A Dios
de Rafael María Baralt


 Perlas son de tu manto las estrellas;
 tu corona los soles que al vacío
 prendió tu mano, y de tu imperio pío
 espada y cetro al par son las centellas.
 

 Por el éter y el mar andas sin huellas;
 y cuando el huracán suelta bravío
 sus mil voces de un polo al otro frío,
 con tu voz inmortal sus labios sellas.
 

 Doquiera estás; doquier llevan tu nombre
 mares, desiertos, bosques y palacios,
 cielos y abismos, el animal, el hombre.
 

 Aunque estrechos la mente y los espacios
 te llevan, ¡oh Señor!, sin contenerte;
 te adoran, ¡oh Señor!, sin conocerte.