Adonis y Venus
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto III

Acto III

Apolo y Cupido.
APOLO:

  Mucho me espanto de ti,
Que me digas su afición.

CUPIDO:

Tu celosa condición,
Dorado Apolo, advertí.
  Tengo tan aborrecida
La de mi lasciva madre,
Y el ver que al cielo y mi padre
Ofenda su libre vida.
  Que darte aviso intenté,
Para que otra vez tu mano
Ponga la red de Vulcano.

APOLO:

Todo lo he visto y lo sé.
  ¿No sabes que soy el sol,
Vida y luz de los vivientes,
De cuyos rayos ardientes
Es todo el mundo un crisol?
  ¿No sabes que estoy mirando
Desde mi eclíptica bella,
Y por las figuras della
Discurriendo y paseando
  Esta máquina inferior
Donde nada se me encubre,
Porque todo lo descubre
Mi divino resplandor?
  ¿No ves que en mis paralelos,
Que el año del mundo cuenta
Por trescientos y sesenta
Y cinco, giro los cielos.
  En que reparto los dias;
Y que más que el pensamiento
El primero movimiento
Recoge las fuerzas mías,
  Y desde Oriente á Poniente
Me obliga á ver cuanto encierra
El círculo de la tierra,
La blanca y la adusta gente?
  ¿No ves que tan presto voy,
Cuando es noche en este polo,
A ver el Ártico?

CUPIDO:

Apolo,
Pues de tus ojos estoy
  Cierto que todo lo ven,
¿Cómo has sufrido que viva
Libre esta Venus lasciva
Con este Adonis también?
  ¿No basta el amor de Marte,
Que fué de los dioses risa?

APOLO:

Mi luz, que el mundo divisa.
En dos polos se reparte.
  Mientras iba al de Calixto,
La Luna, mi hermana, fué
La que en mi lugar dejé,
Y ella sin duda lo ha visto.
  No me ha querido decir
Su injusta conversación,
Porque adora á Endimíón;
Antes la quiere encubrir;
  Que bien saben las mujeres.
Unas por otras, amando,
Ya callando, y ya negando.
Encubrirse sus placeres.
  Lo que yo vi por el día
No fué más de un tierno hablar;
Que a veces no puedo entrar,
Cupido , donde querría.
  En los bosques se escondieron.
Cuyos árboles frondosos
Nunca a mis rayos celosos
Entrada a sus plantas dieron;
  Mas yo haré venganza en ellos
Luego que el verano llegue.
Cuando la humedad les niegue
Para sus verdes cabellos.
  Esto vi; mas sospeché
Que era sólo amor Cupido;
Pero si tú la has herido.
Culpa de tus flechas fue.
  ¿Cómo a Venus se la pones?

CUPIDO:

Si va a decir la verdad.
Yo pongo en su voluntad
Estas libres aficiones.
  Todo es venganza de ver
Que esta loca se desvela
En que yo vaya al escuela,
Y aprenda, Apolo, a leer.
  Ya leo, ya sé escribir.
Compongo versos de amor,
En que digo aquel rigor
Que doy al alma a sentir;
  Mas ella, porque el maestro
Me azote, me pone allí;
Que por lo que toca a mí,
Ya estoy en las letras diestro.
  Haz, por tu vida, venganza
Deste mal nacido amor.

APOLO:

Adonis es cazador.
Que puede darte esperanza.
  Vete, y déjame con él;
Que yo le daré la muerte.

CUPIDO:

Pues ¿adonde vuelvo a verte?

APOLO:

Junto a aquel verde laurel.

CUPIDO:

  ¡Aun no tienes olvidada
A Dafnes, que en él suspira!

APOLO:

¡Oh traidor! ¡Qué flechas de ira
Pusiste en su vida airada!
  Vete, que si de mi historia
Me renuevas el dolor,
No haré cosa, niño Amor,
Que no aflija mi memoria.

CUPIDO:

  Guárdete Júpiter santo.

Vase.


APOLO:

De Venus me afligen celos
Desde que ayer por los cielos
Enjugué del alba el llanto.
  Pagarme tiene la injusta
Muchas burlas que me ha hecho
Salga Adonis de su pecho.
Cosa de que tanto gusta.
  Bajen mis rayos divinos
A los centros abrasados,
Aunque no están enseñados
A tan obscuros caminos.
  A las tinieblas eternas
Demos luz. Oye, Plutón:
Tú, que la vil confusión
De la obscuridad gobiernas,
  A mi claridad camina;
y aunque estés en fuertes lazos,
Deja un momento los brazos
De tu amada Proserpina.
  Deja la tiniebla, y ponte
Presto á escuchar la voz mía,
O de tus furias me envía
A la fiera Tesifonte.
  Sal presto: ¿quieres acaso
Que entre mi luz más adentro?

Aparece un alcázar infernal,
y sale de él la furia Tesifonte.
Tesifonte y Apolo.
TESIFONTE:

Ya desde el obscuro centro
Salgo a detener tu paso.
  Detente, Apolo divino.
Tesifonte soy: ¿qué mandas?
Tú, que por los aires andas,
Y es el cielo tu camino,
  ¿Cómo descendiste al centro?
Aquella dorada cinta
Que tu luz adorna y pinta,
No la has de hallar aquí dentro.
  Las figuras celestiales
Son aquí tormentos feos,
Tántalos y Prometeos
En sus penas infernales.
  Aquí no hay que repartir
El año en sus doce meses,
Ni hay aquí plantas ni mieses,
Ni flores que producir.
  Aquí no hay oro ni plata.
Alquimista celestial ;
De sólo fuego inmortal,
Discordia y rigor, se trata.
  ¿Qué es lo que quieres, que así
Con tus rayos nos ofendes.
Pues hacer día pretendes
La noche que vive aquí?

APOLO:

  Tesifonte sangrienta.
Señora de las armas.
Que con hachas de fuego
Influyes guerras tantas,
Yo no quiero que al mundo
Como otras veces vayas,
Ceñida de serpientes,
Y de diamante armada,
A destruir la Europa,
A disfamar el Asia,
Al África desierta,
Ni a las indianas playas.
Estése queda Grecia,
Y Troya, coronada
De muros y de olivas.
No tiemble de Casandra.
Duerma el soldado fuerte;
Los parches de las cajas
Sólo a los dados sirvan,
Y a la fortuna varía;
Las trompetas sonoras.
El bronce por quien hablan
Para siempre enmudezcan,
Ciegas de poco usadas.
Esténse las banderas
Dobladas en las astas.
Sin que las haga el viento
Colores de sus alas.

APOLO:

Las espadas sangrientas
No salgan de las vainas.
Ni las pintadas flechas
De los carcajes salgan.
No se esmalten de plumas
Las lustrosas celadas,
Ni los fresnos y abetos
Den ramas a las lanzas.
Las naves de altos bordes
Embarquen oro y plata;
No lleven municiones
Ni escuchas en las gavias.
Que vayas quiero sólo
A los bosques de Arcadia,
Y en un jabalí fiero
Embistas tu arrogancia.
Éntrate, Tesifonte,
En sus fieras entrañas,
Para matar a Adonis,
Que ha de salir a caza;
Que yo te le pondré
Donde con furia extraña
Su verde edad malogres,
Y a Venus su esperanza.

TESIFONTE:

Apolo soberano,
Que tú lo mandes basta
Para que te obedezca
Cuanto el infierno abarca.
Vete ligero al cielo,
Porque después que estampas
Tu luz en mis tinieblas,
Descansan estas almas.
Ni aquel peñasco duro
Que a Sísifo quebranta,
Ni de Ixíon la rueda.
Ni las cincuenta hermanas...
Caronte alzó los remos
De su mohosa barca;
Radamanto no juzga,
Ni el Cancerbero ladra.
Yo voy luego a ese bosque,
Y por la misma traza
Daré la muerte á Adonis.

APOLO:

Si aquella vida acabas.
Te prometo cien libras
Del oro de la Arabia
Para unas armas bellas.

TESIFONTE:

Pues cumple tu palabra,
Y vete presto al cielo;
Que su grandeza agravias
En este obscuro limbo.

APOLO:

Yo vuelvo a ver mi patria.
Vanse.
Venus, deteniendo a Adonis.

VENUS:

  Detente, por vida mía,
Si la estimas, prenda amada.

ADONIS:

Suelta, acaba.

VENUS:

No querría
Que te sucediese nada.
  Que yo suelo al más ardiente
Fiero jabalí, que baña
De sangre y de espuma el diente,
Testigo aquesta montaña.
Atravesar el tridente.
  Un oso bajaba ayer.
Todo de abejas pintado,
A este arroyuelo a beber,
O porque en su vidro helado
Pensaba su ardor vencer;
  Y por esos ojos bellos,
Espejos de aquestos míos,
Y esos divinos cabellos,
Pues mis juveniles bríos
Pudiste rendir con ellos,
  Que de errarle con sospecha,
Junté del arco las puntas
Con tal fuerza, que la flecha,
Al acabar de estar juntas,
Rompió los aires derecha;

VENUS:

  Y estando un instante en calma,
Después de muerto vivió
Para darme mayor palma,
Porque la flecha no dio
Lugar que saliese el alma.
  Pero, en fin, como le toca
A lo mortal que no impida
Lo mismo que le provoca,
Como le cerró la herida,
Salió el alma por la boca.
  Mi bien, ya estoy satisfecha
De tu valor, si por dicha
Piensas que hablé con sospecha;
Mas suele ser la desdicha
Del arco del cielo flecha.
  ¿Adonde hallará reparo

ADONIS:

En mi destreza confía;
El hombre cuando le tira?

ADONIS:

Si tengo un Dios por amparo
Y escudo para su ira,
¿Qué más divino reparo?

VENUS:

  ¡Ay, mi bien! En casos tales,
Temor hiela, y amor ciega.
No sólo entre los mortales
La envidia vive; que aun llega
A los dioses celestiales.
  Siéntate aquí, por mi vida.

ADONIS:

¡Oh, cómo vienes extraña!
¿Ya mi valor se te olvida?
Deja que aquesta montaña.
Siguiendo las fieras, mida.
  Si mi rostro y mi cabello
Señas femeniles son
Mira que un hombre, si es bello,
Tiene más obligación

VENUS:

¿De qué?

ADONIS:

De no parecello.
  Un feo procure ser,
A puro artificio, hermoso;
Y un hermoso, parecer
Valiente, fuerte, animoso,
O confiese que es mujer.

VENUS:

  Ya, mis ojos, que porfías.
Digo que vayas; mas quiero,
Pues son tan grandes los días,
Que pases el sol primero
Al pie destas fuentes frías.
  Esto no es contra el valor
De tu nombre.

ADONIS:

Eso es muy justo.

VENUS:

Y entretanto, mi señor.
Te contaré por mi gusto
La ocasión deste temor.

ADONIS:

  Ya te obedezco, y aquí
Me siento.

VENUS:

Espera, que a ti
Que te sirva es justa cosa
El regazo de una diosa.

ADONIS:

Comienza.

VENUS:

Está atento.

ADONIS:

Di.

Siéntase Venus,
y pónase Adonis en su regazo,
recostado.


VENUS:

  Hubo, querido Adonis,
En aquestas montañas
Una famosa ninfa.
Que se llamó Atalanta.
Por no casarse, hizo
Una ley tan extraña.
Que a los que pretendían
Casarse, los forzaba
A que corriesen juntos;
Pero si no ganaban.
Cortábales los cuellos.
¡Qué caras esperanzas!
Venció treinta mancebos.
Que de provincias varias
Vinieron a la empresa
Vencidos de su fama;
Entre los cuales uno.
Que Hipómenes llamaban,
Me ofreció dos palomas
Si mi favor le daba:
Movióme el pecho, y díle
De oro tres manzanas.
Fue su codicia estorbo
De sus ligeras plantas,
Y llegando primero,
Venció la bella ingrata,
Y se casó con ella;

VENUS:

Que fue notable hazaña.
Mas donde el beneficio
Sus pies divinos alza.
La ingratitud los pone,
Borrando sus estampas.
Así el mancebo ingrato.
Pasando una mañana
Por un templo de dioses,
No sólo degolladas
Firmaron las palomas
Con plumas de sus alas
La obligación del voto
Sobre las blancas aras.
Mas infamó mi templo,
Por quien mi mano airada
Los convirtió en leones;
Que es. Adonis, la causa
Por donde yo te ruego
Que no vayas a caza:
No tomen en tu vida
Deste agravio venganza.
Duérmese Adonis en el regazo de Venus.
¿Duermes, mis ojos? ¿Duermes?
Parece que le baña
Los ojos blando eclipse
De sus estrellas claras.
Amadríades verdes
Destas montañas altas,
Salid a entretener
El bien de mi esperanza.

VENUS:

Tejed alegres coros
Y amorosas guirnaldas
Al nuevo amor dormido,
Incendio de las almas.
Canta.
  Rapacillo lisonjero,
El de los ojos vendados.
Si no aciertas cuando tiras,
¿Por qué te pintan con arco?
Niño, que engañas el tiempo.
Un viejo de tantos años,
¡Por qué le hurtaste las alas.
Pues que te vas tan despacio!

Apolo, sin ser visto de Venus;
Adonis, dormido.
APOLO:

(Aparte.)
Quien llega a tan triste tiempo
Después de tiempo tan largo,
¿Para qué pide esperanzas,
Cuando le dan desengaños?
¿Es posible que mis ojos
A Adonis están mirando
En el regazo de Venus?
¡Él durmiendo, ella cantando!
Pero yo soy el que sueño.
Pues mis ojos engañados
Quieren juntar lo divino.
Por lo imposible, a lo humano.

Canta.
VENUS:

Tú fuiste incendio de Troya,
De España, Roma y Cartago;
Ni ha tenido imperio el mundo
De quien no fueses tirano.
Yo me estaba en mi sosiego.
De mi libertad gozando.
En la deidad de mi trono.
Sin pensamientos humanos.

APOLO:

(Aparte.)
¡Que sufran celos de Apolo
Tal infamia! ¡Que en sus brazos
Vean un hombre mortal,
Y no le abrasen mis rayos!
Cielos, ¿soy el sol? ¿Quién soy?
Cielos, si haberme mirado
Con alas de cera un hombre
Tuvistes por tanto agravio;
Si Faetón era otro yo,
Y le veis precipitado
En el mar de su soberbia,
Pudiendo en mi propio llanto,
¿Cómo sufrís esta fuerza?
Pero ¿qué espero? ¿Qué aguardo?
Voy a incitar las tres furias.
Que una es poco en tantos daños.
Buscar quiero algún pastor
Que ayude a mi engaño, en tanto
Que Tesifonte se viste
De aquel animal airado.
Verán los cielos agora
Qué son celos, pues llegaron
A cegarme, si son celos
Los celos averiguados.
 

Vase.
Adonis, que despierta, y Venus.


ADONIS:

  ¡Válgame el cielo! ¿Qué es esto?

VENUS:

¿Qué tienes, señor?

ADONIS:

No sé.

VENUS:

Pues habiéndote aquí puesto
Desde mis brazos en pie,
¿Te levantas descompuesto?

ADONIS:

  La sangre de aquesta edad.
Como está ardiendo en las venas.
Finge con ferocidad
Campañas de guerras llenas,
Armas, sangre y novedad.
  Esto soñaba: no quieras
Que con privación tan grande
Intente algunas quimeras.

VENUS:

¡Que el sueño en tus ojos ande
Con imágenes tan fieras!
  Yo le haré dar tal castigo,
Que no se burle contigo.
Mas ¿qué soñabas, mi bien?

ADONIS:

Déjame.

VENUS:

¡Tanto desdén,
Querido señor, conmigo!

ADONIS:

  Era todo fantasía.

VENUS:

¿Qué tenías, prenda mía?
De tan mal sueño me advierte.

ADONIS:

Corta vida y triste muerte,
Soñaba yo que tenía.

VENUS:

  Pues ¿eso te da pasión?

ADONIS:

Tanta y con tanta razón.
Que sólo en este recelo
Puede tener tu consuelo
Alegre mi corazón.

VENUS:

  No creas lo que se ve
En ese lienzo imperfeto
De que el sueño pintor fue;
Pero advierte que el discreto
Tiene por madre a la fe.

ADONIS:

  Por serlo desde este día.
Si por eso lo he de ser,
Al sueño y su fantasía
Te prometo no creer,
Mas a la fe, madre mía.

VENUS:

  Eso está puesto en razón.
Vete a cazar.

ADONIS:

Bien podré.
Sin que me cause pasión
Con su temor; que bien sé
Que los sueños, sueños son.

Vanse.
Apolo y Frondoso.
APOLO:

  Tente, no huyas de mí.

FRONDOSO:

Dióme el verte mil desmayos:
Deten, Apolo, los rayos;
No muestres tu fuerza en mí.
  Yo soy el que te quería
Con el pájaro burlar;
Pero bien vine a pagar
La loca malicia mía.
  A ninguno he parecido
Este mismo ser que soy;
A todos asombros doy,
Ando de mí mismo huido.
  Ya no llego a mi cabana,
Mi ganado menosprecio;
Si tuve el cayado en precio,
Ni me ayuda ni acompaña.
  Todo lo dejo olvidado,
Y jamás cobrarlo espero;
Que, de perdido, no quiero
Mi ganado y mi cayado.
  A tal desesperación
He venido, que he perdido
Mi sentido, mi vestido.
Mi cayado y mi zurrón.
  A todos parezco mal.
Nadie lo que soy arguye,
Mi propia sombra me huye.
¿Quién ha visto pena igual?
  Por venganza o compasión
Aun no hay en mi mal testigos:
Los que me eran más amigos,
Ya mis enemigos son.

APOLO:

  Lástima tengo de ti;
Mas yo te perdonaré
Y A tu forma volveré,
Si una cosa haces por mí.

FRONDOSO:

  ¿Qué puede haber, Delio santo,
Difícil para servirte?

APOLO:

Quiero un secreto decirte:
Mira si te estimo en tanto.
  ¿Conoces un cazador
Bellísimo deste monte,
Que por todo su horizonte
No hay hermesura mayor?

FRONDOSO:

  ¿Es Adonis, por ventura?

APOLO:

Por desventura, dirás.

FRONDOSO:

Por la mía mucho más
Que por su mucha hermosura.
  Mi bella Camila adora
Ese monstruo de belleza,
Donde la naturaleza
Sus riquezas atesora.
  ¡Nunca yo le conociera!
¡Nunca este monte habitara!
El viento a verle se para;
Fuentes y árboles altera.
  Las ninfas que le han criado
Pierden el seso por él;
Hasta un ingrato laurel
En su tronco ha suspirado;
  Y aun dicen, y ser podría.
Que ha bajado a nuestro suelo
Desde su tercero cielo,
Venus, a verle algún día.

APOLO:

  Ahora bien: lo que has de hacer
Es no más de irle a buscar,
Y decirle que pasar
Un jabalí viste ayer,
  Y que entiendes que está aquí;
Que con codicia vendrá.

FRONDOSO:

Yo voy; mas decid: ¿será
Verdad que yo vuelva en mí?

APOLO:

  Pues que ya te perdoné.
No dudes que será cierto.
Busca a Adonis.

FRONDOSO:

Hoy le advierto.

APOLO:

(Aparte.)
Y hoy la muerte le daré.

Vase.


FRONDOSO:

  ¡Qué ventura tan grande que he tenido
En que Apolo ofendido
Perdonase mi culpa!
Ya no seré de aquestos montes fiera.
Admitió mi disculpa.
Mas ¿qué valle, qué prado, qué ribera
Tendrá al hermoso Adonis?
Filomela, Coronis,
Progne y tantas hermosas dulces aves,
Que con voces suaves
Celebráis su hermosura,
¿Qué fuente clara y pura
Le tiene agora, o qué florido prado?
Mas ¿no es aqueste? ¡Ay, cielos!
Sí, pues los lirios deste arroyo helado
Se han vestido de celos.

Adonis, Camila, Albania y Frondoso.
CAMILA:

No desprecies mi amor, deidad divina.
Aunque en humanos velos
Cubres el resplandor.

ADONIS:

Camila bella,
A tu Menandro inclina
Los ojos, de piedad y amor vencidos.

ALBANIA:

¡Con qué dichosa estrella
Nació destos floridos
Valles la ninfa que gozar espera
En dulce matrimonio
De tus años la verde primavera!

ADONIS:

De vuestro amor me basta el testimonio
De tantas alabanzas.

ALBANIA:

Qué, ¿ninguna te mueve?

ADONIS:

Albania, yo no doy mis esperanzas
Como el almendro loco.
Que la rígida nieve
Del Capricornio helado tiene en poco.
Como el árbol discreto, el moral sabio.
Procedo en mi temor y en vuestro agravio.

CAMILA:

Di, cuando burla sea.
Que mi amor agradeces.

ALBANIA:

Di, porque yo lo crea:
«Mi voluntad mereces.»

ADONIS:

Digo que mayor daño
Hace un fingido bien que un desengaño.

CAMILA:

¿A cuál, di, por lo menos.
Te inclinas de las dos?

ALBANIA:

¿A cuál estiman
Esos ojos serenos?

ADONIS:

Vuestros ruegos me fuerzan y me animan.
¿Queréis que os diga á entrambas lo que siento
De vuestra pretensión y pensamiento,
Discreción y belleza,
Donde naturaleza
Puso la ciencia del pincel cifrada?

ALBANIA Y CAMILA:

Sí.

ADONIS:

Pues ninguna de las dos me agrada.

ALBANIA:

¿En qué montañas ásperas naciste?

CAMILA:

¿Qué tigre te dio leche, qué leona?
¿Qué Cáucaso engendró tu basilisco?
¿En qué desierta, inhabitable zona,
En qué Libia aprendiste
Esta cruel dureza?

ALBANIA:

¡Oh, más duro que risco
En las ondas del mar inexpugnable!

CAMILA:

¡Oh, más fiero que el viento embravecido
En los Euripos donde brama Scila!

FRONDOSO:

A Adonis
Por no estorbar que Albania y que Camila
Te dijesen sus celos, me detuve.
Por este monte sube
Agora un jabalí cerdoso y fiero:
Si quieres que te sirva de montero,
Sigúeme, Adonis, y darásle muerte
Con esta jabalina.

ADONIS:

¡Oh buen pastor!

FRONDOSO:

Agora, Adonis fuerte,
Quiero ver tu valor y gentileza.

ADONIS:

Por la huella camina,
Mientras mis perros llamo.

FRONDOSO:

Pues empieza.

ADONIS:

¡To, Melampo; to. Castor; to, Menipo!
Ya vienen.

FRONDOSO:

Pues al paso me anticipo.
Vanse los dos.

Menandro, Timbreo, Camila y Albania.
MENANDRO:

  ¿Aquí me dices que están?

TIMBREO:

Aquí, Menandro, las vi.

MENANDRO:

¿No estaba Adonis aquí?

ALBANIA:

Agpra, Menandro, van
  Él y Frondoso ligeros
Tras un jabalí.

MENANDRO:

Si busca
Fieras, ¿para qué se ofusca
En buscar pechos más fieros?
  Aunque pues sois tan de cera
En adorar su desdén.
No os viene este nombre bien:
El que os desprecia es la fiera.

ALBANIA:

  ¡Menandro tan declarado!

MENANDRO:

Antes, Albania, te advierto
Que soy galán encubierto
Con temor de mal pagado.
  No me querría embarcar
Donde no pueda salir;
Que encubierto puedo huir,
Y declarado esperar.
  Hasta ver nuestros desvelos,
Lazos del favor hacéis;
Mas cuando en la red nos veis.
Nos matáis A puros celos.

ALBANIA:

  De mi error desengañada,
Y el oráculo advertida,
Quiero estimarte ofendida,
Y amarte desengañada.

TIMBREO:

(A Camila)
Y tú, ¿qué dices de mí?

CAMILA:

Que agradecida a tu amor.
Me ha pesado del rigor
Que te he mostrado hasta aquí.

TIMBREO:

  Verdad ha venido a ser
El pronóstico de Apolo.

ALBANIA:

Tú eres mi amor, y a ti solo,
Menandro, pienso querer.

CAMILA:

  Y yo a ti solo, Timbreo.

MENANDRO:

¡Gracias a amor soberano
Que vuestro rigor tirano
Conoció nuestro deseo!

Adonis, dentro. — Dichos.
Dentro.
ADONIS:

  ¡Ay cielos!, ¡que me mata!
¡Socorro, Venus bella!
¿Adonde estás, señora?
Pues ¿cómo aquí me dejas?

CAMILA:

¿Qué voces dolorosas,
Pastores, son aquellas?

ALBANIA:

Adonis me parece.
¿Si le ha muerto la fiera?

Dentro.
ADONIS:

Ayúdame, Frondoso.
Frondoso con Adonis en brazos.

FRONDOSO:

Pastores desta selva,
Ayudadme a llorar
Tan mísera tragedia.

ALBANIA:

¿Es muerto el bello Adonis?

FRONDOSO:

Cual candida azucena
Del labrador pisada,
Inclina la cabeza;
Cual oriental jacinto
Cuando la noche llega,
Las olorosas hojas
Marchita, humilla y cierra.
Salió de aquestos robles.
Sobre quien ya descienda
De Júpiter tenante
La furibunda flecha.
Un jabalí cerdoso.
Que por la boca abierta,
En vez de blanca espuma.
Arrojaba centellas.
Yo vi donde tocaban
Arder la verde hierba,
Cual suelen los rastrojos
Que los pastores queman.
El animoso mozo.
 (El corazón me tiembla
Sólo en deciros esto)
Salió de aquella senda;
Y apenas el venablo
Afirmado en la tierra
Le puso al pecho, cuando
Por él al suyo se entra.
Los agudos colmillos,
¡Ay cielos! atraviesan
La carne delicada

TIMBREO:

Tente: ¿qué ninfa es ésta?

Venus y Cupido. — Dichos.
VENUS:

  Dejadme ver, pastores.
La muerta vida de mi Adonis caro.

ALBANIA:

Venus, de los amores
Diosa ,¿cómo á tu amor no diste amparo?

VENUS:

Porque el hado tenía
Dispuesta la tragedia deste día.
  Ponelde en este suelo.
¡Ay, mísera de mí! Póngase luto
En mi tercero cielo
Toda estrella de amor.

CUPIDO:

¡Qué triste fruto
Ha dado tu esperanza!
Madre, quien siembra amores, viento alcanza.

VENUS:

  Bellísimo mancebo,
Envidia de los hombres, y por dicha
Del mismo hermoso Febo,
Bien te pronosticaba esta desdicha.
Mas ¿qué voz o qué espejo,
A la primera edad dará consejo?
  Mas pues que los amores
Pocas veces nos rinden mejor fruto
De sus hermosas flores.
Memoria de tu muerte y de mi luto
Quedará desta forma.
Tu cuerpo en flores mi dolor transforma.

Desaparece Adonis,
y sale en su lugar una rama
llena de flores y hojas.
CAMILA:

  ¡Oh, qué rama tan hermosa.
De olorosas flores llena!

TIMBREO:

Por memoria de su pena
La vuelve en ella la Diosa.

MENANDRO:

  Parécese al tornasol
Que tras Apolo se viene.

CAMILA:

Azul y amarillo; tiene
Colores de cielo y sol.

VENUS:

  Ya que mi Adonis querido
Es muerto , y su roja sangre
Se ha vuelto en aquestas flores,
No es justo que de amor trate.
Yo me quiero recoger
Entre las monjas vestales.
No me busques más, Cupido.

CUPIDO:

¿Vos monja? ¡Qué disparate!
Cuando yo fuere fraile, madre;
Madre, cuando yo fuere fraile.

MENANDRO:

Sois para monja muy dama:
Cupido os conoce, y sabe
Que no lo podréis sufrir.

VENUS:

Sí haré, que la causa es grande.

TIMBREO:

Que vos os consolaréis.
Como las mujeres hacen;
Que lloran al primer día,
Y al segundo hacen donaire.

VENUS:

No creáis que me consuele,
Ni que deje de encerrarme.

CUPIDO:

Callad , madre: no creáis
Que dejaréis los galanes,
Las ventanas, los favores,
Las joyas , los ricos trajes ,
Los billetes y los celos.

VENUS:

Nadie del mundo me trate.
Al templo de Vesta voy:
Allí no me busque nadie.
Monja quiero ser , y quiero
Que treinta rejas me guarden.

CUPIDO:

Cuando yo fuere fraile , madre;
Madre, cuando yo fuere fraile.

VENUS:

Ya para mí murió el mundo ,
Galas, músicas y trajes.
Todo se acabó en Adonis ,
Que muerto a mis ojos yace.
Con él se acabó mi vida,
Y comienzan mis pesares.

TIMBREO:

Y aquí la tragicomedia
Del bello Adonis acabe.