A Dido abandonada
de Ángel de Saavedra


 Más bella que la flor del tamarindo   
 (antes que se inventara el almanaque),   
 luciste ¡oh Reina! tu gallardo empaque,   
 que tanto ha dado que decir al Pindo.   
 

 Si sólo de pensar en ti me rindo,   
 ¿qué es de extrañar que el otro badulaque,   
 que huyó con tiempo del troyano ataque,   
 quedase, al verte, convertido en guindo?   
 

 ¡Ay! su pasión fue tiro de escopeta,   
 que te hundió en sempiterno purgatorio,  
 gozándote y huyendo con vil treta.   
 

 Fue falsa su pasión como abalorio,   
 niño impotente al que juzgaste atleta,   
 y tu tálamo lecho mortuorio.