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ACTO TERCERO editar

Sala de la quinta del MARQUÉS DEL ROBLE una puerta y dos ventanas en el foro que dan al jardín. A la izquierda una puerta que da al interior. A la derecha otra que da salida a la calle. A un lado hay un piano.


Escena I editar

DOÑA VENTURA y DOÑA ROSA.


DOÑA ROSA. -Venga usted, señorita: dejemos descansar a mamá.

D.ª VENTURA BAZÁN. -¿Conque ha estado tan malita la señora marquesa?

DOÑA ROSA. -¡Oh! Muy mala; pero ya, gracias a Dios, está convaleciente, y no tenemos qué temer. Sin embargo, el médico no la deja todavía salir de su cuarto. Aquí podemos hablar. ¿Conque iba usted a Burgos, a casa de una señora, de aya de sus niñas?

D.ª VENTURA BAZÁN. -Sí señora.

DOÑA ROSA. -¿Y usted no la conocía?

D.ª VENTURA BAZÁN. -No, señora; pero iba recomendada por mi bienhechora doña Inés Aguilar, y creo que me irá bien.

DOÑA ROSA. ¡Quién sabe! Su bienhechora de usted doña Inés Aguilar puede ser una persona muy agradable y bondadosa, y la señora de Burgos huraña y desabrida; y si en esta incertidumbre se le ofreciese a usted ocasión de colocarse en otra parte que usted ya conociera, debía usted... A ver: dígame usted; ¿que tal le parezco yo a usted?

D.ª VENTURA BAZÁN. -¡Usted, señorita! ¿Y a qué fin?

DOÑA ROSA. -Vamos, francamente: ¿qué tal le parezco yo a usted?

D.ª VENTURA BAZÁN. -Una persona a quien amaría con todo mi corazón si estuviese sólo dos días a su lado.

DOÑA ROSA. -¿De veras? ¿Y mamá?

D.ª VENTURA BAZÁN. -Su mamá de usted presenta en su cara un aspecto de bondad tan agradable, que al verla dije entre mí: ¡ah!, ¡cuánto amaría yo a esa señora de Burgos si tuviese esta fisonomía!

DOÑA ROSA. -Pues bien: se queda usted en casa.

D.ª VENTURA BAZÁN. -¿Qué dice usted, señorita?

DOÑA ROSA. -Que también usted ha gustado a mamá; y por lo delicado de su salud y sus frecuentes indisposiciones, trató ya otra vez de traer a su lado una joven honesta, solícita, cariñosa, que reuniese también alguna habilidad..., la música, por ejemplo, que es la pasión de mamá; conque..., ¿usted loca el piano, según me ha dicho? ¿Canta usted?

D.ª VENTURA BAZÁN. -Muy poco; pero...

DOÑA ROSA. -Cantaremos dúos, y mamá llorará de gozo escuchándonos. Vamos, vamos, yo preveo que usted gustará aquí a todos. Se quedará usted.

D.ª VENTURA BAZÁN. -De usted depende...

DOÑA ROSA. -Ya entiendo: usted consiente en que hable a papá y a mamá. Pues bien; les hablaré.

D.ª VENTURA BAZÁN. -Pero reflexione usted...

DOÑA ROSA. -Ya está reflexionado. ¿Cómo se llama usted?

D.ª VENTURA BAZÁN. -Ventura Bazán.

DOÑA ROSA. -¿Ventura? Bien, y yo Rosa.

D.ª VENTURA BAZÁN. -¡Rosa! ¡El nombre de mi mamá!

DOÑA ROSA. -Mi padre quiso que me pusieran Rosa, en memoria de una hermana que amaba mucho, y de quien tuvo que separarse en la guerra de la independencia, y luego no volvió a ver por más que la buscó de vuelta de sus viajes... Todavía cuando habla de ella se le saltan las lágrimas. -Conque hemos de ser muy amigas, ¿no es verdad?

D.ª VENTURA BAZÁN. -Quien la oiga a usted creerá que está ya decidido que me quede.

DOÑA ROSA. -Hágase usted cuenta que lo está, porque me he empeñado en ello, y... Y mi hermano también se alegrará mucho cuando lo sepa..., y ahora que vendrá a vernos más a menudo porque su regimiento ha venido de guarnición al Quintanar... ¡Cuánto me alegro!

D.ª VENTURA BAZÁN. -¡Ah! ¿Tiene usted un hermano?

DOÑA ROSA. -Sí, en casa está; ahora poco llegó. Usted no le ha visto todavía, porque otro oficial que llegó antes a este pueblo lo vino a buscar y se lo llevó. Sin duda son muy amigos, porque mi hermano lo abrazó diciendo: «¡Mendoza! ¡Eres tú! ¡Cómo estás aquí!» No pude, decir más, porque se marcharon juntos, y mi hermano no ha vuelto todavía; pero verá usted qué guapo es.

D.ª VENTURA BAZÁN. -Siendo de la familia no lo dudo.

DOÑA ROSA. -Muchas gracias por la parte que me toca. Voy corriendo a poner mi plan por obra, y délo usted por conseguido. (Va a irse, y sale ZAMORA por la derecha.)