Ícaro
de Hernando de Acuña


 Con Ícaro, de Creta se escapaba   
 Dédalo, y ya las alas extendía,   
 y al hijo, que volando le seguía,   
 con amor maternal amonestaba:   
 
 Que si el vuelo más alto levantaba,  
 la cera con el sol se desharía,   
 y en el mismo peligro le pondría   
 el agua y su vapor, si más bajaba.   
 
 Mas el soberbio mozo, y poco experto,   
 enderezóse luego al alo cielo  
 y, ablandada la cera en la altura,   
 
 perdió las alas, y en el aire muerto,   
 recibiéndole el mar del alto vuelo,   
 por el nombre le dio la sepultura.