A un cocuyo
de Gertrudis Gómez de Avellaneda


 Dime, luz misteriosa,
 Que ante mis ojos vagas,
 Y mi interés despiertas,
 Y mi vigilia encantas,
    
 ¿Eres quizás del cielo
 Lumbrera destronada,
 Que por la tierra mísera
 Peregrinando pasas?
    
 ¿Eres un genio o silfo
 De nuestra virgen patria,
 Que de su joven vida
 Contienes la ígnea savia?
    
 ¿Eres de un ser querido
 Quizás errante ánima,
 Que a demandarme vienes
 Recuerdos y plegarias;
    
 O bien fulgente chispa
 De las brillantes alas
 Con que sostiene al triste
 La célica esperanza?
    
 No sé; mas cuando luces
 Hermosa a mis miradas,
 De tropicales noches
 En la solemne calma,
    
 -Ya exhalación perdida
 Cruces la esfera diáfana,
 Ya cual la brisa juegues
 Meciéndote en las cañas;
    
 Ya cual diamante puro
 Te engastes en las palmas,
 Cuyo susurro imitas,
 Cuyo verdor esmaltas;-
    
 Paréceme que siento
 Revelación extraña
 De místicos amores
 Entre tu brillo y mi alma.
    
 Paréceme que existen
 Secretas concordancias
 Entre el afán que oculto
 Y entre el fulgor que exhalas.
    
 ¡Oh, pues, lucero o silfo,
 Ánima o genio, lanza
 Más vívidos destellos
 Mientras mi voz te canta!
    
 Los sones de mi ¡ira,
 Las chispas de tu llama,
 Confúndanse y circulen
 Por montes y sabanas,
    
 Y suban hasta el cielo
 Del campo en la fragancia,
 Allá do las estrellas
 Simpáticas los llaman
    
 ¡Allá do el trono asienta
 El que comprende y tasa
 De toda luz la esencia,
 De todo afán la causa!