Almanaque de espiritismo (1873)
¡Quién sabe!...
de Daniel Suárez.

Nota: Se ha conservado la ortografía original.

¡QUIÉN SABE!...
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.....Hoy será el pensamiento tuyo, y
la palabra mía.
       Espíritu de Marietta.

No sabemos dónde empieza la vida, ni dónde empieza el ser, ni dónde empieza la inteligencia.

¿Sabemos acaso, si al pisar la yerba, al deshojar la flor ó al tronchar el arbusto producimos un dolor?

Vemos, si, a esas débiles organizaciones vivir del mismo aire que renueva en nuestros pulmones, la sávia de nuestra vida, las vemos nacer, desarrollarse y ostentar la misma belleza en su juventud que en la nuestra, las vemos marchitarse como nosotros en la vejez, las vemos reanimarse al mismo calor, manifestar las mismas simpatías, los mismos impulsos de amor, los mismos desvelos materiales que los que nosotros manifestamos por nuestros hijos; las vemos crecer y multiplicarse, y sucumbir al soplo violento de los mismos huracanes.

Si nos retiremos á lugar silencioso y solitario y observamos de cerca uno de esos seres que reconcentra en su flor toda la fuerza de su existencia, veremos que nos quiere trasmitir un pensamiento, que nos quiere decir una idea. Si tocamos sus partes más delicadas, si lastimamos sus pétalos, sentiremos cómo se estremece en nuestras manos; veremos que sus hojas palidecen y se inclinan, nos parecerá que percibimos su gemido al sentirse herida por nuestra crueldad. Veremos que su cáliz se inclina el suelo como agobiado por una pesadumbre, y su tallo, antes bastante fuerte para mantenerla erguida y recibir su parte de atmósfera y en rayo de luz, doblarse cariñosamente como queriendo ocultar en el seno de la tierra, madre comun de todos las seres, tesoro de su fecundidad.

Si nuestra atencion es más vasta, si nuestra observacion es más profunda, veremos que existe sociabilidad entre las plantas: que en la sucesion de sus generaciones se desarrolle una histeria de gloria y trabajo: que tienen sus emigracíones y conquistas, y que en alas del viento marchan sobre las montañas y los mares en busca de campo abrigado y aire puro para la vida de sus hijos.

Ellas sostienen tambien sus luchas con los elementos: ellas purifican el ambiente que han de respirar otros seres, y durante la estacion helada, defienden del rigor del frio el germen de aquel fruto y lozania que han de proporcionarles el fresco de su verdura durante la estacion de estío.

Y si es tan grande y tan importante en concurso en el concierto de la vida universal, ¿quién sabe si en la sensibilidad de aquellos órganos, y en la delicadeza de aquellas fibras, se oculta una conciencia que siente, conoce y obra? ¿Un yo que tal vez medita?

Teniendo el espíritu tantos modos de manifestarse, y tantas maneras de vivir: ¿Quién sabe si al pisar la yerba, y al deshojar la flor, y tronchar el arbusto producimos un dolor?

¡Pobres flores! Al aspirar su aroma, estudiemos en sus movimientos su lenguaje. ¡Quién sabe si los seres queridos que hemos perdido nos quieren decir por medio de ellas que no nos olvidan y que aun nos quieren!... ¡Quién sabe!...

Daniel Suárez.