Adonis y Venus
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto I

Acto I

Menandro y Timbreo.
MENANDRO:

  Prosigue, amigo Timbreo,
La relación de tu mal;
Que yo sus desdenes creo.

TIMBREO:

Ver tu sentimiento igual
A mis desdichas, deseo.
  Como digo, entró Camila
En el templo de Diana;
Seguí sus rayos, y vila
Como el alba entre oro y grana
Menudo aljófar destila.
  Huyó la noche de ausencia
Luego que su luz salió;
Mas con esta diferencia:
Que el campo reverdeció,
Y me abrasó su presencia.
  Iba con otras, y entre ellas
Excedía las más bellas
Lo que excede al cuerpo el alma,
Al mirto humilde la palma,
Y la luna a las estrellas.
  Las colores que tenía,
Con que al rubí y esmeralda.

TIMBREO:

La rosa y clavel vencía,
Envidiaba la guirnalda
Que sus cabellos ceñía.
  Cegaba el vellos tan bellos,
Que el aire formaba dellos
Ondas, como suele el mar:
Pienso que para anegar
Mil vidas y almas en ellos.
  Iban los azules velos
De sus ojos, dulce guerra
De amor, vistiendo los cielos;
Porque ciclos en la tierra,
Daban a los cielos celos.
  El vestido pudo hacer
Envidia a su compostura;
Que el saberse componer
No es la menor hermosura
De una gallarda mujer.
  Las cuatro esferas primeras,
Menandro, en Camila vieras:
La luna en el pie gentil,
De donde el florido Abril
Sacaba las primaveras.
  La esfera de Venus bella
Era el cuerpo; el dulce hablar
Mercurio; el sol en la estrella
Del rostro.

MENANDRO:

Aprenda a pintar
La naturaleza de ella.
  Si no es arte que te debe.
Pero prosigue, que es breve
El tiempo.

TIMBREO:

A la lumbre pura,
Menandro, de su hermosura
Llegué, convertido en nieve.
  Fuíla a hablar; pero sentí
Asir la lengua al temor,
Y quedé fuera de mí:
Pero venciendo el amor,
De tres veces, diie así :
  "Pastora de ojos serenos,
Aunque de mil rayos llenos,
¿Cuándo vida me darás?"

MENANDRO:

Prosigue.

TIMBREO:

No dije más,
Y me entendiera con menos.
  Quedó entonces tan hermosa,
Como del alba a la risa
Suele salir vergonzosa,
Entre su verde camisa,
Bañada en sangre, la rosa.
  Cuando quiso responder,
Vi que Frondoso llegaba;
Y sin hablar, sólo en ver,
Vi, Menandro, que la amaba.

MENANDRO:

Bien se puede conocer:
  Que si a Camila tenías
Por espejo, bien verías
Si se miraba Frondoso
En la luz del rostro hermoso,
Cuando en su cristal te vías.
  Al templo habemos llegado
De Apolo.

TIMBREO:

Deste cuidado
Me sacará su respuesta.

MENANDRO:

Gente viene.

TIMBREO:

Ninfa es ésta
De extranjero monte y prado.

Atalanta, con un dardo en la mano;
Menandro y Timbreo.
ATALANTA:

(Para sí.)
No desdice al estado
De una doncella tierna
Querer saber el que tendrá su vida;
Que el femenil cuidado
Que nuestro ser gobierna,
No es bien que al varonil valor se mida.
Cuando la edad florida
A su límite llega,
Es la igual compañía
Lo que es el sol al día,
Y el claro norte al que en el mar navega.
Los hombres fueron hechos
Para alivio vital de nuestros pechos;
Que, fuera de ser forma
De la materia nuestra,
Y de nuestras potencias y sentidos
Alma que los informa,
Que los guía y adiestra,
Son Argos del honor, siempre advertidos.
Amores atrevidos
Defienden el deseo;
Y aun esto no es de suerte
Que con temprana muerte
No descendiese la mujer de Orfeo
Al centro en que hoy suspira
Contra la fuerza de su dulce lira.
Saber quiero de Apolo,
En su templo divino,
Qué esposo quiere darme en casamiento;

ATALANTA:

Que este cuidado solo
Es solo peregrino
De mi primero y casto pensamiento.
Si miro el firmamento,
Unas con otras veo
Sus esferas casadas,
Con manos argentadas.
La luna abraza al sol, cuyo himeneo
La alumbra y vivifica,
Y a su humildad los rayos de oro aplica.
Si contemplo la tierra,
¿Cuál animal no tiene
Su semejante , con quien ande y viva?
Cuantas plantas encierra,
Amor las entretiene;
Que su generación de amor deriva.
Esta hiedra lasciva
Y esta vid trepadora,
Fresnos y olmos enlazan;
Los espinos se abrazan,
La tórtola casada gime y llora,
Del caro esposo ausente.
Su centro busca el agua desta fuente.
Dígame, pues, Apolo
Qué esposo será el mío:
Fórmese de dos almas Androgeo.
Quien nace para solo
(Cosa que desconfío),
O es bestia o es deidad; y así deseo
Al yugo de Himeneo
Rendir el cuello, a ejemplo
De cuantas cosas miro.
Pero ¿por qué suspiro,
Si aqueste suntuoso y rico templo
Es, por lo menos, donde
Apolo por su oráculo responde?

Camila, Albania, Atalanta,
Menandro y Timbreo.
CAMILA:

A buen tiempo hemos llegado,
Que aun está Apolo cubierto.

ALBANIA:

Más me mata un bien incierto
Que un daño determinado.
  Pues no pienses que será
Solo aquí nuestro deseo.
Menandro es aquél.

CAMILA:

Timbreo,
Albania, con él está.

ALBANIA:

  ¿Qué querrán saber de Apolo?

CAMILA:

Lo que nosotras también.

ALBANIA:

¿Á cuál dellos quieres bien?

CAMILA:

Sábelo Amor.

ALBANIA:

¿Amor solo?

CAMILA:

  Sí, porque no me forzara
A declararme, sin ver
Que a quien me inclino a querer,
A quererme se inclinara.

ALBANIA:

  Qué, ¿ninguno de los dos
Te ha dicho amores jamás?

CAMILA:

Pienso que celosa estás.

ALBANIA:

¿Yo celosa?

CAMILA:

Sí, por Dios.

ALBANIA:

  ¿De quién?

CAMILA:

De mí.

ALBANIA:

Pues ¿tú sabes
Lo que yo quiero?

CAMILA:

Imagino,
Temo, sospecho, adivino.

ALBANIA:

Si son nuestros ojos llaves
  De los secretos del alma,
Abre con ellos el pecho.

CAMILA:

Ya lo contemplo, y sospecho
De su tormenta y su calma.
  Que como la imán se va
Tras el norte á quien camina,
Así amor la vista inclina
Donde el pensamiento está.

TIMBREO:

(Aparte á él.)
Camila, Menandro, viene
A saber algún secreto.

MENANDRO:

Si ella te quiere, ¿a qué efeto
De tu amor sospechas tiene?

TIMBREO:

  Albania viene con ella.
Que presumo que te adora.

MENANDRO:

De otro sol parece aurora,
Y de otra aurora la estrella.
(Aparte.)
Disimulé por saber
A quién amaba Timbreo.
Tanto a Camila deseo.
Cuanto puede un alma arder.
  Las sospechas que tenía
De Timbreo, he descubierto.

Frondoso, con un pájaro en la mano.
— Dichos.
FRONDOSO:

(Para sí.)
Por saber si Apolo es cierto,
O vana su profecía.
  Este pájaro he traído
Para poderle engañar;
Que se le pienso mostrar,
Pero en la mano escondido.
  Preguntaréle si está
Vivo: si dice que sí,
Apretaréle, y así
Le diré que muerto es ya.
  Si me dijere que es muerto,
Soltaréle entonces yo,
Diciendo que no acertó,
Y que es su oráculo incierto.
  Con esto, entre los pastores
Desacreditado ya,
Ninguno amor mudará
Por el fin de sus amores;
  Que por lo que pronostica
De bien o mal, las mujeres
A diversos pareceres
Con sus respuestas aplica:
  Y ellas, que no han menester
Achaques para mudarse,
Saben muy bien disculparse
De querer y aborrecer.

Descúbrese una cortina, y vese en un altar,
sobre una basa, el dios Apolo, con su lira,
y resplandor de sol en la cabeza.- Dichos-
FRONDOSO:

(Aparte.)
Ya corrieron la cortina
De Apolo al sagrado altar.
Quiero primero escuchar
Lo que a tantos adivina.

TIMBREO:

  Dime, sagrado Apolo,
Divino autor del día,
¿Ama la prenda mía,
O A mí me quiere solo?

APOLO:

Lo que tu prenda quiere,
Ausente vive, y por su ausencia muere.

TIMBREO:

  ¡Ausente! Pues si agora
Me tiene aquí presente,
¿Cómo dice que ausente,
Y que su ausencia llora?
Mas no soy yo a quien ama.
Erró su centro mi amorosa llama.

Vase.
MENANDRO:

  Apolo, tú, que mides
El tiempo con eterno
Curso, y el frío invierno
Del verano divides,
¿Veráse mi deseo
Adonde el fin de mi esperanza veo?

APOLO:

  Sirve, pretende, espera:
Todo el amor lo alcanza.

MENANDRO:

¡Ay, dichosa esperanza!
Menandro, persevera;
Que el fin de un pensamiento
Es premio de mil años de tormento.

Vase.
CAMILA:

  Febo, cuyo deseo
Nos dio el laurel hermoso.
Premio del estudioso,
De las armas trofeo,
¿Tendré ventura amando?

APOLO:

En vano esperas.

CAMILA:

Moriré esperando.

Vase.
ALBANIA:

  Padre de cuanto vive,
Artífice del oro,
¿Querráme a quien adoro?

APOLO:

A olvidar te apercibe.

ALBANIA:

¿Tú eres Apolo santo?
No en vano Dafnes te aborrece tanto.

Vase.


FRONDOSO:

(Aparte.)
A todos les ha dado
Su oráculo fingido
Desabrida respuesta.
El Dios está mohino:
Sospecho que es la causa
Que no le han ofrecido
Lo que otras veces suelen.
Pues si dioses divinos
Responden a los hombres
Con rostro desabrido
Cuando no les dan nada,
¿De qué nos afligimos
Si oráculos humanos,
Por interés movidos,
Responden a la ofrenda
Alegres y propicios?
Si aquellas blancas aras,
Del sacerdote al filo,
Tiñeran de su sangre
Nevados corderíllos;
Si las espigas rojas
Del ofrecido trigo
Cubrieran los altares,
O el oloroso vino;
Si púrpura de Tiro
Vistieran su persona,
Mirara lo que dijo.

FRONDOSO:

Sin interés del premio,
Acuden siempre tibios
El soldado a las armas,
El letrado a los libros.
No pienso darle nada,
Supuesto que lo digo,
Porque a engañarle vengo
Con este pajarillo.
Diga, señor Apolo,
El que pasa los ríos
Sin mojarse los rayos
De sus cabellos lindos.
Alquimista famoso.
Que sin mercurios vivos
Sabe hacer oro y plata
En los crisoles indios;
El que ve cuanto pasa
Pasando los resquicios,
Mostrando al cielo a Venus
Con el planeta quinto;
En esta mano tengo
Cerrado un jilguerillo:
¿Es vivo, o muerto acaso?

APOLO:

Rústico cabrerizo,
En tu imaginación
Y pensamiento mismo,
Conforme a mi respuesta,
Le tienes muerto y vivo:
Vivo, si digo muerto;
Muerto, si vivo digo.

FRONDOSO:

¡Vive Júpiter santo,
Que la verdad me ha dicho!
¡Tomarse con los dioses,
Temerario delito!

APOLO:

Merecieras, Frondoso,
Como Júpiter hizo,
A los fieros gigantes
Fulminarte en castigo,
O que, como Anteón,
En ciervo convertido,
Huyeras de tus perros
Por árboles y riscos;
Mas porque no te atrevas
Ni a extranjeros ni amigos,
Parecerás lo que eres

FRONDOSO:

¡Qué loco y necio he sido!
Adorno de los cielos,
Lámpara de los signos,
Corona de los días,
Poeta de los siglos,
Medida de los tiempos,
Fitonicida altivo,
Compás de cielo y tierra,
Que desde tu epiciclo
Los miras y gobiernas
Desde que Dios te hizo,
¡Ten piedad de Frondoso!
Si perlas, si diamantes,

APOLO:

¡Vete, villano indigno!

FRONDOSO:

Voyme, que estás airado.
¡Ay, Júpiter Olimpio!
Todo se lo perdono,
Como no sea pollino,
Porque animal y necio
Es desdichado oficio.

Vase.
ATALANTA:

  Pues he quedado sola con Apolo,
Quiero saber qué dice a mi deseo;
Que en él espero mi remedio sólo. —
  Dime, supremo autor de cuanto veo,
Filósofo divino, sol hermoso,
Délfico, Delio, Cintio y Didimeo,
  ¿Será mi casamiento venturoso?

APOLO:

Tarde, Atalanta, y con peligro.
Ciérrase el templo con música.

ATALANTA:

¡Tarde,
Y con peligro! ¡Ay, cielo riguroso!
  ¡Peligro en el casarme! Dios me guarde
De casarme jamás. ¡Triste respuesta,
Que me ha dejado el corazón cobarde!
  En dura confusión estaba puesta;
No la pienso tener de aquí adelante.
Sola quiero vivir en vida honesta,
  Porque si de peligro semejante
Puedo librarme, no es razón que viva
Sujeta a esposo ni a fingido amante.
  Yo pienso por los montes, fugitiva
De los hombres, vivir entre las fieras,
Con ellas mansa, con el hombre altiva.
  No me podrán sus burlas ni sus veras
Vencer eternamente, porque venzo
Las alas de los vientos más ligeras.
  Montes de Arcadia, desde aquí comienzo
 (Porque del pensamiento que tenía
De pretender esposo, me avergüenzo)
  A vivir en vosotros. Este día,
Ninfas de bosques, prados, selvas, fuentes,
Me recibid en vuestra compañía.
  Con redes, con ardides diferentes,
Los ciervos, osos, jabalíes y gamos,
Los toros más selvajes y valientes,
  Sabré matar, y de sus fuertes ramos
Honrar los frontispicios de los templos.
Ninfas de Cintia, vamos juntas, vamos:
Animen mi valor vuestros ejemplos.

Vanse.

Venus y Cupido.
VENUS:

  Por estas márgenes hechas
De clavellinas y rosas,
Sin cuidado y sin sospechas
Podrás matar mariposas,
Cupido, con esas flechas.
  Blancas, pajizas, doradas,
Verdes, claras y moradas,
Con más ojos que un pavón.
Andan en esta ocasión,
Seguras de ser tiradas:
  Mátame algunas; que quiero
Entre rosas del tocado
Ponérmelas, porque espero
Aquel sangriento soldado,
Por cuyas hazañas muero.
  Parte, que en el traje humano
Quiero verle en esta selva,
Primero que Apolo indiano
Otra vez a verme vuelva,
Y yo en la red de Vulcano.

CUPIDO:

  ¡Donaire, madre, tenéis!
¿Mariposas me decís
Que mate? Pues ¿no sabéis
Que muerta por mí vivís
De amor del Dios que queréis?
  ¡Linda caza á quien derriba
A la garza más altiva
Y al águila más real!

VENUS:

Cuando el vuelo celestial
Subes de mi esfera arriba,
  Muestra el poder que engrandeces;
Mas cuando estás en el suelo,
Imita lo que pareces.

CUPIDO:

Siendo primero que el cielo,
¿Nombre de niño me ofreces?
  ¿Háceslo para encubrir
Tus años?

VENUS:

Si mariposas
No es caza que ha de servir
A tu gusto, entre estas rosas
Tórtolas siento gemir.
  Ellas y otros pajarillos
Te podrán entretener,
O destos verdes junquillos
Puedes a esta sombra hacer
Jaulas en que tengas grillos.

CUPIDO:

  Quien los pone de prisión
Al más libre corazón,
¿Cazará grillos del campo?

VENUS:

Palomas blancas, que al ampo
De la nieve iguales son,
  Por ser quien mi carro tira,
Te mandaba no tirar;
Ya te doy licencia.

CUPIDO:

Admira
Que mandes ejecutar
Flechas de amor, armas de ira,
  En aves simples, señora;
Porque yo a las bravas tiro,
Donde la fiereza mora.

VENUS:

Temerosas liebres miro
Por estos bosques agora;
  Tira alguna, y del pellejo,
Como Hércules, te viste.

CUPIDO:

Agradézcote el consejo.
¡Niño finalmente hiciste
Al que es más que el tiempo viejo!
  Pues ¿no te acuerdas que a Apolo,
Que de haber muerto a Fitón
Se alababa, vencí solo?
¿Ignoras tú la opinión
Que tengo de polo a polo?
  ¿Es esta la vez primera
Que yo te venzo? ¡De mí
Te ríes de esa manera!

VENUS:

Ya te conozco:

CUPIDO:

¡Así me tratas! Espera;
  Que antes de un hora verás
Si mariposas, palomas
o liebres venzo.

VENUS:

Jamás
Mis tiernas palabras tomas
Como ellas son. ¿Dónde vas?
  Espera, Cupido, advierte....
Vase Cupido.
Fuese, y enojado parte;
De su venganza me advierte;
O enamora de otra a Marte,
o de su amor me divierte.
  Como es niño al fin Amor,
Presto se enoja: no sabe
De burlas.

Camila y Venus.
CAMILA:

(Aparte.)
¡Con qué rigor
Apolo, a todos suave,
Dio respuesta a mi temor!
  Aconséjame que olvide ...
Pero ¿qué pastora es ésta
Que nuestra ribera mide?
¡Qué hermosa! ¡Qué bien compuesta!
¡Qué rayos de amor despide!
  Quiérola hablar. Si eres diosa,
Perdóname, ninfa hermosa;
Mas si eres humana prenda,
Haz que de tu boca entienda
Tu enigma dificultosa.
  ¿Eres, dime, desta sierra,
O extranjera?

VENUS:

De otra soy.

CAMILA:

¿Qué buscas por esta tierra?

VENUS:

Buscando mi manso voy,
Que del redil se destierra.
  ¿Hasle visto por ventura?

CAMILA:

¿Qué señas?

VENUS:

Una carlanca
Y esquila de plata pura.

CAMILA:

¿Qué piel?

VENUS:

Encarnada y blanca.
Con sola una mancha obscura.

CAMILA:

  ¿Hacia dónde?

VENUS:

El remolino
De la frente le cubrió.

CAMILA:

Ayer a este monte vino;
Pero sospechara yo
Que os trajo ...

VENUS:

Ya lo adivino.
  Algún amor, decir quieres.

CAMILA:

Bien podemos las mujeres
Unas con otras hablar.

VENUS:

Lo mismo vengo a buscar.
Profeta de amores eres;
  Y esto se causa también
De que algún pastor querrás.

CAMILA:

Alguno quiero también.

VENUS:

¿Merécelo?

CAMILA:

Y tanto más.
Que adoro...

VENUS:

¿Qué?

CAMILA:

Su desdén

VENUS:

  ¿Su desdén adoras?

CAMILA:

Sí.

VENUS:

¿Tanto merece?

CAMILA:

Quisiera
Hablarte de espacio aquí.

VENUS:

Yo escucharte.

CAMILA:

Pues espera.

VENUS:

Comienza.

CAMILA:

Escúchame.

VENUS:

Di.

CAMILA:

  Amor, que a nadie perdona,
Porque si pueden sus fuerzas
Trastornar el armonía
Del cielo, ¿qué hará en la tierra?
Como se ve, por ejemplo,
De Júpiter, que por ellas
Ya fue cisne, ya fue toro,
Como sus historias cuentan...
Pues Venus..., con ser su madre,
Mil veces por estas selvas
La vieron seguir pastores.
Si Anquises guardaba ovejas.
Diana, con ser tan casta,
Bajó de su blanca esfera
Mil veces al monte Lathmo...

VENUS:

Hartas disculpas son esas.
No digas más: ya sé yo
Que tiene amor fuerza extrema.

CAMILA:

Éste, pues, hizo que Mirra,
Loca, aunque hermosa doncella,
Amase a su mismo padre;
Pero teniendo vergüenza,
Se descubrió a un ama suya,
Que temiendo que se diera
La muerte, por remedialla,
Llevarla a su padre intenta
En forma de otra mujer:
El Rey, sin saber quién era,
Ofendió los cielos altos.
Escondieron las estrellas
Sus rayos de tal maldad,
Pero la noche postrera,
Un hacha mandó traer
Para poder conocerla.
Apenas la vio Ciniras,
Cuando Mirra, con vergüenza
De su padre y de sí misma,
Huyó por montes y selvas.
A la tierra de Sabá
Llegó la triste, y en ella
Pidió a los dioses castigo.
Los dioses, porque su ofensa
Pudiese llorar mejor,
Cubriéndola de corteza,
En árbol la transformaron.

CAMILA:

Que aquellas aromas tiernas
Llora, que se llaman mirra,
Mirra, o lágrimas sabeas.
Mas llegado el día del parto,
Bramaba el tronco; que apenas,
No siendo diosa Lucina,
Pudiera entender sus quejas.
Vino y sacó un bello niño,
Que dándole a las deesas
De los ríos, le criaron
Con tan alta gentileza.
Que no hay náyade en su fuente,
Dría en bosque, en monte orea,
Amadríade por árbol,
Que no se pierda por ella.
Adonis tiene por nombre;
Amores mejor dijeran,
Porque todos los del mundo
Se cifran en su belleza.
Una de las que le adoran
Yo soy; pero no me quieras
Más mal; que como es tan niño,
Que le hablen de amor le pesa.
Despreciando la hermosura,
Su oficio es cazar las fieras;
Mas no ha cazado ninguna
Que como su pecho sea.
Mas ¿para qué te le alabo?
Él mismo a esta fuente llega.
Advierte que es basilisco:
Pon a tus ojos defensa.

Adonis; Cupido detrás de él;
Venus y Camila.
ADONIS:

  Sin reparar en Venus ni en Camila.
  Selvas y bosques sombríos.
Adonde la primavera
Se baña en cristales fríos,
Y donde la luz primera
Dio vida a los ojos míos;
  Árbol divino sabeo,
Cárcel de mi triste madre,
Por quien agora me veo
Hijo y nieto de mi padre,
Y monstruo de su deseo:
  Sabed que en esta ocasión,
Sin estimar sus placeres,
Que siempre pesares son,
Aborrecer las mujeres
Tengo por justo blasón.
  Como en vuestras espesuras,
Bosques de mi tierna edad,
Paso las horas seguras,
Más precio mi libertad
Que todas sus hermosuras.
  Cansado de haber seguido
Un corcillo volador
Que dejo en el monte herido,
Para templar el calor,
A vuestra sombra he venido.
  Por eso, fuente serena,
Cuyas aguas cristalinas,
Espejos de Filomena,
Vuelven diamantes las chinas
Y perlas la blanca arena,
  Perdonad si os enturbiare;
Que quiero bañarme en vos
Mientras este sol pasare.

CUPIDO:

(Aparte.)
Hoy veréis si amor es Dios.
Ya tiro: Venus repare;
  Que aunque más mi madre sea,
La tengo de herir de amor.

VENUS:

(Aparte.)
¿Qué puede ver quien te vea?
Tira Cupido una flecha a Venus.
¡Ay Dios, ¡qué extraño dolor!

Vase Cupido.
Venus y Camila; Adonis, sin verlas.
CAMILA:

Los ojos, pastora, emplea
  En Adonis con recato.

VENUS:

Él es del cielo un retrato;
Pero el que adoro es divino.
Cupido a vengarse vino.
(Aparte.)
¡Mal hijo, rapaz ingrato!
(Aparte a Camila.)
¿Quieres que yo persuada
A este Adonis, y le diga
Tus partes?

CAMILA:

Serrana amada,
Dile que mi amor obliga
A un monte, a una piedra helada.
  Mis desatinos le cuenta.

VENUS:

Entre esos lirios te sienta;
Que le voy a hablar.

CAMILA:

Los cielos
Te libren de amor y celos,
Que es el mal que me atormenta.

VENUS:

  ¿Cómo te llamas.?

CAMILA:

Camila.

VENUS:

Parte, que le voy a hablar.
Allí me aguarda.

Vase Camila.
Venus y Adonis.
ADONIS:

Destila,
Viento, deste cedro azar;
Tus varias alas afila,
  Anima mi sentimiento,
Favonio aromatizado;
Céfiro, a mi voz atento,
Hurta a las flores del prado
De su boca el dulce aliento.
  Mi carcaj, arco y saetas
Y venablo, pongo aquí,
Hierba, en tus manos secretas.

VENUS:

Tente.

ADONIS:

¡Ay, Dios! ¿Quién eres, di.
Que mi descanso inquietas.?

VENUS:

  No huyas por mil razones;
Por mujer, la principal.

ADONIS:

Con eso temor me pones.

VENUS:

Si fuera mujer mortal,
Y sujeta a imperfecciones...

ADONIS:

  Pues ¿quién eres?

VENUS:

Venus soy,
Que, sólo a buscarte, vengo
De la esfera donde estoy.

ADONIS:

Respeto a tu nombre tengo.
Mil alabanzas te doy,
  Y en sacrificio, Señora,
La voluntad que jamás
Rendí a mujer.

VENUS:

Desde agora
Sabrás qué es amor, sabrás
Querer bien a quien te adora.

ADONIS:

  ¿Qué es amor.?

VENUS:

¿Amor?... Deseo.

ADONIS:

¿De qué?

VENUS:

De lo que es hermoso.

ADONIS:

Luego ¿querré lo que veo?

VENUS:

Si te agrada.

ADONIS:

Eso es forzoso.

VENUS:

Por tu condición lo creo.

ADONIS:

  Cuéntanme de amor mil males;
Pónenme temor.

VENUS:

Amor
Es falso entre los mortales;
No se entiende ese rigor
Con los dioses celestiales.

ADONIS:

  Antes la misma razón
Me da a entender tu mudanza.

VENUS:

Los dioses nunca lo son.

ADONIS:

Luego en humana esperanza,
¿Hay divina posesión?

VENUS:

  Cuando la humana hermosura
El cielo baja a la tierra,
¿Qué posesión más segura?

ADONIS:

Dicen que el Dios de la guerra
O la tiene, o la procura.
  Pues si amas a Marte, en parte
Mujer humana te veo.

VENUS:

Bien dices, que quiero a Marte,
No porque a Marte deseo,
Sino porque quiero a-marte.
  Ya no quiero aquel soldado
Que mi celoso marido
Ha puesto en tanto cuidado.

ADONIS:

¡En tanto amor, tanto olvido!

VENUS:

No es amor gusto acabado.

ADONIS:

  Si la memoria te vuelve,
Y de tu pasada historia
Tantos amores revuelve...

VENUS:

¿Y si olvidó la memoria
Quien a olvidar se resuelve?

ADONIS:

  Yo, Venus, soy un mancebo
De la manera que ves:
A competir no me atrevo,
Aunque licencia me des,
Ni con Marte ni con Febo;
  Que cuando el fuego consumas,
De las cenizas secretas
Saldrá, cuando más presumas,
En oyendo las trompetas,
Y en viendo brillar las plumas.
  Veo tus ojos divinos
Llenos de sol, veo dos cielos;
Pero ya son adivinos
Los míos, que por tus celos
Vengo a llorar desatinos.
  Tu talle, tu bizarría
Y tu deidad, de que arguyo
Mi dicha con osadía,
Me fuerzan a ser más tuyo
Que tú pretendes ser mía.
  Pero si Febo o si Marte
Celosos de mí...

VENUS:

Detente.
¡Qué es ofenderte ni darte
Disgusto!

ADONIS:

Febo luciente,
¿No ha de hallarme en cualquier parte
  Marte, ¿no puede también
Matarme con tantas armas?

VENUS:

No, mis ojos; no, mi bien:
Y en vano, Adonis, te armas
Contra amor dese desdén;
  Que así en el alma guardarte
Y en mis ojos esconderte
Sabrá el gusto de gozarte.
Que ni Febo pueda verte.
Ni Marte pueda matarte.
  Vencido me ha tu hermosura:
Si te igualo al ser que soy,
¿Pagarásme?

ADONIS:

Está segura.

VENUS:

Adonis, a Chipre voy;
Fíame la nieve pura
  De esa blanca hermosa mano.

ADONIS:

¡Dichoso el mortal que vino
Desde el ser humilde humano
A merecer el divino
De tu valor soberano!

VENUS:

  Tú puedes honrar el suelo.
Palomas, alzad el vuelo.

ADONIS:

No querría ser Faetón,
Y caer por ambición
Hecho pedazos del cielo.

Suben los dos en un carro,
que se levanta sobre una nube.
Música hasta que desaparece.