ANTE EL ESPEJO


D

e pie ante el espejo

me tiene un quehacer
y el espejo me habla.
¿Qué diré? Ya sé.
Que mire la imagen
que buscaba en él;
ya la veo, es “ella”,
la recuerdo bien.
Pequeñita, débil,
cual puede a los seis

años una niña
delicada ser;
negro es su cabello,
pálida su tez,
sus ojos que miran
y que saben ver,
sus ojos que aun miran
son negros también;
la risa a sus labios
abre rara vez,
su almita está triste
sin saber por qué;
su cuerpo que sabe
ya de suerte cruel
miedo de la vida
parece tener.

Niña, pobre niña,
que en mi espejo fiel
miro de estos ojos
muertos a través
¿quién diría, viéndote,
que habían de hacer

tan rudo camino
tus débiles pies?

Se borra la imagen
del espejo; en él
otra imagen veo:
la de una mujer.
La mujer sí ríe
aunque alguna vez
riendo disimula
lágrimas de hiel.
Quien es no me digas,
espejo: lo sé.
Su alma es la de aquella
niña que a los seis
años era triste
sin saber por qué.

Espejo que muéstrasme
el hoy y el ayer

núblate; no quiero
ver más: tengo fe.