A la señorita venezolana Teresa G.

A la señorita venezolana Teresa G.
de Rafael María Baralt


 Si del Guaire gentil en la ribera
 naciste ufana entre risueñas flores,
 y sus plateadas ondas los ardores
 del sol templaron en tu edad primera.
 

 Si allí constante daba primavera
 a tus tersas mejillas sus colores;
 si todo te reía, si de amores
 en torno a ti brillaba la pradera.
 

 ¿Por qué luego, del Betis seducida,
 la maternal orilla abandonaste,
 prefiriendo el extraño al propio cielo?
 

 Vuelve, Teresa, a do empezó tu vida,
 o pagando el amor que me inspiraste,
 dame una patria en el hispano suelo.



POETA:
 

 El ardor que me inflama, niño avieso,
 a Celia ingrata justiciero inspira,
 tu dios, ella mujer, y no te aira,
 verla ostentar el corazón ileso.
 
 

CUPIDO:

 
 Lleva con gloria de tu amor el peso,
 y en tan grande ocasión pulsa la lira.
 ¿No es sublime el dolor que a Safo inspira
 el canto no mortal, en bronce impreso?
 
 

POETA:

 
 De intentar el gran salto no respondo,
 ni de vate llorón, quiero yo estado,
 fugitivo andaré. ¿Dónde me escondo?
 
 

CUPIDO:

 
 Emprende ufano entre celestes flores.
 Y en tanto muero de tu luz privado;
 que no verte es morir ídolo amado.