...That is the question

...That is the question (8 oct 1897)
de Ricardo Fuente
Nota: «...That is the question» (8 de octubre de 1897) Germinal I (23): p. 10.
...THAT IS THE QUESTION.
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Aquí, para vivir en santa calma,

ó sobra la materia, ó sobra el alma.

ESPRONCEDA.

«No creía en los remordimientos; pero hoy al acordarme de ti, que eres un hombre justo, se turba mi conciencia.»
«Necesito contártelo todo. Quiero, si es posible, tranquilizarme con la confesión de mis desdichas.»
«La historia de mi vida es la historia triste y vulgar de tantos otros. En la Universidad te conocí á ti y á los demás amigos que formaron después aquel célebre cenáculo. De nuestra reunión, casi ninguno terminó sus estudios. Despreciábamos á los buenos estudiantes creyendo que el tiempo era demasiado hermoso para pasarlo sobre los libros, aprendiendo la ciencia con arreglo á un programa. Nuestras aficiones y nuestras lecturas nos llevaban por otro camino. Yo creo ahora que padecimos una ceguera de luz que nos impidió ver claro el horizonte de la vida.»
Nos enloquecíamos los unos á los otros, y tan sólo pensábamos en luchar y en reñir batallas sin saber con exactitud por qué ni contra quién.»
«Ni tú, ni yo, ni los demás, quisimos entrar en el encasillado burgués de la existencia, porque para llegar, ¡maldita palabra! no queríamos ser abogados, médicos ó boticarios; queríamos ser Fulano ó Mengano: una personalidad sin etiquetas oficiales.»
«Teníamos el cerebro pletórico de ideas hermosas, que enardecían nuestra sangre como el toque de guerra de un clarín. República, revolución, regeneración social; con esta bandera nos alzamos á ejercer el oficio de pensar, escribir, pronunciar discursos, y toda otra ocupación la considerábamos como un robo que hacíamos á nuestro cerebro, ¡¡¡al bien de la humanidad!!! y al arte.»
«Queríamos vivir siendo sacerdotes de las nuevas ideas, con el mismo derecho que viven los sacerdotes de las viejas: nosotros escribiendo artículos, ellos recitando sus rezos en latín bárbaro.»
«Mis padres se opusieron á aquellas inclinaciones, y con mi terquedad les amargué la vida. Me tuvieron por loco mis parientes, y mis compañeros de la Universidad compadeciéronme por chiflado
«Cuántas veces me dijo mi padre: ¡Ya verás cuando yo te falte lo que va á ser de ti; eres un niño que no sabe lo que es la vida.»
«Yo no hice caso de sermones ni de advertencias, y seguí mi camino.»
«Me enamoré apasionadamente de una pobre muchacha, á quien alucinaron mis ensueños románticos, y aunque me presenté á pedir su mano diciendo que era autor de dos libros muy elogiados y redactor de una publicación muy importante, los padres de mi novia me despidieron por pelagatos, y hube de casarme con su hija contra la voluntad de ellos.»
«Murieron mis padres con el dolor de no verme hecho un hombre, como ellos decían, y quedóme sin su amparo, con mi mujer y dos pequeñuelos. Los horrores de la vida me exasperaron y grité hasta enronquecer, increpando duramente á nuestra sociedad canalla, y pidiendo que todo cambiase de arriba á abajo.»
«El periódico en que yo escribía desapareció por las persecuciones del Gobierno, y comenzó entonces para mí un horrible calvario. Nadie me ayudó; mis radicalismos asustaban á la gente, y con el alma llena de ideas de redención y de amor, al ver la soledad en que me hallaba, llegué á pensar si yo sería alguna bestia dañina.»
Empeñé, vendí... ¡ahórrome el relato de tanta desgracia!»
«Un día tuve que decirle á mi mujer: Hoy no se come en esta casa, porque tu marido no quiere dejar de ser honrado.»
«Alucinado por la fiebre que produce el dolor, creí que con aquel desplante teatral mi mujer y mis hijos quedarían ahitos; pero no sucedió así. Mi mujer lloró mucho abrazada á mi cuello.»
«La noche de aquel día no tuve lumbre para calentarme, ni luz para leer mis libros; y en medio de la obscuridad de mi tabuco, lloró con rabia, y por primera vez di la razón á mi padre. Sí: yo era un niño que nada sabía de las cosas de la vida.»
«Mi única aspiración era tener lo preciso para poder vivir tranquilo, como un buen burgués, con mi mujercita y mis pequeños.»
«¿Por qué no podía yo, miserable de mí, realizar tan mezquino ideal?»
«Mi conducta no tenía ni pizca de lógica; me reía del paraíso que Mahoma ofrece á sus fieles, y ansiaba conquistar la gloria: otra quimera; me burlaba del católico que se impone privaciones y flagela sus carnes en la celda, diciéndole: ¿y si luego resulta que no hay cielo? y yo me sacrificaba por una religión de negaciones. ¡No creía más que en la felicidad de aquí abajo, y para lograr el bienestar de los demás forjaba la desgracia de los míos!»
«Era un insensato.»
«¿Por qué no había yo de ser feliz, pasándome al bando de los opresores, en lugar de pertenecer al bando de los oprimidos?»
«Con un efecto de luz gozo hasta llegar al éxtasis; pero el chisporroteo de una lamparilla que se apaga, dejándome en la obscuridad, me hace agonizar de dolor.»
«No estaba acostumbrado á la miseria, y no podía soportarla con resignación.»
«Mis hijos estaban anémicos, y al contemplar sus carillas pálidas, enloquecía; los ojos, siempre llorosos, de mi mujer, me acusaban constantemente, y comencé á envilecerme, pidiendo para un mendrugo.»
«No pude resistir más: abjuré de mis ideas, claudiqué, me pasé al enemigo.»
«Hoy la luz y el aire entran en mi casa á raudales; á las mejillas de mis chiquitines han vuelto los colores rosa; tengo luz por la noche para leer mis libros, tiempo para cultivar mi espíritu, y ¿querrás creerlo? ya nadie me tiene por un pelagatos
«Yo tenía derecho á la vida. Vosotros podíais exigírmelo todo, menos que renunciara al pan de los míos.»
(Aquí el nombre de uno cualquiera.)

«La lectura de tu carta me ha dado frío, tus miserias han inundado mi alma de compasión. Cuando las padeciste hubiera querido ayudarte á soportarlas; ahora, después de lo que has hecho, no podemos entendernos, porque yo sigo siendo tan insensato como cuando nos conocimos.»
«Tú crees en la Felicidad; diosa de carne. Yo creo en el Ideal: dios de mármol.»
«Tu diosa llora cuando padece; mi dios es de piedra, no tiene entrañas, es ciego, como muchos dioses paganos, y no ve á los que sufren.»
El culto á tu diosa ha engendrado una raza de miserables; el culto á mi dios ha engendrado una raza de héroes.»
«Yo vivo en un mundo extraño, en todo diferente al mundo en que tú vives. »
«Cuando al padre de los Horacios le dicen: tu hijo ha huído ante el enemigo, ¿qué querías que hiciese contra tres? Contesta: morir.»
«¿Ves? A ese padre de piedra le comprendo mejor que á ti.»
«Una madre griega pregunta á un guerrero que vuelve de la batalla; ¿qué noticias traes?»
—«Tu hijo vive.»
—«No te pregunto eso; te pregunto si hemos vencido.»
«¿Ves? A esa madre de piedra también la comprendo mejor que á ti.»
«Los hombres que te rodean te dirán que has hecho bien; aquellos hombres gigantes que nos dieron el ideal de la belleza con la Venus de Milo, la fuente de nuestras leyes con el derecho romano, el modelo de nuestras libertades y gobiernos con las Repúblicas griegas, la sabiduría con Aristóteles, la ley con Licurgo, la ciencia de la guerra con Alejandro, la honradez con Catón, la honestidad con Lucrecia, el heroísmo con Leónidas; aquellos hombres, no lo dudes, te dirían que habías hecho mal.»
«Yo vivo como ellos, y como ellos pienso.»
«Jesús nada hubiese hecho sin los mártires que se dejaban arrastrar con gusto al sacrificio; la libertad nada hubiese conseguido sin los que supieron morir en la hoguera; los derechos del hombre no existirían en los Códigos sin aquellos locos sublimes que decretaban la victoria y morían en la guillotina cantando la Marsellesa.»
«¡Te crees un hombre superior á los demás, y te dejas vencer por las necesidades, como los brutos!»
«Si, cual tú, todos los hombres escuchasen los gritos que da el estómago cuando está hambriento, el mundo sería una pocilga de cerdos y el supremo ideal un gruñido de satisfacción.»
«Quieres gozar de los privilegios á que tienen derecho los aristócratas del talento; quieres tener por ascendiente á Homero; dices con orgullo que si por tus venas no corre sangre azul, en cambio corren ideas; pues bien; esa aristocracia, á la que quieres pertenecer, á nada tiene derecho cuando deshonra y mancha sus blasones.»
«Los aristócratas del talento manchan y deshonran sus blasones cuando venden su conciencia.»
«Yo te perdono; te concedo el derecho á la vida, pero te niego el derecho á la estima de los que rinden culto á mi Dios.»
«Yo no podría hacer lo que tú: el pan me sabría amargo.»
(Aquí el nombre de un iluminado.)

Ricardo FUENTE.