitar mayores males á los conciudadanos. El proceso de Sócrates tiene todos los caractéres de un golpe de partido, de un juicio revolucionario, y el fallo fué del todo inmerecido, porque la conducta de aquel grande hombre estuvo inspirada siempre por el sentimiento más puro de justicia. Véase á Schoel: Litter. grecque. 11, 32 y siguientes. Cantú: Biogr. t. X. de la Hist. univ.—Sócrates. Weber.—S. del Rio: Hist. univ., t. 7.—Laurent: Etudes sur l' histoire de l' humanité. Grécé, t. II.

(15) Los jueces en número de 556 se dividieron en dos opiniones. Sócrates, fué condenado, por la mayoria de tres votos, por el partido de los fanáticos. Pero Sócrates se chanceaba con la vida y con la muerte y en lugar de pedir con lágrimas la absolucion, segun costumbre; les dijo con aquella amarga ironía que constituia la fuerza de sus discursos: «Atenienses! por haber consagrado mi vida entera al servicio y á la moralizacion de mi Pátria, me condeno yo mismo á ser alimentado durante el resto de mi vida en el Pritanéo á expensas de la República.» Los jueces que se vieron de tal modo provocados dictaron la sentencia de muerte por una gran mayoria. (Lamartine, Historia de la humanidad por sus grandes hombres-Sócrates.)=Nada dá tanta altivez como la persecucion de los malvados y recita sus propias alabanzas como Epaminondas y Publio Scipion.

(16) No se sabe á ciencia cierta quienes serian los discípulos que hablaron en su defensa. Diógenes Laercio cuenta con referencia á Justino de Tiberiades, y con relacion á la causa de Sócrates, que un dia Platon se subió á la tribuna y dijo: «Atenienses! yo soy el más jóven de los que han subido á esta tribuna...;» pero que los jueces exclamaron. «Dí mas bien «descendido.»=Qué era como decirle: «Desciende.» (Talbot. Oeuvres de Xenoph.: 1, 201, nota 2.

(17) ¿Me oyes negar que haya Dioses, ni enseñar esto á mis discípulos? No creo que sean dioses ni el Sol ni la luna... Platon, Apol.

Aunque sus pensamientos se elevasen mas allá de los miserables símbolos que entonces adoraba la Grecia, respetó el culto legal de su Pátria, y aun seguia todos los ritos de la religion popular. Pensaba que la adoracion de la Divinidad era una cosa tan santa en si misma que no habia necesidad de contristarla aun cuando se equivocase de Dios.—Lamart, ibid.

No desenvolvió Sócrates una ciencia de Dios. Le bastó combatir las representaciones antropopáticas de los dioses, reconocer la omnisciencia, omnipresencia y bondad de Dios en el gobierno del mundo y sobre todo la unidad de Dios sin dualismo ni limitacion sensible ni panteismo segun conoce esta unidad el espíritu religioso (Sanz del Rio=Revista citada).

(18) La ley de Atenas autorizaba al condenado á rescatar su vida por un destierro ó por una multa la cual tenia que imponerse él mismo, reconociéndose culpable.=Fué condenado á beber la cicuta, brebage emponzoñado que daba la muerte en forma de sueño.

(19) Ciceron. De Orat., 1, 56.

(20) Este es el asunto del Criton, de Platon. En efecto, su discípulo y amigo Criton le ofreció medios de huir. Treinta dias estuvo en la prision (durante las fiestas de la Teoria en que no debia ser ejecutado ningun reo) los pasó con sus amigos conversando sobre la inmortalidad del alma. La última de aquellas conversaciones ha sido religiosamente conservada por el divino Platon, en uno de sus mas preciosos diálogos, el Phedon.

(21) El sacrilegio, la perforacion de muros, la venta de hombres..... Ιεροσνλία, τονχωρνχία, ανδραποδίσει..... Sobre el primer delito (ϊεροσνλία, sacrilegium) Platon. Leg. 8.=Τονχωρνχία, parietis effractio, murum perfodere ut patefacto sibi ad ædes perfossor, ingresu furari queal.—II. Steph. Thesaur. græcæ linguæ.=Este delito podriamos, pues, en nuestras clasificaciones jurídicas comprenderlo en robo con fractura.=Lα ανδραπόδίσις llamada por los romanos plagium, quod Lex Flavia plagis damnasset, era el delito de comprar, vender, ó tener por esclavo al hombre libre: del que persuade al esclavo ajeno á que huya de la casa de su señor. Sobre este delito véase á Ulpiano: Digesto.

(22) Palamedes, hijo de Nauplio, rey de Eubea, pereció víctima de la envidia que excitó en Ulises su sabiduria. Jenof. Mem. IV. 2. Platon, Apolog. XXII.

(23) Actitud en que representa Horacio á Régulo regresando voluntariamente al destierro, en la Oda V. del Libro III, v. 41 y siguientes.

(24) A uno que decia á Sócrates: «Los atenienses te han condenado á muerte.»—«Y la naturaleza á ellos», le contesto. Montagne: Essais. I, 19.

(25) Véase el discurso de Germánico á sus amigos cuando iba á morir.—Tácito. Annal., II, 71.

(26) Sobre el cariño que le profesaba este Apolodoro, véase á Platon en el Phedro, § 2 y 66, y á Plutarco en la Vida de Caton de Utica, § 10.

(27) Diógenes Laercio, en la Vida de Sócrates, refiere que fué á su muger Xanthippa, y no á Apolodoro á quien el filósofo dirigió estas palabras.

(28) Alusion á dos pasages de La Iliada: el uno, v. 856 del canto XVI cuando Patroclo moribundo anuncia á Héctor que él á su vez ha de morir á los golpes de Aquiles; y el otro, canto XXII, v. 358 cuando Héctor anuncia en iguales circunstancias á Aquiles que morirá herido por Páris.

(29) Véase lo que dejamos anotado sobre la sentencia anteriormente.

(30) Sobre los últimos momentos del filósofo, véase otra de nuestras notas anteriores.